Problema en Galicia
LA CANDIDATURA de Gerardo Fernández Albor para la presidencia de la Xunta por Coalición Popular no ha obtenido -ni por activa ni por pasiva- la colaboración necesaria de alguna de las fuerzas políticas que se distribuyen el resto de los escaños del Parlamento gallego. En la primera vuelta, que exige mayoría absoluta, Fernández Albor habría necesitado el apoyo de otra formación política. Fracasado en ese intento, el candidato de Coalición Popular tampoco ha conseguido en la segunda vuelta, que sólo requiere la mayoría simple, la abstención ajena precisa para obtener la investidura.Gerardo Fernández Albor confiaba en el apoyo o contaba con la abstención de Coalición Galega (CG), heredera de la extinta UCD y vinculada al proyecto reformista de Miquel Roca. Que esos eventuales aliados del candidato de Coalición Popular le regatearan su respaldo para obtener la mayoría absoluta se hallaba dentro de lo previsible. Sin embargo, la postura beligerante adoptada en la segunda vuelta por Coalición Galega, que ha votado en contra del candidato de Coalición Popular, constituye una significativa decisión. Se abre una etapa de incertidumbre sobre la presidencia de la Xunta, cuyas llaves posee Coalición Calega. Si fracasan posteriores negociaciones para un entendimiento entre Coalición Popular y los reformistas, y si tampoco resulta viable el pacto alternativo entre PSOE, Coalición Galega y Esquerda Galega, serían necesarias nuevas elecciones. Y si la falta de acuerdos entre las fuerzas políticas gallegas fuerza la disolución del Parlamento, incluso la celebración del anunciado referéndum sobre la pertenencia de España a la OTAN podría verse en peligro. En cualquier caso, una crisis política en Galicia de esa categoría podría incluso servir de pretexto para una disolución anticipada del Parlamento español y un adelanto de las elecciones generales.
El doble fracaso inicial de Fernández Albor para lograr su investidura sitúa en el centro de la atención a Coalición Galega, que impidió a Coalición Popular obtener la mayoría absoluta en las elecciones. Los buenos resultados conseguidos en las urnas por los reformistas liderados por Pablo González Mariñas confirma, como enseñanza de carácter general, la existencia de un espacio político, ideológico y electoral entre la derecha conservadora de Manuel Fraga y el PSOE. No conviene infravalorar, sin embargo, las dimensiones específicamente locales del éxito de Coalición Galega, en especial el papel desempeñado por la organización de intereses locales (habitualmente identificada con las redes caciquiles) dejada por UCD y mantenida por Eulogio Gómez Franqueira en las zonas rurales. Mientras Coalición Galega, con un 12,80% de los sufragios en toda Galicia, obtenía resultados inferiores a su media en los territorios más urbanizados e industrializados (el 9,83% en La Coruña y el 8,86% en Pontevedra), su participación se elevaba considerablemente en Lugo (20,36%) y Orense (22,56%).
A la hora de analizar el enfrentamiento de Coalición Popular y Coalición Galega resulta necesario distinguir entre los factores ideológicos y políticos de alcance general y las características propias de la comunidad autónoma. Las maniobras preclectorales de Victorino Núñez, presidente de la Diputación de Orense, que dejó en la estacada a Coalición Galega para subirse al tren de Fraga, y la lucha dentro de Alianza Popular en Lugo pertenecen a ese ámbito específico. Al exponer sus condiciones para votar a Fernández Albor, Coalición Galega se centró en los problemas de gobierno de la comunidad autónoma: aprobación de una ley de coordinación de las actividades de las diputaciones provinciales; distribución no discriminatoria de los recursos asignados a los ayuntamientos por la Xunta y las diputaciones; normal aplicación de la ley de bases de Régimen Local; control de los planes de la Xunta y de las diputaciones para obras de acción comunitaria, y aprobación de una ley de la función pública gallega.
En una perspectiva más amplia, la dureza de Coalición Galega en sus negociaciones con Coalición Popular forma parte de la estrategia habitual de cualquier formación bisagra, dispuesta a elevar el precio de su colaboración cuando los grandes partidos situados a su derecha o a su izquierda necesitan irremediablemente su respaldo. Desde ese punto de vista, la experiencia gallega podría ser considerada como un ensayo general de la política de alianzas que pondrían eventualmente en marcha los reformistas de Roca o Adolfo Suárez en el caso de que las futuras elecciones generales negasen la mayoría absoluta al partido vencedor.
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