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Josefina Purgimon Colell

Maestra española que enseña y convive en Honduras con los refugiados del volcán centroamericano

Josefina Purgimon esconde tras unas gafas de chica tímida y una elegante silueta unas experiencias personales y unas vivencias de la realidad centroamericana que en España sólo se pueden leer en los periódicos. Aunque ella lo niegue, ruborizándose, algo de valor debe de tener esta catalana de 35 años cuando expresa su deseo de seguir trabajando con los refugiados del volcán centroamericano, instantes después de relatar con voz segura su experiencia personal en el campo hondureño de Colomancagua la tarde del 29 de agosto pasado.

En esa fecha, un centenar de soldados hondureños y un norteamericano, con la cara pintada de camuflaje y trajes de combate, irrurripieron en el campo donde 8.000 refugiados salvadoreños se hacinan en barracones de madera, bajo la protección del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR). Josefina trabajaba en el campo desde hacía casi tres años como maestra de Cáritas, y, tras "dos horas de infierno, en las que los golpes dejaron paso a los disparos y las torturas", los militares se llevaron a 10 refugiados.Josefina recuerda con serena amargura cómo, tras el paso de los infantes del X Batallón de Marcala, en el campamento que daban la indignación y el miedo, junto al rastro de sangre de Manuel Romero, degollado en público -cuyo cadáver se llevaron los militares y aún no ha aparecido-, las salva es torturas infligidas a cuchillo en el cuerpo de Carlos Hernández, el tiro en la cabeza de Francisca Chicas, que se salvó milagrosamente, aunque sigue en estado grave, y el cuerpecillo amoratado por el patadón que la reventó de una bebé de dos años. Corno fondo, los gritos de los 50 heridos de bala y los sollozos de los que habían perdido a algún familiar. A Josefina le cuesta, no quiere contar, como, al intentar mediar ante el jefe del comando, fue empujad y arrojada al suelo y sus pies rozados por las balas para que no se moviera.

La operación fue calificada horas más tarde por el Ejército, en un comunicado de prensa, como "una operación de inspección para detectar a presuntos guerrilleros". Los detenidos tenían todos carné oficial de refugiado.

Josefina no se cree nada valiente, aunque dice que el trato diario con los refugiados le ha hecho comprender el valor de esas personas, campesinos en su mayoría que no tienen nada y que sin embargo se esfuerzan, en medio de las desnutrición y la miseria (cada vez llega menos ayuda al campamento por los diferentes boicoteos) por aprender un oficio, después de empezar por aprender a leer y escribir.

Orgullo de maestra

Un dato que Josefina presenta con orgullo es que de los 5.000 niños, 2.000 mujeres y 1.000 hombres -viejos casi todos- de Colomancagua, sólo queda hoy un 20% de analfabetos. El 80% sabe ya leer, escribir y comentar un periódico. Otros cinco españoles trabajaban con ella en el campamento, junto a maestros y médicos franceses y norteamericanos. Repatriada a España por nuestra Embajada en Tegucigalpa para evitar represalias por haber sido testigo directo de los hechos, Josefina quiere regresarar cuanto antes a Centroamérica.Este trabajo duro, y sufrido, mal pagado, pero "que te realiza como persona útil a tus semejantes", es lo que impulsó a esta maestra leridana -nacida de piadres agricultores en Lladur y posterior estudiante en Gerona- a continuar su aventura americana, tras visitar Colombia como turista en 1981. Un año más tarde llegaba a Honduras con la representación española enviada por Cáritas. "En Hispanoamérica yo he acumulado unas experiencias que han revalorizado mi vida. Uno aprende a dejar de ser individualista y a fundirse con las esperanzas del pueblo. Diga, por favor, que necesitamos medicinas y alimentos infantiles", insiste Josefina.

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