Un curandero ofrecía en Mataró un producto que lo curaba todo, incluso el cáncer
Francisco Pérez Arrabales, un curandero de 75 años de edad, aseguraba a sus clientes que los productos que vendía eran capaces de curar cualquier tipo de enfermedad, incluido el cáncer. Sus fórmulas las comercializaba bajo distintos nombres: champú, tratamiento capilar, crema de belleza y crema de rejuvenecimiento corporal. Numerosas personas de Mataró (Barcelona) creyeron en su oferta y adquirieron regularmente sus productos. Tras varios meses de espera los resultados no fueron los anunciados y decidieron interponer una denuncia en el juzgado de la citada localidad. Cinco años después, Francisco Pérez Arrabales ha sido juzgado en la Audiencia de Barcelona. El fiscal pidió el lunes pasado dos años de prisión menor.
Bajo el nombre Estudios de análisis y tratamientos capilares. Venta al por menor de productos cosméticos y pomadas para el rejuvenecimiento y masaje de belleza, Pérez Arrabales abrió un consultorio en Mataró. En 1978, inició la distribución de las fórmulas Framper. En algunos ocasiones, encargó su venta a otras personas como es el caso de un peluquero que ofrecía el champú y el tratamiento capilar a los clientes con problemas de calvicie. Uno de ellos, al cabo de siete meses de seguir el tratamiento, comprobó que su cabellera seguía siendo tan escasa como antes de aplicarse las fórmulas Framper. El dueño de este establecimiento, Francisco Gimenez, optó por no vender más los productos de Pérez Arrabales. "Además, era un hombre muy informal", subraya este peluquero.Personas afectadas de enfermedades graves también acudieron al consultorio situado en la Avenida América. Entre ellas, Aniceto Bravo, padre de una niña que padecía un virus sin posible curación, adquirió los frascos milagrosos. La niña recibió este especial tratamiento durante dos años, tras los cuales falleció. Aniceto Bravo fue uno de los que firmó la denuncia contra Pérez Arrabales y el pasado lunes prestó testimonio en la vista oral. Bravo llegó a desembolsar en estas fórmulas cerca de las 250.000 pesetas.
El procesado aseguró ante el juez que nunca atendía a la gente que le consultaba si se trataba de enfermos de cáncer. Sin embargo, los denunciantes afirmaron que lo había hecho y, además, les indicaba que debían dejar de tomar cualquier otro medicamento. El curandero subrayaba a sus clientes que las aplicaciones de sus lociones y pomadas debían ser muy frecuentes. En algunos casos, los pacientes no tenían otro remedio que adquirir nuevos frascos cada dos días 2.000 pesetas la pieza.
Fórmulas multiusos
Tal vez lo más peculiar de las fórmulas Framper es que se podrían definir como de multiuso. Los mismos productos eran validos, según este anciano curandero, para un dolor de articulaciones, un virus o para problemas de calvicie. "El único distintivo que figuraba en cada frasco era una etiqueta con la citada marca" según el letrado Mario M. Gómez Arias, encargado de la acusación particular y representante de los intereses de tres antiguos clientes de Pérez Arrabales.Otro dato insólito era la composición de las fórmulas. Según uno de los afectados, Aniceto Bravo, los productos básicos eran "huevos batidos y un aceite o grasa caliente". También se utilizaban hierbas frecuentes en el Sur de España. El procesado explicaba a sus clientes que sus conocimientos los había adquirido en las selvas de Brasil, argumento que volvió a utilizar en la vista pública. También detalló que las matas escogidas por los indios del Amazonas son similares a algunas que crecen en diversos campos españoles. "En principio, esta idea agradó a los clientes y yo también pensé que tendría algún producto bueno", manifestó el peluquero Francisco Giménez.
Actividades conflictivas
Francisco Pérez Arrabales se instaló en Mataró en el año 1978 y dos años más tarde regresó a Sevilla, donde residía con anterioridad. Precisamente la Audiencia de esta ciudad le juzgó y condenó en 1978 por un delito contra la salud pública y usurpación de funciones. Una vez en Mataró adquirió tres pisos que pagó con un talón de la banca suiza, país al que viajaba con frecuencia."Las actividades profesionales del procesado no se conocen exactamente, excepto en la década de los sesenta y parte de los setenta. En este periodo era el propietario de una empresa dedicada a la electrónica metalúrgica automovilística. Esta fábrica estaba registrada a su nombre y declarada por un valor en maquinaria de doce millones de pesetas", según el letrado Marío M. Gómez Arias. A partir de 1975, aproximadamente, se afincó en Sevilla. En 1978 solicitó el permiso para registrar la marca de sus productos.
Las actividades de este curandero atravesaron las fronteras españolas y llegó a distribuir sus fórmulas en las poblaciones suizas de Ginebra y Berna. En 1978 realizó un envío de 4.000 frascos, cuyo comprobante consta en el sumario instruido.
El procesado destacó en el juicio que nunca se presentaba a sus clientes como médico titulado y que no les imponía su criterio sobre otros posibles tratamientos. Sin embargo, algunos de los perjudicados subrayaron que el curandero era tajante en este aspecto. Pérez Arrabales puntualizó también que sus productos contaban con la aprobación del Ministerio de Sanidad. La personalidad de Pérez Arrabales queda definida en una de las respuestas que dió a una pregunta formulada por la acusación particular sobre la venta de estos productos: "Yo vendía las fórmulas porque la gente me las compraba".
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