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Tribuna:TEMAS DE NUESTRA ÉPOCA
Tribuna
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El Madrid de la 'movida'

La movida es el objeto de reflexión de este artículo, en el que se utiliza el análisis semiótico para contar qué ha sucedido en una ciudad como Madrid desde el franquismo hasta ahora. El autor es profesor de la Sorbona y ha publicado sendas investigaciones sobre temas españoles -un análisis del consultorio radiofónico de Elena Francis y otro sobre los discursos políticos de la transición española-Su análisis abarca tanto aspectos de organización de los jóvenes en la sociedad urbana como comportamientos, mitos e ideologías de los protagonistas de la vida cultural.

La movida, como fenómeno sociocultural, refleja unas mutaciones fundamentales en el interior de los códigos relacionales, y respecto a la cultura opera una reversión del código progre (código político-existencial heredado del antifranquismo). Reversión, si nos referimos al origen biológico del término, es una mutación que se produce en sentido inverso de otra mutación anterior. Es, pues, a la vez, la marca de una relación de filiación (es lo opuesto al código; véase Baudrillard) y, al mismo tiempo, una diferenciación por inversión del código, pero un código que se despliega sobre un mismo eje semántico: el de la identidad, ya sea desmesuradamente afirmada o se vea reducida a su simulacro.Después de la euforia política (1976-1978) que sucedió a los años negros del franquismo, a partir de 1982-1983 es el clima de euforia cultural el que sucede al desencanto el que se adueña de determinados grupos sociales (afecta principalmente a las franjas de los medios intelectuales y artísticos) y se desarrolla sobre todo en Madrid. Históricamente, la movida coincide con la gestión socialista de los municipios, está consagrada por la llegada al poder de los socialistas, pero se mueve (!) al margen de toda connotación política.

La movida refleja una mutación en los códigos estéticos e incluso en los éticos: rechazo de la ideología del compromiso y de la moral del esfuerzo, de la ética de la ascesis en el orden de lo cotidiano. Se inscribe en un movimiento más amplio, el de la puesta en cuestión de los fundamentos de la modernidad: eso que, un poco precipitadamente, se ha llamado la posmodernidad, aunque aquí sería necesario distinguir bien entre movida y posmodernidad, siendo la movida como una degradación / trivialización del vanguardismo a partir del momento en que se convierte en moda.

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DEL 'ROLLO' A LA 'MOVIDA'

Paso del rollo a la movida, que en el plano ideológico-político refleja el recorrido de la identidad del sujeto colectivo: antifranquismo > afirmación democrática > anomia social > resituación respecto al código (respecto a los significantes del ser). Cambio de sujeto: del progre-pasota al moderno, y de código estético: de lo cutre (abandono controlado) a lo guay (desmesura controlada); la moda como formalización del hacer... Mutación en el orden de las prácticas: del ser (discurso de la identidad) al hacer (discurso práctico). Puesta en práctica de los discursos; de ahí una proyección espacial en la geografía de la villa. Es la rehabilitación de determinados barrios en 1976 (Chueca) la que consagra una determinada cultura (Malasaña): una esfera de acción (los pubs versión hispánica), una jerga (el cheli). Barrios que la movida ocupará más tarde.

Después de la mala conciencia política ligada al desencanto (espectro del golpe de Estado, crisis de la identidad nacional), después del complejo de exclusión vinculado con el Mercado Común (véase la ola antifrancesa de 1982), que reflejan un serno-logrado, político (la carencia del significado democrático, a pesar del cambio formal) y geográfico, internacional (una casilla vacía en el damero europeo), se asiste a una sobreafirmación del ser nacional, particularmente en Madrid, donde esto se dobla por una afirmación territorial con respecto a Barcelona, capital histórica de todas las movidas... Es un Madrid consagrado "capital cultural de Europa" (Pedro Almodóvar); es el "Madrid capital del contento de Europa", de Tierno, en mayo de 1985 (San Isidro); es el discurso xenófobo por inversión ("nos excluyen porque nos tienen envidia", se ha podido leer en alguna parte).

Es también, menos fútilmente, la emergencia de una nueva forma de socialidad, de un entre-sí (Benveniste), de un estar-juntos común a los microgrupos y a la movida, de un sujeto pluralizado que se esfuerza por ofrecer una muralla de socialidad a las agresiones del exterior, a las manifestaciones de la alteridad (el extranjero, el vecino, es el otro por excelencia...).

Es la expresión de una socialidad espacial (Michel Maffesoli), ligada, en primer lugar, a la reconquista del espacio público (el de la representación sociopolítica) y a la ocupación de los espacios comunitarios, como lugares comunes culturales: objetos, lugares culturales, centros culturales más o menos salvajes, el de Prosperidad en 1976, pubs o cafés de moda, ciertos cines, algunas revistas marginales, objetos con un valor emblemático en los que el sujeto se reconoce más que se conoce; en los que, más allá del discurso de la identidad (la afirmación de los contenidos), todo se juega en la connivencia de un compartir el código. Es la emergencia de una cultura comunitaria que se traduce por un abandono del carácter secreto del código progre (carácter más o menos visible de los signos de reconocimiento) y por un fenómeno de vulgarización (efecto de moda): paso del microgrupo al macrogrupo y del antilenguaje (jerga) al lenguaje tópico (en el espacio de la villa, práctica social y práctica lingüística se confunden).

La movida es, en su origen, una acción equívoca, irregular: un golpe (generalmente malo...). Por derivación, todo lo que se realiza en el interior de la esfera de acción del rollo (los ambientes conectados del inmediato posfranquismo): un plan ("montarse una movida", sacarse un plan); lo que está orientado con vistas a una satisfacción inmediata implica una euforia comunitaria, un compartir el código. Por extensión, "estar en el ajo", lo que es in: trip, "una cosa en la que uno estalla" ("marchoso, que tiene marcha"). Es, pues, el mundo, el espacio, los actuantes, los ritmos, que envuelven el hacer del sujeto, que figurativizan su búsqueda ("Tío, nos montamos una movida guapa en plan rockero duro..."). Siendo la movida madrileña la contextualización urbana de ese hacer.

Un origen ideológicamente connotado, por consiguiente: acracia como trivialización del significado político (anarquía), devuelto a la cotidianidad; un origen marginal (equívoco, minoritario) que afecta a unos subgrupos sociales ligados a la droga, al pasotismo que la acompaña.

La movida es, pues, simultáneamente, una acción, en el sentido moderno de acción teatral (actuación), una esfera de acción (marco, espacio de realización), la escena -microsocial- en el marco de una contextualización del hacer y, por extensión, los actores que en ella se producen.

El discurso social, reemplazado por el de los media, ha confundido rápidamente movida y posmodernidad. ¿Qué es, pues, simbólicamente (y mitológicamente) la movida posmoderna? Reversión del código, ya lo he dicho, pero también de los valores. Lo que era pasividad más o menos orientada (estrategia de inercia frente al sistema), más o menos objetivada (contra el sistema: "no se podía hacer otra cosa"), deviene actividad sin pies ni cabeza. Lo que habría podido ser indignación, resto de una mala conciencia progre, deviene aquí admiración en sentido minúsculo: asombro frente a las pequeñas maravillas del mundo (habiendo colocado deliberadamente los grandes programas y los conceptos clave en el almacén de los accesorios históricos), aunque una admiración un poco hastiada ante el espectáculo del mundo, una admiración que duda entre un ser asombrado y asombrar... Preciosismo moderno donde los haya.

LA CONDICIÓN POSMODERNA

La reflexión sobre la condición posmoderna, por recuperar el título del ensayo de Jean-François Lyotard (1979), nace de la puesta en cuestión de la cultura humanista heredada de la Ilustración: del imperio de la razón, de los grandes valores (progreso, ciencia, historia), del ocaso de las ideologías (de los grandes textos, de las biblias laicas que orientan las conductas colectivas). Refleja una crisis del sentido y de la representación: crisis política (de los modelos clásicos de representación) y estética (crisis del realismo en literatura, moda del hiperrealismo en pintura, manera de duplicar la realidad, siendo más realista que lo real...). Expresa un corte epistemológico, con un cierto número de referentes, que no hace sino acentuar la emergencia de las nuevas tecnologías (nuevos medios de representación / reproducción de lo real y de transmisión del saber).

La posmodernidad marca la crisis del saber moderno. Crisis de los fundamentos (Lyotard); de ahí el movimiento de reflexión, profundo, distanciado, que engendra una especie de metadiscurso sobre el discurso actual, una reflexión epistémica sobre las grandes rupturas discursivas de las que ya hablaba Foucault a propósito de la locura, del discurso sobre el cuerpo, y que se generaliza... Estando muy claro que la movida no tiene nada que ver, intelectualmente, con esa corriente de pensamiento, aunque estéticamente sea sensible a las vanguardias que prefiguran (¿desfigurándolos?) los códigos del mañana. Sin embargo, la movida refleja esta crisis y responde a ella "por anticipado". Respuesta trivial, ciertamente, pero respuesta a pesar de todo: respuesta inmediata (que responde a una conducta de urgencia, sobre todo para la generación de los 35-40 años...) que responde a dicha crisis de soslayo, en otros términos. Que esto no resuelva nada es un problema distinto... A una puesta en cuestión de los fundamentos, la movida responde con un discurso de las formas; responde al problema mediante una estrategia de las apariencias (Baudrillard) fundada en el look. El look moderno es un estar-en-el-mundo sin contrato, liberado de toda responsabilidad histórica; es todo lo contrario del compromiso... Pero es también una realización.

El look es el discurso del parecer frente al ser. Como escribía Jean Baudrillard: "Ya no nos encontramos en un mundo de alienación y, por ello, ya no es posible extraer argumentos de su propia miseria, de su propia inautenticidad, de su infortunio y de su mala conciencia. Tampoco es ya posible esperar alcanzar la existencia en y por la mirada del otro, porque ya no existe la dialéctica de la identidad. Por consiguiente, todo el mundo está ahora condenado a parecer, y solamente a parecer, sin preocuparse demasiado de ser. De ahí la importancia del look". Ya no nos encontramos en una lógica de la distinción en el sentido en que la entiende Bourdieu. "Eso no es ni lo elegante ni lo distinguido", prosigue Baudrillard; "es un manierismo desencantado en un mundo que ha dejado de conocer las maneras". Cuando las apariencias devienen estrategia es cuando se convierten en marcas de identidad, cuando pretenden hacer ver el ser del sujeto.

LA 'MOVIDA' COMO 'LOOK'

La movida marca: 1) una existencialización de los valores; 2) una espacialización de la búsqueda; 3) una figurativización del hacer.

1. La movida opera una des-ideologización de los valores; realización (¿degradada?) de la utopía: de un programa virtual se pasa a un prograrna inmediato -aquí y ahora- ¡en una especie de deictización de la búsqueda! Se trata de una práctica de actuación: una práctica que crea lo que ella misma ertuncia -ser moderno es hacerse el moderno-, que sólo tiene sentido, realidad serniótica, en una actuación siempre reconducida. Ser moderno es estar al corriente de lo que se hace... Es el hacer del sujeto lo que funda su ser: un ser individual y social; el de la villa, Madrid, consagrada capital de la movida.

2. La ciudad consagrada como microcosmos opera una reducción de la socialidad:

- De lo internacional a lo nacional: chovinismo de la movida y su reverso xenófobo (que coincide con la reivindicación autonomista: Comunidad de Madrid).

- Del grupo al microgrupo (ambientes conectados).

- Del espacio al lugar (lugares consagrados): de la villa como tránsito, espacio abierto, a la villa como recorrido codificado, intermitente, como serie de lugares más o menos cerrados.

3. Figurativización del hacer en el marco de una teatralización de las conductas, la movida instaura:

- Un discurso de las formas que opera una mutación en las coordenadas espaciotemporales.

- Un discurso de los objetos en sustitución del discurso del sujeto; discurso que se despliega en la puntualidad (la actuación como nueva forma del hacer), al margen de la narratividad. Prácticas ligadas al cuerpo-objeto, objeto-fetiche: objeto de cuidados estéticos, fisicos, etcétera.

La villa es un sistema semiótico espacialmente estructurado, ordenado alrededor de una serie de ejes semánticos -centro / periferia, alto / bajo, abierto / cerrado que definen un funcionamiento del espacio y una configuración espacial. Por esta razón es un sistema susceptible de una doble lectura:

- Es un sistema construido (histórico), fruto de una planificación, de una arquitectura, obra del hombre que responde a un programa (a una enunciación: un proyecto urbanístico, y a un enunciado: los edificios que lo componen).

- Es un sistema abierto (a construir), inacabado a pesar de su aspecto concluso; es un actuante inarticulado, no jerarquizado a priori. Es el sujeto quien, a través de su hacer, va a dar sentido a la villa, quien va a construirla en tanto que objeto semiótico (quien va a ordenar su funcionamiento). Dar sentido es producir la significación, estructurarla y orientarla, consagrar algunos lugares, algunos recorridos.

La villa funciona simultáneamente, pues, como texto -objeto-mensaje que se da para descifrar- y como contexto -espacio que se ofrece a los múltiples recorridos del sujeto- La villa produce unos usuarios de los lugares, crea unos grupos a partir de los signos de reconocimiento.

- Por último, la villa es un actuante sincrético en el que se superponen varios sistemas que remiten a códigos diferentes: visual, proxérnico (el que regula las distancias), dinámico (los desplazamientos), sonoros, sensitivos (olores, impresiones, miedos, etcétera), impresionista (los paisajes urbanos).

LA VILLA COMO RECORRIDO

El hacer de la movida se despliega sobre un recorrido esencialmente nocturno, que obedece a un código de la movilidad. Este código:

- Escapa a la codificación diurna (ética, estética, espacial): por el desplazamiento (en la otra villa, más o menos prohibidá, en todo caso diferente de noche), por la combinatoria (una especie de melting pot social) y las combinaciones espaciales (los recorridos a la carta), por la evolución histórica de los lugares (rehabilitación de determinados barrios del corazón de Madrid y desplazamiento de la movida de Chueca a Malasaña; luego, a Huertas, y luego, de nuevo, a Chueca).

- Crea una forma transversal de socialidad: unos grupos-sujetos mixtos, ni sexistas ni clasistas, que escapan a la categorización socioprofesional.

- Consagra unos lugares marcadores de identidad: reverso de la identidad diurna (pubs, zonas: la zona progre frente a la zona nacional) en un potlatch de identidad, un verdadero carnaval de las apariencias. Lugares inscritos en el cuerpo (el corazón) mismo de la villa por una especie de "tatuaje simbólico" (Anne Cauquelin) a través de un código de señalización (de los seres y de los lugares): deslinde, marcación de un topos tópico que procede por discriminación espacial más que social.

Para analizar los recorridos nocturnos, tomo prestada a la semiótica greimasiana (véase el Dictionnaire de Greimas et Courtés) la noción de isotopía: recurrencia de categorías sémicas que crea unos ejes semánticos, figurativizados en unos temas, que determinan unos papeles temáticos (tendremos, por ejemplo, en el recorrido urbano, el noctámbulo, el mundano, el marginal, el voyeur, etcétera). Tomemos un ejemplo: la categoría del ver se ordena según un eje: ver versus ser visto; obedece a una isotopía escópica que determina el régimen de `visibilidad" (Eric Landowski) del actor. Relacionemos ésta con el tema de la vigilancia (social), del voyeurisme (moral); esta isotopía lleva aparejados papeles temáticos: el voyeur, el vigilante, actuante encarnado por toda una serie de actores (el policía, el destripador, el chulo, el ligón), pudiendo ser figurativizado el objeto (el ser visto) por varios tipos de actores (el exhibicionista, la prostituta, el sujeto en situación de flagrante delito...).

Las isotopías del recorrido de la movida se ordenan alrededor de las siguientes categorías:

1. Diurna versus nocturna. La movida no funciona generalmente más que a partir de las once-doce de la noche...

2. Semana versus week-end. Los modernos prefieren la noche del viernes; el sábado hace hortera.

3. Visible versus invisible. Contrariamente a la cultura del rollo, la movida se despliega a plena luz.

4. Privado versus público. La movida se inscribe en una visibilización de las conductas; no tiene sus clubes como han podido serlo ciertos clubes progres (Oliver, Boccaccio) ni lugares reservados. Participa de una publicitación de lo privado: no hay ya vida privada; el café, el pub, el lugar cultural, se convierten en anexos del domus. El moderno no recibe, va por delante del otro (y de sí mismo...).

Estas diferentes isotopías se inscriben en una estructura de comunicación de dos actuantes, uno que ve y otro que es visto, que rige el intercambio social; esta isotopía fundamental es la del ver versus ser visto, que determina el régimen de visibilidad (Eric Landowski) de los actores sociales, la función escópica que opera en todo intercambio social.

A esto se añaden unas isotopías propiamente espaciales:

5. Horizontal versus vertical. La movida es un fenómeno de superficie (ni cuevas ni reservados): espacio abierto, permeable a la calle, reconocible a la vista, en el que se prefiere el pub al club.

6. Abierto versus cerrado. Distingamos los lugares cerrados: el local (bar, pub, discoteca...), de los lugares abiertos: estadios, plaza de toros, plazas públicas. Todo vale, comenzando por los lugares tradicionales (véase el desfile de moda de Francis Montesinos en la plaza de Las Ventas, de Madrid, en octubre de 1985...).

7. Dentro versus fuera. El espectáculo está también en la calle: terrazas de café (La Bobia para la movida rockera, el café Gijón, el umbral de un establecimiento: El Buscón, en Lavapiés; El Armadillo, anteriormente, con sus dealers, ...).

5. Centro versus periferia. En el origen, ocupación de los viejos barrios de Madrid (Chueca, Malasaña, Huertas); luego, desplazamiento hacia la periferia (discoteca Rock-Ola, Fiesta, Astoria...).

Sin contar las isotopías que remiten a unas categorías tímicas (perceptivas: para el hic et nunc del sujeto) que implican una relación vivida con el espacio: eufórica versus disfórica (familiar versus extraño); la movida procede por exclusión objetiva (función discriminante del código), con respecto a los otros códigos (progre, cutre, macarra, hortera...).

La movida consagra lugares comunes culturales, recorrido obligado del "combatiente de la movida", santuarios de la modernidad, que definen verdaderos recorridos narrativos (definen lbs programas de uso del sujeto) y constituyen los ritos de paso del perfecto moderno.

A. Hemos analizado el otro lugar, la emergencia del pub -versión hispánica- como la esfera de acción de los nuevos sujetos sociales (progres-pasotas) en el inmediato posfranquismo: lugar de producción de los nuevos, actores, y por producción hay que entender tanto el sentido teatral (exhibición pública) corno el semiótico del término (lugar de construcción social de los sujetos); el pub opera, pues, a la vez como figurativiz ación de los sujetos (ésta es su función espectacular) y como marcador de identidad (ésta es su función especular). El pub como espacio escópico produce una dilución del ver, pervierte la lógica del espectáculo (diluye, en consecuencia, la categoría del público): no existe ya en el pub la antinomia mirante versus mirado, puesto que las mismas categorías de la acción estáh perturbadas; el pub pervierte el orden que une un sujeto (mirante) a un objeto (mirado); perturba con ello incluso las instancias de la comunicación (emisor / receptor) y facilita una permutabilidad de los papeles al poder ser el mismo actor a veces sujeto y a veces objeto, destinador y destinatario de la mirada del otro.

El pub autoriza la producción de un sujeto inédito que se exhibe sin inhibición, pero sin ostentación, a caballo entre una modernidad que toca a su fin o que está en crisis: ostentación de las identidades fuertes, de las imágenes de marca -el cine, la publicidad e incluso el discurso político...- y una posmodernidad que comienza, que inaugura una era de la inmanencia. Es la muerte de los dioses de todo género: el dios de la religión, Marx y, por extensión, todos los grandes enunciados de legitimación, en la que el sujeto deviene su propio escenógrafo: libre de asumirse, pero también sólo para asumirse, frente al espejo de lo que habría podido ser...

B. La movida va a recuperar unos lugares informales o que han perdido su función original, lugares con una fuerte connotación urbana (lugares con un valor de uso, de comercio, de producción cultural, hasta incluso ideológica, más o menos anónimos, más o menos desfuncionalizados):

-Una antigua escuela de formación de la Falange (Escuela de Mandos de José Antonio), que, mediante la ocupación salvaje de los lugares, se convierte en el centro de Prosperidad (hasta 1979).

-Antiguos mercados: los mataderos de Legazpi, el mercado de pescado del Rastro.

-Pompas Fúnebres, cambiadas de destino (!) donde se presenta La Fura dels Baus.

- Antiguos estudios de cine (los estudios Bronston).

- Refugios antiaéreos incluso; esta vez, en Valencia.

- Comercios reconvertidos en pubs: La Vaquería, en Chueca; La Vía Láctea, en Malasaña (antiguamente ferretería ... ).

Rehabilitación del espacio urbano que procede por ocupación de los restos del paisaje urbano, de los lugares abandonados, de los desechos de la vida.

C. La movida va a consagrar unos lugares comunes culturales como lugares con un valor de identidad (lugares de intercambio que facilitan el intercambio social y la difusión cultural):

- Cafés consagrados: el Comercial, como lugar de tránsito, de confluencia, primera etapa de un recorrido que se prolonga por otras partes, en los pubs; café La Bobia, donde todo sucede delante del mismo, más que en su interior...

- Filmoteca Nacional de los primeros tiempos, ciclos del cine Griffith...

- Plaza del Dos de Mayo, Rastro, primero, foro político; después, lugar destacado de la modernidad...

D. La movida estimula, por lo demás, una cierta producción cultural (la producción de objetos culturales):

- Revistas: La Luna de Madrid, Madrid Me Mata, Madriz (subvencionada) y Gratix.

- Música: Alaska y los Pegamoides, Radio Futura, Gabinete Caligari, etcétera.

- Representaciones teatrales públicas: el carnaval de Els Comediants en el Retiro, la acción de La Fura dels Baus ante (y sobre) la fachada de Bellas Artes.

- Artes plásticas: los fotomontajes de Ouka Lele... El comic (El Víbora).

- Una cadena de radio (nacional): Radio 3.

- Emisiones de televisión, en- especial la de Paloma Chamorro (La edad de oro).

- Moda, por último (Jesús del Pozo, Francis Montesinos, Adolfo Domínguez...), y la estética de los comportamientos: véase el éxito del eslogan "La arruga es bella" y los cambios de look de un Amancio Prada o de ciertos miembros de la clase política en el poder...

E. La movida ha engendrado un calendario (contextualización temporal):

- Un precedente: las fiestas del Dos de Mayo, las fiestas políticas, el carnaval.

- Las fiestas de San Isidro, en particular en 1985.

- Los festivales, los ciclos (Festival de Otoño...).

La movida incluye una dimensión internacional, ilustrada por las jornadas sobre el espacio europeo. La movida es algo que va desde los conciertos del rock urbano del Rock-Ola hasta el Mahabharata, de Peter Brook, en exclusiva mundial en los antiguos estudios Bronston, pasando por el Napoleón de Abel Gance o la Sinfonía pirotécnica, de Senakis y Hubert, en la plaza de Las Ventas...

F. Por último, la movida encuentra su reflejo en la producción literaria y de los medios de comunicación de masas:

- La crónica de Francisco Umbral, que permite una vulgarización del cheli.

- Las películas de Pedro Almodóvar, de Fernando Colomo, etcétera.. Una serie de películas producidas entre 1978-1981 (lo que he denominado el cine del desencanto) fundan un cine urbano en el que Madrid se sitúa como actuante a parte entera. Estas películas generan un número de mitologías, las de la liberación en particular, que he analizado, a propósito de la búsqueda masculina, en 'Cinema du desencanto. Approche sémiotique d'un film: A contratiempo, de O. Ladoire et F. Trueba", Mélanges de la Casa de Velázquez, tomo XX, 1984.

- Lo que yo he denominado las novelas especulares (Rosa Montero: Crónica del desamor, las novelas-testimonio de Umbral...

Finalmente, unos personajes, a los que nada predestina especialmente al éxito, se ven proyectados al primer plano de la escena (Almodóvar, los hermanos Berlanga, etcétera).

De esta manera, la movida se convierte incluso en un nuevo referente de moda. Una nota de humor para terminar; esa parodia del correo de los lectores en El País Imaginario firmada por Monique Zizique y Jean Loup Garou: "La movida es lo que ha venido a sustituir al Movimiento Nacional: antes, todos los ministros tenían que ser del Movimiento, y ahora, todos dicen ser de la movida...".

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