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Fiebre de espías en Europa

Un sainete teutón

El nuevo escándalo de espionaje en Bonn estalla cuando aún no se han acallado las voces pidiendo la dimisión del ministro del Interior, Friedrich Zimmermann, por la chapuza de los servicios secretos bajo su responsabilidad, al mantener en su puesto a un máximo responsable del contraespionaje como Hans Joachim Tiedge, que, con sus deudas, sus borracheras y sus inseguridades, suponía un claro riesgo para la seguridad de la República Federal de Alemania.

El canciller federal, Helmut Kohl, va a tener esta vez serias dificultades para convencer a la oposición y a la opinión pública de que el daño es limitado. El Gobierno ya ha dado tímidamente a entender que el caso WilIner, su huida al menos, es consecuencia directa de la huida de Tiedge. El rosario de deserciones a países del Pacto de Varsovia de funcionarios y secretarias en puestos sensibles de la Administración de la capital federal parece un sainete, como dijo ayer un comentarista de radio.

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El daño que todas estas fugas de espías causa al Gobierno federal es probablemente superior al que su actividad en el interior ocasionaría. La credibilidad de la República Federal de Alemania ante sus aliados está sufriendo un enorme deterioro. Los aliados no lo manifiestan, pero actúan en consecuencia.

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