Un grupo rotundo y visceral
Los músicos olvidan a veces que es imposible mantener el máximo nivel de atención durante un largo período de tiempo. Un discurso, por profundo y perfecto que sea en su contenido, necesita ser puntuado, estructurado.En la música improvisada, el problema se hace más agudo: la previsión del solista es sólo general -cuando existe-, y no hay que perder de vista que la música, entre otras cosas, se hace para ser escuchada. No hablo de endulzar o, como se dice ahora, comercializar la música, sino de que la percepción se atiene a unas leyes que no se pueden pasar por alto.
El cuarteto de George Adams y Don Pullen que ha actuado en el Festival de Jazz de Madrid es un grupo rotundo, fuerte, visceral, intenso, que puede llegar a ser agotador. Elvin Jones es un improvisador que puede estar horas y horas haciendo cosas distintas, y se ensimisma tanto que se olvida de dejar un momento de respiro al que escucha. Un concierto con ese programa puede resultar, y resultó, un poco excesivo, aunque mucha gente no estará de acuerdo: les envidio su capacidad de concentrarse.
Festival de 'jazz' de Madrid
George Adams-Don Pullen Quartet, Elvin Jones, Roy Haynes y Joe Chambers & Quartet. Teatro Pavón. Madrid, 10 de noviembre.
George Adams y Don Pullen nos visitaron no hace mucho con la misma formación -Cameron Brown al contrabajo y Dannie Richmond a la batería-, aunque bajo el nombre de The Last Mingus Band (no confundir con, la Mingus Dinasty del próximo domingo).
En esta ocasión todos estaban en plena forma, incluyendo a Cameron Brown, mucho más dueño de sí mismo que entonces, cuando parecía que el contrabajo era quien le sostenía a él, y no al revés.
A diferencia de Mingus, su maestro, el grupo no se preocupa excesivamente por la construcción de los temas -gran parte de los firmados por Pullen son triviales por completo- y sí de la improvisación, definida por el prisma que he comentado y cuyo acierto sólo se puede concretar en relación al gusto personal de cada uno, porque de lo que no cabe duda es de tocan con una solidez y una imaginación casi brutal.
Particularmente expresivo resulta Adams, de quien además es necesario señalar su calidad y, univocidad en el sonido. Sólo Adams tiene ese timbre compacto y definido que parece trabajado con un compresor porque su efectividad es la misma en todas las regiones, desde los graves profundos hasta los armonicos más aflautados.
Hay que decir que en un festival en el que los baterías no han figurado en primer plano, pero en el que su calidad ha sido manifiesta noche tras noche, la sesión de las baterías maestras resultaba particularmente atrevida y atractiva.
Atractivo
El atractivo se diluyó parcialmente en la longitud del concierto, y el atrevimiento estaba en el cartel, no en la escena. Las tres baterías a la vez sólo se unieron en un blues (¡menudo compromiso!) en el que -a excepción de unos pocos minutos en los que consiguieron entenderse los tres a la vez- sobraban, por lo menos, dos baterías.Eso sí, Roy Haynes es increíble, Elvin Jones tiene un sentido del metro excepcional (es el único que conozco capaz de hacer elástico el compás de un conjunto instrumental, salvaguardando la unidad del todo, y su Jazz Machine se adapta a él como un guante), y Joe Chambers es tan parco en la batería como en el piano. Es una pena que no se pusieran de acuerdo más que en el programa.
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