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España apoya en la FAO el pacto de seguridad alimentaria mundial

Juan Arias

Ayer fue el turno de España en la asamblea mundial de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) que este año reviste un interés particular por celebrarse a la vez el 40 aniversario de su fundación. La intervención española, presentada a la asamblea general en nombre de toda la delegación por Julián Arévalo, presidente del Fondo de Ordenación de Precios y Productos Agrarios (Forppa) ha sido escuchada con especial atención porque la entrada de nuestro país en la CEE convierte a España en una interlocutora privilegiada con el gran mundo de América Latina y del norte de África.

La decisión de España, expresada ayer por Arévalo, de apoyar "fervientemente" el nuevo pacto de seguridad alimentaria mundial, uniéndose en este caso también al voto unánime de la CEE, fue acogida con gran alivio por todos los países del llamado mundo del subdesarrollo. Baste pensar que sobre el importante tema aún no se han pronunciado países claves, como Estados Unidos, Australia, Canadá y Japón.

Pero España, que estaría dispuesta en este caso a superar el valor por ahora sólo ético de dicho pacto para concederle mayor peso jurídico, destacó ayer que éste quedaría desvirtualizado si antes no se pone un claro empeño en " superar la actual crisis económica", sin lo cual ningún pacto podría dar frutos positivos y concretos.

Colaboración internacional

Otro de los puntos presentados por Arévalo en nombre de la delegación española, es que los problemas de la crisis económica -"y del hambre en definitiva"- no se pueden resolver con salidas meramente individualistas, sino de respiro y colaboración internacional.En lo que se refiere al tema del "proteccionismo", que había sido tocado con cierta reticencia por el presidente François Mitterrand Arévalo afirmó: "la política excesivamente proteccionista practicada en relación con los mercados agrarios y sus secuelas; la superproduccíón relativa y la necesaria realización de los excedentes resultantes, envilece las relaciones económicas internacionales, provoca la aparición de guerras comerciales y distorsiona la asignación de recursos a escala mundial". Y añadió: "la consecuencia última es, inevitablemente, un reforzamiento de la propensión al aislamiento y la búsqueda utópica de imposibles soluciones individuales, y ello en demérito de la cooperación colectiva".

Tras haber recordado la cooperación concreta, generosa y convencida, de España a la FAO y la importancia de la inminente entrada de España en la Comunidad Económica Europea, Arévalo concluyó diciendo: "los españoles somos sensibles a la llamada de la historia y de la cultura comunes y aspiramos a constituirnos en puente de entendimiento entre los pueblos y Gobiernos, sin ápice de paternalismos trasnochados y pleno deseo de cooperación entre iguales".

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