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La 'defenestración' del jefe del Ejército sume a Honduras en la incertidumbre

El Gobierno, pendiente de lo que ocurra en los cuarteles

La reciente defenestración del general Walter López Reyes de la jefatura de las fuerzas armadas de Honduras ha sumido en la incertidumbre a la pequeña nación centroamericana, cuyo Gobierno está pendiente de lo que acontece en los cuarteles, ya que de ello puede depender su propia supervivencia. López Reyes, de 45 años de edad, quien ascendió al cargo de jefe de las fuerzas armadas a raíz de una triunfante conspiración castrense en marzo de 1984, tuvo que abandonar el país el 2 de febrero y se trasladó a Estados Unidos, en un final que parece demasiado drástico para lo que fue su actuación.

General de aviación, de temperamento moderado y poca capacidad de mando, López Reyes no pudo superar ser una simple figura de transición dentro de las fuerzas armadas, dominadas en su interior por la rama de infantería. López Reyes ascendió al cargo máximo jefe de las fuerzas armadas hondureñas después del frustrado compló contra el general Gustavo Álvarez Martínez, un oficial de mano dura, partidario de una eventual intervención centroamericana contra Nicaragua.Al general Walter López Reyes le apoyó en esta operación la mayor parte de los coroneles y tenientes coroneles del Ejército hondureño.

Sin embargo, sus cinco estrellas se eclipsaron desde finales de 1985, al romper su alianza con figuras relevantes de la sexta promoción del Ejército y asumir ciertos compromisos con Estados Unidos al margen del Consejo Superior de las Fuerzas Armadas (Cosufa).

El Cosufa se considera el Parlamento de los militares hondureños, y está integrado por alrededor de 36 altos oficiales, que han permanecido en el mando casi sin alteraciones en los últimos 10 años.

Sin que se conozca exactamente quiénes le apoyaban, López Reyes empezó a ordenar el traslado de militares representativos, entre ellos a los tenientes coroneles Mario Amaya Amaya, Erik Sánchez y Álvaro Romero, quienes habían influido poderosamente en su ascenso.

López Reyes entendió un poco tarde que el poder estaba en sus subordinados. Prueba de ello es que Amaya acabó tomando hace unos días la jefatura del Estado Mayor y puso en arresto preventivo al ex jefe del Ejército. En realidad, la decisión de quitarle de en medio fue tomada el mes de diciembre, pero se pospuso para que no hiciera sombra al traspaso de mando presidencial, que se produjo el 27 de enero.

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Contra lo que parecía lógico, López Reyes pretendió a última hora realizar una especie de defensa cívica de su cargo y trazó un plan que se puso en marcha al anochecer del 29 de enero, cuando filtró a un periodista el anuncio de su inininente dimisión voluntaria.

El cansancio del general

Al día siguiente, cuando las principales cadenas de radio se hicieron eco de la información, López Reyes ratificó a la opinión pública su decisión, argumentando que estaba cansado. Consciente de su popularidad entre los civiles, López Reyes se trabajó a los dirigentes sindicales y campesinos para que le expresaran públicamente su apoyo.A las adhesiones se sumó el presidente de la República, José Azcona Hoyo, quien pidió al general que continuara en su cargo hasta el 25 de enero de 1987, cuando acababa legalmente su período de mandato. Con ese aval, López Reyes se enfrentó durante seis horas al Cosufa, reunido en pleno para analizar la situación.

En esa polémica reunión, López Reyes no presentó su renuncia y, al término de las deliberaciones, llamó a la dirección de relaciones públicas de las fuerzas armadas para informar de que continuaría en sus funciones. Sin embargo, el Cosufa volvió a reunirse sin la presencia de López Reyes y redactó el texto de una renuncia que el propio jefe del Ejército de Tierra, el coronel Guillermo Thuman Cordón, llevó a la residencia de López para que la firmara.

Posteriormente, una representación militar pidió al presidente electo que diera trámite legal a lo que ya eran hechos consumados, evitando con su aceptación una crisis peligrosa para su nuevo y débil Gobierno.

En Tegucigalpa se estima que la Embajada de Estados Unidos tampoco hizo demasiado para evitar la caída de López Reyes; en primer lugar, porque no lo hubiese logrado y, en segunda instancia, porque confía en que la línea antisandinista entre los militares no sufrirá mayores modificaciones. En este sentido, varios críticos plantean sus dudas y ponen como ejemplo que el mismo día en que Azcona se convirtió en presidente de la República, un grupo de oficiales se entrevistó con militares nicaragüenses en la frontera, sin que el general López Reyes lo supiera.

Próximos relevos militares

En esta acción, se dice, pudo haber desacato al jefe, pero no al Cosufa. Al parecer existe un sector de militares que desea evitar una guerra con Nicaragua, no por afinidad con los sandinistas, sino en defensa de su propia estabilidad. Este grupo, se asegura, desea que el Pentágono aumente la ayuda económica y de equipamiento a Honduras a cambio de su colaboración en la guerra encubierta contra el régimen sandinista.El momento más adecuado para valorar el equilibrio existente entre los militares será el anuncio de los cambios previstos en los 17 batallones de las fuerzas armadas. El sustituto de López tendrá que ser elegido en un plazo de 15 días por el Congreso, de una lista de tres candidatos elaborada por el Cosufa.

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