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Ahora es cuestión de la policía

Andrés Ortega

La parte española de la organización de Europalia -en este caso, el comisario general, Luis González Seara-, por inverosímil que parezca, no fue informada del robo hasta pasadas casi 24 horas. "No nos informaron hasta las once de la mañana del jueves", indicó Seara. La policía española, según Seara, sí fue informada inmediatamente a través de la Interpol.Casualmente, el anuncio se produjo después de terminada una emisión en directo desde Bruselas -ayer, entre las nueve de la mañana y la una de la tarde- dedicada a Europalia y temas europeos, del programa Protagonistas, de la COPE. El director de ese programa, según fuentes de la emisora, sí conocía a través de Seara la noticia desde la víspera, pero se había comprometido a no divulgarla. En ese programa participamos varios corresponsales españoles. Saludamos a Seara hacia las 11.35 y el comisario no dijo nada sobre el robo.

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Un cuadro de Juan de Flandes robado en Bélgica en una exposición de Europalia

Seara dio su versión de los hechos insistiendo en que "lo importante es recuperar el cuadro". No quiso cifrar el valor asegurado del cuadro por razones de seguridad e hizo hincapié en el valor histórico y artístico de la obra más que en el dinero.

Preguntado unas horas después, en una nueva reunión con la Prensa, sobre si se iban a tomar nuevas y mayores medidas para proteger los cuadros prestados por España al festival Europalia -hay unas 1.800 obras de arte, venidas de España-, Luis González Seara contestó: "¿Más medidas? Las exposiciones tienen sus medidas. Aunque se tomen todas las medidas, esas cosas pasan".

Los monjes de la cartuja de Miraflores fueron informados ayer primero por las redacciones de los periódicos españoles que llamaron- al convento. Seara se mostró extrañado, pues había enviado un telegrama a la cartuja, ayer por la mañana, pasadas casi 48 horas del robo. [El prior de la cartuja, padre Chávarri, manifestó ayer a Europa Press su disgusto por la desaparición de la obra, uno de los primero regalos que hizo Isabel la Católica a la cartuja en la época fundacional, cuando los Reyes Católicos se comprometieron a traer hasta Miraflores al propio pintor. En Madrid, el ex director general de Bellas Artes de UCD, el historiador Javier Tusell, que había advertido sobre el peligro del traslado de estas obras al extranjero, declaró ayer que lo ocurrido exigía "la dimisión del ministro de Cultura, Javier Solana, y la "salida inmediata y definitiva de la vida política de Luis González Seara, comisario general de Europalia 85"].

Según Seara, el ministro belga de Asuntos Exteriores, Leo Tindemans, había comunicado a su homólogo español, Francisco Fernández Ordoñez, que "toda la policía belga está volcada sobre este caso".

Sobriedad

El Ecce homo de la cartuja de Miraflores es, dentro de la sobriedad de su confección dramática, una pieza de rotundo impacto, poco conocida en el conjunto de obras atribuidas a Juan de Flandes, esos delicados fulgores que el maestro flamenco dejó por las tierras castellanas de la reina Isabel, escribe Fernando Huici. Pintada sobre tabla de nogal, la obra nos remite a la tradición de los iconos. Sobre un fondo de oro, orlado por flores de lis y caracteres góticos, el rostro de Cristo es presentado en una plena frontalidad, al modo de la "vera faz", surcado por profundas arrugas y bañado por el sudor y las gotas de sangre. Toda la atención queda centrada en el intenso patetismo de este rostro, emblema único, cuya semejanza -en una versión más marcada aquí por las huellas de la pasión- con las fisonomías de Cristo en obras como el Ecce homo del retablo mayor de la catedral de Palencia o el Bautismo de la propia cartuja de Miraflores ha sido argumentada en favor de su atribución.

La tabla ha sido fechada hacia el año 1500, identificándola con la que se menciona en un inventario del siglo XVIII que se conserva en los archivos de Miraflores y según el cual habría formado parte de la ornamentación frontal de un tabernáculo. Conservada habitualmente en la clausura de la cartuja, la tabla había sido de difícil acceso público antes de esta ocasión en que la incierta fortuna la lleva hasta la magnífica exposición del Museo Memling de Brujas, para perderse, según parece, entre las brumas de esa misteriosa ciudad del norte en la que se gestaron tantos otros secretos devotos de la pintura al modo de los que Juan de Flandes trajo hasta la luz del sur.

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