Ceuta y Melilla
Todavía tengo frescos en el recuerdo los enojos cínicos de nuestros mandos en el Sáhara, cuando la visita del secretario general de la ONU se convirtió en plataforma de las reivindicaciones de todo el pueblo saharaui, hastiado de la arrogancia y miseria de la nación que les colonizó."Se quejan de vicio; si no han vivido nunca como con nosotros", decían los unos, mientras los otros rebuscaban en los basureros de El Aihún algo para sobrevivir.
Los príncipes del desierto se convirtieron por obligada necesidad en el relleno democrático de las ciudades cuartel de esas desérticas tierras. Ahora eran los jai, algo de lo cual siempre hay que sospechar; son holgazanes y traicioneros y, por supuesto, totalmente incultos e ignorantes.
Todas estas brillantes hipótesis humanistas hicieron que nuestro Estado y sus pueblos se enterasen el mismo día de la llegada del secretario general de la ONU que ese pueblo de piel cetrina que poblaba su colonia pensaba, quería y odiaba como cualquier pueblo de la Tierra.
Ya han transcurrido 10 años desde que acabó nuestra pesadilla (que no la suya) y ahora, reforzados por los vientos de cambio y libertad que han bañado nuestra nación y amparados por la Constitución, depositaria de los sagrados valores antes citados, millares de melillenses y ceutíes musulmanes piden lo que todos hemos reclamado a gritos, y algunos con su vida durante un sinfin de décadas: justicia, libertad, igualdad y salir de esa miseria donde están hacinados en barrios chaboleros tercermundistas, como son los del Príncipe, Las Latas o Benzú, en Ceuta. Reflejo de algún fantasma que no debemos permitir sea lo único que hereden de nuestro pueblo, que, al menos en teoría, cabalga hacia ese horizonte de futuro y progreso entrelazado con el respeto a los valores más puros del humanismo universal.
Fue significativo el hecho del presidente González prometiendo, en su discurso de investidura, dar prioridad a las necesidades urgentes de justicia social a un grupo de minorías étnicas que lo necesitaban.
Como ciudadano español, espero y deseo que nuestro Gobierno sepa dar una respuesta digna de los valores que representa, y no exclusivamente por boca del Ministerio del Interior, como ha sido el caso últimamente, sino de todo el Ejecutivo, adoptando medidas justas y no cubriéndose con palabras y decisiones coercitivas para que cuando tengan lugar a ello su recuerdo hacia nuestra nación sea sinónimo de amistad, solidaridad y respeto, que son las bases que cimentan la unión y confraternidad de todos los pueblos del mundo.
No caigamos en terrenos de arenas movedizas, como son el desprecio, el racismo y el odio.-
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