Más de la mitad de las zonas húmedas del planeta han desaparecido en este siglo
Dos relevantes instituciones, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y sus Recursos (UICN) y el World Wildlife Found (WWF), han decidido centrar sus esfuerzos a lo largo de los dos próximos años en lograr la conservación de las llamadas zonas húmedas del planeta. Desde 1910 hasta la actualidad ha desaparecido cerca del 60% de las mismas. En España, donde entre 1940 y 1985 ha disminuido en más de un 50% estas zonas, la Federación de Amigos de la Tierra (FAT) y otras asociaciones están desarrollando también una campaña dirigida a la salvación de tales ecosistemas.
Las zonas húmedas, según la definición del Convenio de Ramsar, principal instrumento jurídico internacional dirigido a su protección, son todas las "marismas, pantanos, turberas o aguas de régimen natural o artificial, permanentes o temporales, estancadas o corrientes, dulces, salobres o saladas, incluyendo extensiones de agua marina cuya profundidad en marea baja no exceda de los seis metros". Este amplio enfoque incluye no sólo las tradicionales lagunas y marismas, sino igualmente riberas de ríos, arrecifes de coral, deltas, rías y estuarios.
La diversidad genética
En la actualidad, tan solo el 0,4% del territorio español esta cubierto por este tipo de ecosistemas, mientras que en el año 1940, las zonas húmedas aún ocupaban alrededor dé un 1%. La extraordinaria importancia de estas zonas se debe, en el aspecto ecológico, a que son el caldo de cultivo en donde se desarrolla la vida, ya que la cantidad y diversidad de especies que habitan estos espacios, aseguran el mantenimiento de la diversidad genética. Y, en el aspecto económico, su importancia se corresponde con el hecho de que aproximadamente el 80% de las pesquerías mundiales depende de los humedales costeros, los más afectados por las modificaciones creadas por el turismo y por las instalaciones portuarias e industriales que buscan estas zonas por las facilidades de transporte que ofrecen.Las investigaciones científicas realizadas al efecto, conducen a la conclusión de que, lejos de encontrarnos ante territorios improductivos, insalubres y despreciables, algunas de estas áreas son fuente de inestimables beneficios.
Aparte de los derivados de la pesca, influyen también en el mantenimiento de los niveles freáticos, el control natural de crecidas, la protección de las costas, la depuración de aguas contaminadas, la conservación de la fauna silvestre o las actividades educativas y recreativas.
Uno de los casos más ilustrativos de los que aún sobreviven en Europa es el del llamado mar de Wadden, que en su parte holandesa, exclusivamente en el sector pesquero en el que trabajan 80 embarcaciones y 400 personas, produce unos beneficios superiores a los 2.500 millones de pesetas al año. Su desecación, finalmente impedida, hubiera afectado a las pesquerías del mar del Norte en más de 15.000 millones de pesetas al año de pérdidas, debido a su papel básico para la cría y alevinaje de especies que luego son pescadas en mar abierto.
En España, en la actualmente degradada albufera de Valencia la pesca ha descendido alarmantemente Con las rías gallegas podría suceder otro tanto. No obstante, en la de Pontevedra, por ejemplo, pese a su grave estado de degradación y contaminación, aún se obtienen seis millones de toneladas de pescado al año y 75.000 kilos de moluscos.
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