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Enrarecimiento del conflicto de Oriente Próximo

La OLP ataca de nuevo fuera de Palestina

La organización que dirige Arafat combate por primera vez intereses sirios

La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) exporta nuevamente la violencia armada más allá de las fronteras de la Palestina histórica, pero, a diferencia de los años setenta, sus atentados están, más bien, dirigidos contra un país árabe, Siria, aunque puede que la semana pasada haya también golpeado a Israel provocando a su vez la desorbitada represalia del bombardeo de su cuartel general por la Aviación israelí.Expulsados de Líbano por una rebelión fomentada en sus filas por el régimen baazista sirio y atacados, junto con los representantes diplomáticos de su aliada Jordania, a lo largo y ancho de Europa y los países árabes, los seguidores de Yasir Arafat, líder de la resistencia, han pasado a la acción contra los intereses sirios.

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Madrid fue, en julio pasado, uno de los escenarios elegidos por la unidad de elite Fuerza 17, bajo el mando directo de Arafat -que recluta entre sus miembros a sus guardaespaldas-, para replicar a las "agresiones de Damasco", intentando volar la embajada de Siría y asesinar a su titular, Riad Siage.

Los supuestos autores del fallido atentado, Hasan Ibrahim el Haj y Yihad Tbrahin Salami, fueron detenidos por la policía española, que los presentó como militantes de Fuerza 17, integrada en Al Fatah, un dato desmentido poco después por la delegación de la OLP en la capital española, que reiteró su "rechazo del terrorismo" y aseguró que la "lucha armada se concentraba en los territorios ocupados".

Poco antes, la representación de la OLP en Londres había desmentido también cualquier vinculación con los palestinos expulsados del Reino Unido a los que Scotland Yard acusó de preparar una acción similar a la que más tarde proyectarían en Madrid.

Según el semanario londinense The Observer, que reveló el asunto, pretendían vengar el fallido asesinato de su jefe de misión y de su tesorero general, que ocho hombres con pasaporte sirio, a las órdenes del terrorista palestino Abu Nidal, afincado en Damasco, habían intentado llevar a cabo en febrero en la capital británica.

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Tres semanas después de la expulsión de España de los dos palestinos, una violenta explosión sacudió la capital siria, pero de no haber sido por la indiscreción del celoso corresponsal de la agencia de prensa iraní Irna la noticia no hubiese trascendido, porque las autoridades locales impusieron un estricto embargo informativo.

Nunca se supo si el artefacto -colocado, según Irna, en una galería comercial- causó muertos y heridos, como anunciaron algunas emisoras privadas de radio libanesas, ni tampoco trascendió el balance de las víctimas de otros estallidos ocurridos por aquellas fechas en ciudades de provincias como Alepo o Hamma.

Nadie revindicó nunca ante la Prensa la responsabilidad de los atentados, achacados por la agencia de noticias siría Sana a escapes de gas, pero algunas embajadas occidentales sospecharon que la Monarquía hachemí podía haber resucitado a los virulentos Hermanos Musulmanes sirios, cuya última acción antibaazista se remonta a 1982, o que la OLP podía haber explicado a su manera al presidente Hafez el Asad que estaba en condiciones de responderle en su propio terreno.

Suave desmentido

El asesinato de tres israelíes el miércoles de la semana pasada en el puerto de recreo de Larnaca (Chipre) es un acto terrorista cuya autoría no ha sido desmentida con la suficiente energía por la central palestina, pero que perjudica tanto su actual estrategia -tendente a promover una negociación de paz- que permite que subsistan serias dudas sobre su auténtico protagonismo.

Revindicado en Jerusalén por Fuerza 17 mediante una misteriosa llamada telefónica y condenado por la delegación de la OLP en Nicosia, el secuestro y posterior ametrallamiento a bordo del yate First de Esther y Reuven Palzur y de Abraham Anvery no fue entonces denunciado por la dirección de la OLP.

Sólo después del bombardeo del cuartel general palestino de Hanimam Plage, en Túnez, llevado a cabo el martes por la fuerza aérea de Tel Aviv, Arafat se decidió a desmentir cualquier vinculación con los tres terroristas -dos palestinos y un brítánico- apresados por la policía chipriota, sin llegar a condenar su acción, porque, según explicó, las víctimas "eran espías". Con anterioridad, algunos de sus colaboradores sostuvieron que los tres supuestos turistas israelíes observaban desde su yate los movimientos de barcos entre Chipre y Líbano, como los de aquellos dos buques que, a finales de agosto, habían sido interceptados por la Marina de guerra israelí con una veintena de palestinos a bordo, que, según Tel Aviv, pretendían infiltrarse en Israel a partir del país de los cedros.

La liberación de estos fedayin, pertenecientes a la famosa Fuerza 17 y apresados en el Mediterráneo oriental, fue la única exigencia de los asaltantes del First para poner en libertad a sus rehenes israelíes.

Algunos medios de Prensa británicos han corroborado parcialmente la tesis palestina, revelando detalles de la biografía de la difunta Esther Reuven -cuyo verdadero nombre probablemente fuera Sylvia Raphael-, que desde Estocolmo a Beirut se había dedicado a perseguir a activistas palestinos por cuenta del célebre servicio secreto israelí Mossad.

Golpe al plan de paz

Salvo en casos absolutamente excepcionales -como el asesinato en Madrid de Baruk Cohen, en enero de 1973-, el Estado de Israel nunca ha reconocido la muerte de sus agentes en misión, y el primer ministro Simon Peres no ha violado la regla en una conferencia de Prensa en la que aseguró que las confesiones de los guerrilleros de Fuerza 17 capturados en alta mar permitían establecer que el mismo grupo había llevado a cabo el trágico secuestro de Larnaca.

Sea quien fuere el auténtico autor de la sangrienta operación chipriota -las autoridades de Nicosi a no han aportado hasta ahora ningún dato que permita elucidarlo-, resulta difícil imaginar un golpe que, junto con la desproporcionada reacción militar israelí, pueda perjudicar tanto al embrionario proceso de paz promovido desde febrero por Arafat y Hussein.

Arafat ha denunciado "el compló israelí para sabotear la iniciativa palestino-jordana tendente a conseguir una paz justa y duradera", al tiempo que prometía que el "pueblo palestino no permitirá que el crimen del enemigo no sea sancionado". Más explícita aún sobre el incipiente engranaje de la violencia que puede dar al traste con las últimas expectativas de paz, la delegación de la OLP en Londres amenazaba con "vengar cada muerto y cada herido de Túnez". "Si el Gobierno israelí está decidido a hacer la guerra, la tendrá", dijo.

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