Alianza entre arte y verdad
Una, dos, tres exposiciones individuales, casi seguidas, en el corto espacio de tres años, desde 1982 a 1985. Cada una de ellas, además de resonancia fuerte, auténticos aldabonazos.Quien da muestras de un vigor semejante, de esta borrachera creativa, no es precisamente un joven ambicioso, sino el conocido pintor sevillano, nacido en Marchena el año 1930, Alfonso Fraile, cuyo sabio virtuosismo de viejo maestro, con 30 años de experiencias a sus espaldas, se foguea últimamente con pasión y ahínco adolescentes. ¡Qué mezcla explosiva!
La convocatoria, que ahora patrocina, con una presentación a todas luces encomiable, el Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC), se anuncia como Affonso Fraile: obra 19761985. ¿Se trata, pues, de una retrospectiva de los 10 últimos años de producción del pintor?
En cierta manera, así es, si atendemos al hecho de que la exposición cuenta con una selección de 83 cuadros, los primeros de los cuales datan de 1976 y los últimos del presente año. No obstante, un ojo sagaz o simplemente bien informado se percatará enseguida de que, tras esta retrospectiva formal, que cumple con todos los requisitos de facilitar una visión muy completa de la que está resultando la mejor etapa artística de Alfonso Fraile, hay algo más.
Y ese algo más reproduce, intensificándola, la misma emoción que viene provocando la obra última de este pintor desde aquella muestra memorable que presentó en la primavera de 1982 en la galería Theo, donde enseñó las primeras cosas que pudo realizar tras padecer una grave intervención quirúrgica.
Los que entonces nos quedamos pasmados y conmovidos con lo que este creador había sido capaz de extraer del oscuro hondón de su alma alucinada, pensamos, en buena lógica, que difícilmente podría nadie dar más de sí.
Pues bien, este Alfonso Fraile en vena, un fanático pintor ensimismado, no se cansa de desmentirnos una y otra vez. A esta primera ocasión le siguió otra en 1983 de efecto reduplicado y, por si fuera poco, se acaba descolgando ahora mismo con una apabullante retrospectiva, que, en realidad, no es sino una excusa escenográfica para representarnos los 32 cuadros sobrecogedores que ha pintado en estos dos últimos años.
Sacudida al contemplador
Con todo lo que de teatral tenga, en el buen sentido, el presente montaje, la perspectiva temporal que abarca nos permite precisar el diapasón de este misterioso proceso de intensificación creadora de Alfonso Fraile y distinguir lo que en él hay de destilación cualitativa propia de una madurez sabia y lo que tiene de fascinante embriaguez desesperada. De auténticas, reales y rabiosas ganas de pintar.
De esta manera, cuadros como los titulados Noche habitada, Gente fina, Amarillo-azul, señoritas y un perro o el tríptico 143 personajes nº 1, nº2 y nº 3, fechados todos entre 1976 y 1977, constituyen ya un refinado preludio de la apoteosis venidera, pero es a partir de las series Dieciséis por uno, Píntame realista, Gafas nº1, gafas nº 2, gafas nº 3 o Cuatro negros, de 1982-1983, cuando el contemplador se siente sacudido por extraños y hermosísimos escalofríos.
Y es que las elegantes cualidades velazqueñas del soberbio colorista que es Fraile se ven animadas por el violento redoble de una conciencia y una sensibilidad purificadoras, desatadas en la orgía de una inocencia salvaje, incontenida e incontenible.
Nada, empero, resiste la comparación con el punto al que ahora hemos llegado, llevados por la mano de esta febril criatura enloquecida, enajenado por la pintura, que pinta como un poseso, que no nos deja respiro, creador del silencio. Los 30 últimos cuadros, realizados en 1984 y 1985 y mostrados en público por primera vez en el MEAC, son, en efecto, una sucesión prodigiosa de obras maestras, sin paréntesis ni desmayos, sin concensiones, sin vueltas.
Comienza la sinfonía con las Papelmas nº1 y nº 2 y, desde ahí, da igual, ya sea los Dípticos de dos, el Sexteto para un trío, el extraordinario Díptico de una nº 1, los Dieciséis por uno nº 9 y nº 10 o la increíble serie de retratos finales, todo el conjunto es de una fuerza anonadante.
Es la suprema alianza entre el arte y la verdad, ese estado de gracia que muy pocos credores alcanza.
Sí, Alfonos Fraile anda inspirado, está borracho de sí.
Babelia
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