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Ronald Reagan anuncia que intervendrá en los mercados de cambios para conseguir la depreciación del dólar

Francisco G. Basterra

Ronald Reagan anunció ayer la creación de un fondo especial de 300 millones de dólares para ayudar a las exportaciones norteamericanas a competir con las importaciones subvencionadas, en un último intento de detener una oleada de leyes proteccionistas que está a punto de aprobar el Congreso. 24 horas antes del discurso de Reagan, Estados Unidos dio un vuelco a su estrategia económica anunciando, junto con Japón, la República Federal de Alemania, el Reino Unido y Francia, que intervendrá en los mercados de cambio para conseguir la depreciación del dólar. La Administración republicana reconoce así por primera vez que la divisa estadounidense es la principal causa del déficit comercial de 150.000 millones de dólares que sufre este país.

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Se duda, sin embargo, que el anuncio de Reagan sirva para detener al Congreso, que esta semana votará una legislación proteccionista para la industria textil norteamericana que, si es finalmente aprobada en su proyecto actual, podría dañar también a las exportaciones españolas. El anuncio de la intervención en los mercados de cambio ha sido bien recibido por la oposición demócrata en el Congreso, aunque éste, así como los medios financieros, son escépticos sobre sus resultados prácticos.

Subida en la bolsa

Los mercados reaccionaron ayer con euforia en EE UU a la decisión de los cinco grandes países industriales, reconociendo que por primera vez se toman medidas y se acepta el peligro de unos déficits presupuestario y comercial tan elevados. A mediodía, el índice Dow Jones de la bolsa de Nueva York había subido 15 puntos y también lo había hecho el oro como contrapunto a la caída del dólar en Europa.

Reagan desveló ayer su política comercial ante un auditorio de 200 empresarios reunidos en la Casa Blanca. El presidente advirtió que "no permaneceré impasible viendo cómo caen las empresas norteamericanas por las prácticas comerciales injustas practicadas por otros países". Reagan reiteró que vetará cualquier medida proteccionista, pidió ayuda al Congreso para aumentar el nivel global del comercio mundial y solicitó a los socios comerciales de Estados Unidos que "se unan a nosotros" para conseguir este propósito. Reagan definió su filosofía, partidaria de un "comercio libre pero también justo", afirmando que "no queremos impedir a los demás que vendan aquí, pero nosotros también queremos vender en el exterior".

Además de la creación del fondo para la ayuda a la exportación, que podrá ser ampliado a 1.000 millones de dólares, el presidente anunció el establecimiento de una comisión especial para detectar las ¡legalidades de otros países que crean obstáculos a las exportaciones norteamericanas; se pondrán límites concretos de tiempo a las negociaciones para que Japón abra sus mercados; se acelerarán las negociaciones para impedir la copia y piratería de productos y diseños norteamericanos; se negociará el fin de los derechos compensatorios; el comportamiento de EE UU en el Fondo Monetario Internacional y en el Banco Mundial tendrá en cuenta el de los socios comerciales de este país. En resumen, se reforzará y enmendará la actual legislación comercial y el presidente solicitará un reforzamiento de los poderes del Ejecutivo en materia comercial.

El Tesoro norteamericano manifestó ayer su satisfacción por el descenso del dólar en los mercados internacionales, que reaccionaron a la baja ante la amenaza de una intervención masiva por parte de los cinco grandes poderes industriales de Occidente anunciada el domingo en Nueva York.

Desde el punto de vista de la política interna norteamericana, el acuerdo alcanzado tiene el claro objetivo inmediato de reforzar la posición de Ronald Reagan, firme partidario del libre comercio, y de tratar de detener la presión proteccionista que está ejerciendo el Congreso sobre el presidente. La reunión de Nueva York fue estimulada y convocada por Estados Unidos, en un proceso de negociaciones secretas con sus principales aliados que ha durado meses.

Pero la consecución de este objetivo de política interior inmediata no puede ocultar que Reagan ha sancionado un importante cambio de su filosofía económica. Desde que subió al poder, en 1981, el presidente se había negado a intervenir en los mercados de cambio, reiterando que la mejor regulación era la que provocaba el libre mercado y sosteniendo que el alto valor del dólar sólo reflejaba el magnífico estado de la economía norteamericana y la confianza mundial de que "Estados Unidos es la mejor inversión posible".

Por primera vez, Reagan admite que los déficit presupuestario y comercial son importantes y que la sobrevaloración del dólar es la causa principal de estos desequilibrios que amenazan el futuro de la industria, agricultura y el crecimiento norteamericanos. En consecuencia, con este reconocimiento de la realidad, el grupo de los cinco concluyó que "el tipo de cambio de las monedas debe reflejar mejor las condiciones económicas fundamentales que lo que lo venían haciendo hasta ahora". Esto ha conducido a afirmar que "es deseable" un valor más bajo del dólar.

De alguna forma, Estados Unidos se aproxima a la postura europea que venía clamando inútilmente la urgencia de reducir el valor de la divisa norteamericana.

El acuerdo de Nueva York refleja un pacto por el que Estados Unidos consigue que las economías de Europa y Japón se comprometan a estimular su crecimiento, eliminando actuales trabas y reduciendo las cargas fiscales, a cambio de una intervención activa de Washington en los mercados de cambio.

Amenaza de inflación

Los expertos financieros pensaban ayer en Nueva York que la política de intervención para devaluar el dólar comporta serios riesgos. Si la caída de la moneda norteamericana se produce muy rápidamente, el peligro vendría por un rebrote de la inflación, que obligaría a su vez a la Reserva Federal a subir los tipos de interés para traer la inversión extranjera necesaria para financiar el déficit.

La otra posibilidad es que el dólar no reduzca sustancialmente su valor -debe hacerlo entre un 25% y un 30% en que está sobrevalorado-, y sólo en el plazo de dos años se notaría su efecto sobre la balanza comercial.

Las buenas intenciones del acuerdo de Nueva York chocan también con las dudas de quienes creen que Japón y Europa no actuarán decisivamente para estimular sus economías y que Estados Unidos no hará nada fundamental para reducir el déficit presupuestario. Por último, desde un punto de vista técnico una intervención masiva es dificil, ya que ni incluso los bancos centrales de los cinco grandes tienen recursos suficientes para influir decisivamente en unos mercados de cambios que mueven, cada 24 horas en el mundo, entre 100.000 y 150.000 millones de dólares.

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