Rey sin batalla
¿Es Otac na sluzbenon putu un filme con suficiente categoría para ganar en Cannes? Si nos ceñimos estrictamente al material proyectado dentro de la selección oficial, el filme de Kusturica figura entre los tres o cuatro de mayor mérito, y si repasamos el palmarés de Cannes a lo largo de los últimos 20 años descubriremos varios títulos premiados dignos de sonrojar a casi cualquier jurado y otros muchos estrictamente anodinos, filmes bien realizados, de un apreciable valor técnico pero sin ese algo especial que se supone ha de tener un producto que logra el máximo reconocimiento en el festival más importante del mundo. El trabajo de Kusturica quizá no posea ese algo, pero no es una película estrictamente convencional la que ha nacido del mismo.Otac na sluzbenon putu, en palabras de su director, "no quiere ser ni juez ni intérprete de la historia. Tan sólo pretende mostrar el drama de un niño de seis años cuyo padre es víctima de un período histórico en el que los servicios secretos yugoslavos, intentando enfrentarse al estalinismo, han cometido errores". A continuación invoca el espíritu de Jean Vigo y rechaza cualquier intento de etiquetarle como una expresión de las voces disidentes del Este. Lo cierto es que la admiración hacia Vigo no se nota en el filme, y sí en cambio unos planteamientos parecidos a los que hicieron famoso al Forman que preludiaba la primavera de Praga, es decir, la sabia mezcla de melancolía y humor, que surge casi siempre de la capacidad para tratar cómicamente situaciones tristes, un talento del que salen malparados los burócratas, los personajes que ven el mundo de manera rígida y unívoca.
Otac na sluzbenom putu (Papá está en viaje de negocios)
Director: Emir Kusturica. Intérpretes: Moreno de Bartoli, Miki Manojlovic, Mirjana Karanovic. Guión: Abdulali Sidran. Fotografía: Vilko Filac. Música: Zoran Simjanovic. Yugoslava, 1985. Palma de Oro del Festival de Cannes 1985. Cine Alphaville.
El niño de seis años al que se refiere el director -Kusturica, nació en 1955 y es, por tanto, ajeno a la experiencia directa de lo que cuenta- no es el auténtico narrador.
El hecho mismo de que él sí crea en la explicación oficial que sitúa a su padre detenido en un prolongado viaje de negocios, priva de malicia su mirada o sus comentarios expuestos a través de una voz en off. Las mejores aportaciones de la criatura son las que van ligadas al fútbol vivido como una épica nacional sustitutoria de otras heroicidades y bálsamo para frustraciones individuales y colectivas, y a su condición de sonámbulo, que le permite expresar sus angustias edípicas de manera muy directa gracias a la libertad concedida a los sueños y el temor que despiertan quienes los viven caminando.
El resultado de todo esto es una bonita y emocionante película no exenta de errores y vacilaciones, que despierta mayor simpatía precisamente por su tono menor, muy bien interpretada y con una notable carga crítica vehiculada a través del humor. Todo esto no parece suficiente para ganarse la consideración de mejor película del año, aunque sí viene a demostrar una vez más que las pantallas comerciales y las secciones oficiales de los grandes certámenes cada vez se alejan más del cine renovador e imaginativo, que sigue existiendo,, sólo que ahora aparece desperdigado, sin una idea que cohesione las iniciativas dispersas esas que han permitido fabricar Helmat, A nos amours o Les favoris de la lune, de Reitz, Pialat y losseliani, respectivamente, tres líneas de actuación que coexisten con las de un Coppola o un Schrader, entre otros muchos, que son más sugerentes y ricas que la emprendida por este joven director yugoslavo, coronado sin antes haberse enfrentado a autoridad paterna alguna.
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