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Washington y los aliados de Moscú

Los sutiles distingos sobre los que Washington funda su política con respecto a la Europa del Este pueden sorprender. El secretario de Estado, George Shultz, acaba de emprender por esa región un viaje limitado a tres países: Yugoslavia, Hungría y Rumanía. Ya en 1983 el vicepresidente Bush había hecho la misma selección. Esos países son considerados como más frecuentables que otros.Para Yugoslavia, que desde hace mucho tiempo ha escapado del abrazo soviético, esa distinción se explica sin dificultad. En cuanto a Hungría, es el país que goza de la mejor reputación del bloque, debido a su relativa prosperidad económica y el buen sentido realista que demuestran sus dirigentes. Pero ¿por qué Rumanía, en manos de un hombre que para afrontar con coraje algunas veces el mal humor de Moscú se ha convertido en los últimos años en un megalómano que considera su pueblo como su casa (y de su familia) y lo trata como tal? Nada fácil de explicar a un Congreso americano cada vez más reticente de que Rumanía se beneficie, con Hungría, de la cláusula de nación más favorecida en su comercio con Estados Unidos. ( ... )

Pese a las apariencias, la actitud de Washington tiene cierta lógica. Reposa sobre un principio fundamental, recordado, en vísperas de su viaje, por Shultz, quien escogió para enunciarlo simbólicamente Berlín. La situación de todos los pueblos del Este constituye una violación y no una aplicación de los acuerdos de Yalta, lo que es inadmisible: estos pueblos no han tenido jamás la posibilidad, después de la guerra, de escoger su destino.

Así planteado, se trata para Washington de practicar el arte de lo posible y de estimular a los dirigentes a los que, por una u otra razón, se reconoce un mérito particular, diciéndoles en concreto: "Sabemos que ustedes no pueden hacer todo lo que quieren, pero al menos hagan algo en un terreno 0 en otro".

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Naturalmente, esa actitud irrita a los soviéticos. La agencia Tass ha reaccionado violentamente contra las declaraciones de Shultz, calificándolas de vana tentativa para minar la unidad de la comunidad socialista.

Pero el criterio del éxito es evidentemente la eficacia, y sobre este punto Washington puede vanagloriarse de algunos éxitos.

Es, sin duda, con Polonia con la que la situación es más delicada. Estados Unidos se esfuerza en practicar con Varsovia una política de pequeños avances, haciendo depender algunas concesiones de la actitud adoptada por el general Jaruzelski hacia la oposición. Así, han esperado la aplicación completa de la amnistía decretada en 1984 para levantar su veto a la entrada de Polonia en el Fondo Monetario Internacional (Rumanía y Hungría son ya miembros).

Luego se han producido nuevas detenciones, y el régimen de Varsovia, pese a todo, ha logrado algunos éxitos espectaculares de política exterior que colocan a Washington en una situación incómoda. Sin duda, por esta razón, Shultz ha declarado que los progresos en las negociaciones con el Este dependerán ante todo de la unidad y de la perseverancia de los occidentales.

17 de diciembre

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