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ANÁLISIS

Estados Unidos-Perú, disparo en profundidad

Interrogado sobre los efectos políticos de la declaración de Perú como "valor deteriorado" por parte de las autoridades bancarias norteamericanas, un portavoz de la Embajada de Estados Unidos prefirió ser parco con EL PAIS. Sólo dijo que "estamos tratando de ayudar al Gobierno de Perú".Curioso gerundio, en todo caso. ¿Tratando, pero no pudiendo? Es bien posible que sea así. Esto es, que la dinámica del conflicto no tenga como motor al Departamento de Estado, sino a quienes están alimentando ideológicamente el tradicional temor de los Gobiernos conservadores frente al nacionalismo latinoamericano.

Desde esta perspectiva, resulta interesante recordar aquel primer dardo, publicado hace dos meses en el Wall Street Journal, según el cual el presidente peruano era "marxista". Ello obligó a una declaración de la Comisión Nacional de Ideología y Doctrina del APRA en la cual señala que el partido sólo acepta hegelianamente al marxismo, pero que lo niega como-ortodoxia congelada". En cualquier caso, quedó claro, en Estados Unidos, que el nacionalismo del APRA no es de tendencia, conservadora y que los apristas no se hacen ninguna ilusión con la "magia del mercado".

Lo delicado es que, partícipe o no de las aprensiones ideologizantes, el Departamento de Estado les ha hecho el juego. El 23 de septiembre marca en esto una fecha clave o, mejor dicho, un encontronazo clave: el del secretario de Estado George Shultz con el presidente García, tras el discurso que éste pronunciara ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Según un testigo, más que fría, fue una reunión durísima. Shultz ni siquiera intentó un saludo protocolario, con las alusiones de estilo a la amistad de los pueblos -o a los factores de acercamiento. Derechamente, llegó a plantear a García su disgusto porque, a su juicio, el contenido antiimperialista de su discurso sólo había apuntado contra Estados Unidos. Además, consideró insultante la alusión a los drogadicto de la Grand Central Station, con la cual el líder peruano ilustró la actitud comparativamente cómoda de la Administración Reagan en la lucha contra el narcotráfico. Lo notable es que García no vaciló en responder en el mismo tono duro. Enfatizando sus palabras con la admonición de su índice derecho, declaró inaceptable la interpretación del secretario de Estado, rechazó su acusación sobre supuestos insultos al pueblo norteamericano e insistió en su admiración por líderes norteamericanos como Lincoln, Washington, Jefferson, Roosevelt y Kennedy. Una manera clara de decir que no admira a Reagan.

Los principios no pagan

En estas circunstancias, era previsible que el estatus crediticio de Perú estuviera en la primera línea de fuego. El Gobierno anterior del arquitecto Fernando Belaúnde había incurrido en mora en el pago de los intereses de la deuda y no había cumplido con los términos de las refinanciaciones acordadas. Pero este Gobierno de Alan García colocó tal situación de hecho sobre bases principistas, dispuso que Perú no podía pagar la deuda tal como estaba estructurada y, por tanto, limitó el cumplimiento de sus obligaciones al 10% del valor global de sus exportaciones.Era una audacia nacionalista que no sería mirada con comprensión por un Gobierno como el de Reagan, y así lo previó el propio García en su discurso de la ONU: "la deuda peruana ya es valor deteriorado", dijo desafiante.

Cinco semanas más tarde, las autoridades monetarias y financieras de Estados Unidos declararon efectivamente que la deuda peruana a medio y largo plazo era un "valor deteriorado". Naturalmente, las implicaciones económicas de la calificación técnica no son baladíes. Perú, frente a la hipersensible comunidad financiera internacional, queda colocado en el mismo nivel que Bolivia, Sudán, Polonia y Zaire. Por tanto, no sólo la banca norteamericana será reticente para abrir sus ventanillas ante las solicitudes peruanas. De otro lado, la medida obligó al Gobierno a prorrogar la congelación de los ahorros peruanos expresados en dólares, para evitar el drenaje de las reservas monetarias, hoy vitales para mantener las operaciones de comercio exterior a corto plazo. Una medida que puede implicar impopularidad.

El presidente García ha preferido poner el énfasis en el significado político de la medida bancaria. "Lo único que se ha deteriorado de verdad es el sistema internacional del capitalismo", dijo el miércoles pasado, en un vibrante discurso ante los trabajadores de la empresa estatal Pescaperú, en el puerto de El Callao. Manifestó además que tras la medida técnica había un acto de represalia por "nuestra actitud nacionalista". Esto es, por la decisión de limitar al 10% el pago de la deuda. En el poder legislativo, el rechazo a la medida ha sido prácticamente unánime: quienes no opinan que se trata de una agresión imperialista, estiman que, en cualquier caso, los peruanos deben unirse frente a la actitud de los banqueros norteamericanos.

La municipalidad de Lima, liderada por su alcalde, Alfonso Barrantes -quien fuera el candidato presidencial de la Izquierda Unida, segunda fuerza electoral-, ha convocado a una protesta callejera contra "la agresión norteamericana", para el viernes día 8, que debe culminar con la entrega de una declaración al embajador de Estados Unidos, David Jordan.

La primera batalla

Son escasas las voces que, en la emergencia, tratan de limitar los alcances políticos de la medida. Entre ellas, la del analista del diario Expreso Manuel d'Ornellas, quien manifestó su temor de que se desencadene una dinámica tendente a estrechar vínculos con los países del socialismo real. Por su lado, el tradicional y conservador diario El Comercio editorializó señalando que no puede hablarse de una agresión norteamericana, "como lo señalan algunos medios extremistas".Es que, de algún modo, el recetario simplista de la Administración Reagan también puede servir para radicalizar la actitud del Gobierno peruano. Carentes de sofistificación y excesivamente arrogantes, los hombres de Reagan no aspiran a convencer, sino a vencer. Como si la historia no existiera.

Puede decirse, entonces, que estamos frente a los partes de la primera batalla, tras las escaramuzas de la enmienda Brooke-Alexander.

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