El bombardeo israelí en Túnez provoca una marcha atrás en el proceso de paz
La incursión en el espacio aéreo de Túnez y el bombardeo y destrucción del cuartel general de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) el pasado martes, día 1, por la aviación israelí, que se saldó con más de 60 víctimas mortales, va a tener repercusiones en el mundo árabe que afectarán al proceso de paz en que está empeado particularmente el rey Hussein de Jordania y añade ya un grave obstáculo a los que soporta la zona.
El audaz ataque israelí viene a demostrar de nuevo que no quiere trato alguno con la organización que dirige Yasir Arafat, a quien considera responsable de la práctica totalidad de los atentados que se ejecutan contra Israel, a pesar del desmentido del jefe palestino sobre su participación en el asesinato de tres ciudadanos israelíes en Larnaca, Chipre, que fue el detonante o la disculpa para golpear en el centro de la OLP.El momento elegido por el Gobierno israelí para efectuar esta operación no ha podido ser más oportuno si, como parece evidente, Israel no acepta más que negociaciones individuales y sin condiciones previas con los países árabes en un proceso de paz para Oriente Próximo, y temía que Estados Unidos cayera en la trampa tendida por el monarca jordano de participar en unas conversaciones exploratorias en las que participarían representantes de la central palestina.
El mismo día del ataque, condenado sin ambigüedades por la mayor parte de los países de las Naciones Unidas, el rey Hussein se esforzaba en convencer a la Administración estadounidense de la necesidad de relanzar el proceso de paz en base a esas tomas de contacto exploratorias y de la buena fe de la OLP al firmar con el Gobierno jordano los acuerdos del pasado 11 de febrero.
En este esfuerzo del monarca hachemí participaba con su in fluencia el presidente egipcio Hosni Mubarak, quien unos días antes, en declaraciones a un día no israelí, afirmaba que "el discurso del rey Hussein en la ONU muestra un nuevo estilo en la forma de abordar la solución del conflicto árabe-israelí".
Las declaraciones oficiales de la Casa Blanca justificando el ata que israelí como legítimo y las acu saciones de Arafat y otros dirigentes árabes en el sentido de que se dieron facilidades a los aviones israelíes en alguna base de la OTAN en el Mediterráneo y de que Estados Unidos no podía, de ninguna manera, haber ignorado la misión que se proponían, no han conseguido otra cosa que empeorar la situación y poner en serios apuros los esfuerzos de Hussein y Mubarak.
Arafat, presidente del comité ejecutivo de la OLP, afirmaba: "Estados Unidos ha bombardeado el proceso de paz". Algunos dirigentes de la organización pa lestina fieles a Arafat concedían que este acto israelí y la postura estadounidense pueden lograr lo que los árabes "duros e intransigentes" como Siria, Libia y las organizaciones palestinas disidentes intentan: una radicalización de las bases palestinas y una vuelta atrás en los arriesgados movimientos conciliadores de Arafat.
Reacción inmediata
La reacción siria y la de los grupos palestinos enemigos de Arafat y aliados de Damasco fue inmediata. La operación israelí "pone en evidencia lo acertado de la política de equilibrio estratégico de fuerzas" que el presidente sirio Hafez el Assad promueve, porque "mientras no se asegure, cualquier arreglo (con Estados Unidos o Israel) no sería otra cosa que una pura capitulación de los árabes", escribía el órgano del partido Baas, en el poder en Siria.
El Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), fiel aliado de Siria, afirmaba en un comunicado: "Israel sólo responde con la fuerza ante cualquier signo de debilidad palestina. Con esto sólo fortalecerá las posturas de los combatientes incluso en las filas de Arafat.
En este sentido, el ataque israelí no sólo ha entorpecido y quizá dañado profundamente un proceso de paz que ni siquiera se había iniciado, sino que ha conseguido de hecho apoyar las tesis sirias sobre la región. Mubarak recordaba tras el ataque las "coincidencias de Siria e Israel" sobre la legítima dirección de la OLP.
La onda explosiva de la acción israelí en el sentido político es más amplia, porque ha afectado a un país considerado como amigo y aliado tradicional de Estados Unidos como es Túnez, del que ha aceptado el riesgo de alejarse con su justificación del ataque israelí y de perder la credibilidad que tenía con los demás países árabes moderados.
Los periódicos tunecinos no lo han dudado y en sus editoriales se refleja el mismo asombro manifestado por su presidente, Habib Burguiba, y su manifiesta irritación ante la reacción de Estados Unidos, que "si elige el campo del terrorismo de Estado apoyando a Israel", escribe Le Temps, "condenará automática y definitivamente sus relaciones con Túnez y los demás países árabes".
Los puntos de vista de los países árabes, tan divergentes y hostiles entre sí en muchos aspectos, además de ambiguos y medrosos en lo que concierne a la política de las dos potencias de entre ellos, Egipto y Siria, podrían así acercarse en el aspecto negativo, es decir, en provocar quizá la muerte del proceso de paz para la región que se pretende iniciar.
Salah Jalaf, más conocido como Abu Iyad, lugarteniente político de Arafat, solicitaba a Arabia Saudí la convocatoria, sin más demora, de la aplazada cumbre de la Liga Árabe, porque "es inconcebible reaccionar a este ataque con comunicados de simpatía cuando las relaciones interárabes no cesan de deteriorarsie".
A juicio de muchos observadores árabes, el intento de Hussein, Arafat y Mubarak, ya fuertemente lastrado por el rechazo de otros países árabes a sus iniciativas, ha sufrido el pasado 1 de octubre, con el ataque israelí y la reacción de Washington, un golpe preciso que incluso podría ser fatal.
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