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EGIPTO - LIBIA: DEL SECUESTRO A LA CRISIS

Creciente deterioro de relaciones entre El Cairo y Trípoli

El desentendimiento Mubarak-Gaddafi alcanza sus cotas más altas

El secuestro palestino, hace una semana, de un avión de Egypt Air que enlazaba Atenas con El Cairo y su sangriento desenlace ha derivado a una seria crisis política entre Egipto y Libía. Trípoli, acusado por los egipcios de instigar aquella acción, afirma a su vez que el presidente Mubarak, con apoyo norteamericano, prepara una invasión de su territorio. Las informaciones de una cadena de televisión estadounidense, según las cuales buques soviéticos están desembarcando en Libia modernos misiles de más de 300 kilómetros de alcance, contribuyen a caldear un ambiente ya muy enrarecido. Ayer llegaron a El Cairo desde Malta los restos de la mayoría de las víctimas de la tragedia.

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"Mi país es incapaz de hacer cosas semejantes", contestó ofendido al teléfono el ministro libio de Asuntos Exteriores, Ali Abdesalam Triki, cuando el pasado domingo le llamó su homólogo egipcio, Esmat Abdel Meguid, para advertirle de que tenía la "impresión de que Libia había fomentado la operación" de desvío a La Valetta, en Malta, del avión secuestrado de Egyptair, y esto, añadió Meguid, "es muy peligroso".Al menos una vez, sin embargo, el régimen del coronel Muamar el Gaddafi ha sido pillado in fraganti, cuando su radio oficial anunció a bombo y platillo, hace un año, la "ejecución" del "traidor y perro bastardo" Abdel Hamid Bakush, ex primer ministro libio del rey Idriss, emigrado desde 1977 en Egipto, donde obtuvo asilo político.

Informada Trípoli por uno de sus agentes en Malta del exitoso asesinato de Bakush, se dieron inmediatamente instrucciones a la emisora libia para que difundiese la noticia. Pero, en realidad, los cuatro mercenarios encargados de acabar con su vida habían sido detenidos previamente por la policía egipcia, que fotografió, no obstante, al ex premier tumbado en el suelo con un colorante rojo esparcido por la cabeza para simular su muerte violenta.

Al recibir los negativos, el contacto libio en La Valetta no tuvo la menor duda del éxito del atentado, y se lo comunicó a sus superiores en la Yamahiria, que se autodelataron a través de las ondas.

Reincidencia libia

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En absoluto escaldados por su fracaso, los libios volvieron a la carga a principios de noviembre, enviando a través de su frontera oriental, en un Land Rover Toyota, a cuatro comandos suicidas con orden de asaltar el restaurante King Marriot, de Alejandría, donde Bakush almorzaba con una docena de exiliados. La policía, prevenida, les dio el alto antes de que entrasen en el establecimiento y se produjo una refriega a tiros en la que resultaron varios heridos. Los candidatos al suicidio se rindieron después, según fuentes independientes.Estos episodios, dignos de novela de espionaje, ilustran espectacularmente las tensas relaciones entre Egipto y Libia desde que trascendieron los primeros indicios sobre un posible acercamiento entre el asesinado presiden e Anuar el Sadat y el premier israelí Menájem Beguin. Acercamiento consagrado, más tarde, por el viaje del rais a Jerusalén, en noviembre de 1977.

Cuatro meses antes, la marcha de las masas libias en dirección a la frontera oriental de la Yamahiria causó una miniguerra entre ambos países, y es probable que Sadat llegase incluso a acariciar entonces la idea de invadir a su vecino occidental. Por ese motivo pidió a Washington garantías sobre la no intervención de la Unión Soviética en caso de conflicto generalizado con Libia, según explica el norteamericano Edward Haley en su libro Gaddafi y EE UU desde 1969. Pero eran tiempos de la Administración de Jimmy Carter, y el rais no recibió la luz verde estadounidense para montar una operación contra el coronel Gaddafi.

Ahora el morador de la Casa Blanca Ronald Reagan, y un informe de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), dado a conocer a principios de noviembre por el diario Washington Post, señala que una intervención armada extranjera", que sólo puede llevar a cabo Egipto, sería una de las maneras de derrocar a Gaddafi. Hace falta que el presidente Hosni Mubarak se deje convencer...

El sucesor de Sadat entró en el palacio de Uruba, hace cuatro años, con las mejores intenciones Sus deseos apaciguadores le condujeron a recomendar a la Prensa egipcia que evitase recurrir al anatema cuando mencionase a Gaddafi, y este último se ilusionó lo suficiente sobre Mubarak como para proponerle, según se ha escrito en El Cairo, una ayuda económica de 5.000 millones de dólares a cambio de una denuncia de los acuerdos de Camp David firmados con Israel.

Ni Mubarak se dejó seducir por una oferta que representaba el doble lo que recibe anualmente de EE UU, ni el tono comedido de los grandes rotativos cairotas logró impedir que se disipasen las ingenuas esperanzas del líder de la Yamahiria. De cuando en cuando, Gaddafi sigue aún enviando a parientes-emisarios a El Cairo, donde el presidente egipcio se niega a recibirlos.

La incipiente luna de miel egipcio-libia quedó definitivamente trastrocada por el primer capítulo del rocambolesco asunto Bakush, y los periódicos egipcios ni siquiera tuvieron que hacer alarde de imaginación a la hora de atacar a Gaddafi. Les bastaba con reproducir las palabras del rais, que en sus diatribas le describía como un "aventurero al servicio del terrorismo internacional", a lo que su adversario libio contestaba denunciándolo como "agente secreto a sueldo de la CIA".

Desde una abortada voladura de la Embajada de EE UU en El Cairo, hasta un fracasado intento de apoderarse de un moderno cazabombardero egipcio F-16, pasando por los proyectos de bombardear la gigantesca presa de Asuán y de atentar contra la vida de varios dirigentes occidentales y árabes, el elenco de las acusaciones formuladas por el Gobierno egipcio contra el autor del Libro verde es interminable.

Pero más aún que esta lista o que las repercusiones econónacas de la reciente expulsión, a veces en condiciones inhumanas, de vanas decenas de miles de emigrantes egipcios en Libia, lo que de verdad preocupa a El Cairo es la influencia que ejerce ahora el régimen de Trípoli en Jartum, capital de Sudán. Ambos Gobiernos firmaron en verano un pacto militar y Egipto considera a Sudán como parte integrante de su "profundidad estratégica".

Crispación militar

Hasta que se realice el sueño del derrocamiento de Gaddafi -la Prensa cairota da cuenta ocasionalmente de motines y atentados contra el dirigente libio abortados en Trípoli-, Libia es para Egipto su peor enemigo, y no en balde El Cairo mantiene desde 1977 a más de la quinta parte de su medio millón de hombres en armas desplegados en estado de alerta a lo largo de su confín occidental, cerrado y parcialmente minado.Cada vez que Gaddafi gritaba hasta ahora "al lobo" de la inminente invasión egipcia, Mubarak le desmentía, aunque le amenazaba también con una "réplica violenta y despiadada" si proseguía sus intentos de desestabilización del país de los faraones.

Tras el secuestro del avión de Egyptair, el rais, por primera vez, se ha mostrado evasivo a la hora de contestar a preguntas sobre una intervención armada egipcia contra Libia, recordando ambiguamente que "la guerra no es una cosa simple", que "ningún acto terrorista permanecerá impune", pero que los egipcios "no desean la guerra, sino que aspiran a vivir en paz". ¿Ha llegado su paciencia a su límite.

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