Luis Eduardo Aute, del prestigio al éxito
Han pasado algo más de dos años entre el recital de Luis Eduardo Aute en el teatro Alcalá Palace de Madrid, en el que se grabó el álbum Entre amigos, uno de los discos más vendidos de la discografía española, y la actuación del pasado viernes en la plaza de toros de Las Ventas. Dos años en los que el cantante ha pasado de reunir 2.000 personas a su alrededor a multiplicar por diez esta cifra. Atrás han quedado años de trabajo laborioso e inspirado, que le valieron la admiración de importantes minorías, pero en los que no logró saltar la barrera del triunfo total.Varios factores han contribuido a este salto numérico en la adhesión al cantante. En primer lugar, la decisión de actuar en directo, de entrar en contacto personal con un público, que sólo lo conocía a través del disco, del que se mantenía alejado por un extraño rechazo a la exhibición de los escenarios, una mezcla de miedo y timidez que ha dado paso a una absoluta y enriquecedora desvergüenza escénica. También la aparición de un público nuevo, que ha descubierto en sus canciones un mundo de ocultas sensaciones que el cantante ofrece desde la transgresión de morales obsoletas y sensibilidades caducas, un mundo de adultos que los adolescentes enfrentan como un futuro de contradictorias vivencias y sus coetáneos comprenden como el resultado del enfrentamiento cotidiano con las dificultades de vivir.
En el escenario
La imagen que Aute ofrece desde el escenario también tiene que ver con el éxito. Iluminado por los focos, hablando a 20.000 personas como si estuviera dirigiéndose a cada uno en particular, compartiendo sueños, frustraciones, cinismos y dolores, el cantante aparece como un hombre ya maduro, perverso y lúcido prototipo de alguien capaz de ofrecer todo lo bueno, y también todo lo malo, lo más claro y lo más oscuro que las personas se ofrecen entre sí cuando se relacionan. Y naturalmente, como elemento fundamental del triunfo, las propias canciones; el sonido compacto e imaginativo que ofrece el grupo que le acompaña, Suburbano; el inteligente juego escénico y el valor añadido que otorga el hecho de componer temas que se independizan del creador.
El éxito, devorador y saturnal, que destruye cuanto encuentra en su camino, sólo se detiene y es dominado por el auténtico creador. Aute lo es; por eso quizá respeta exclusivamente la única ley de su propia coherencia, por eso tal vez este merecido reconocimiento popular a una obra que viene de lejos y tiene todo el aspecto de ir más lejos todavía. Algo ha cambiado en su manera de entender la canción. A sus condiciones de creador de canciones de perfecta estructura, textos irreprochables de cultista construcción y músicas de inspirada creación, se han venido a sumar las condiciones de un comunicador de primera magnitud. Sus canciones se han hecho más directas sin perder complejidad, más sencillas sin perder profundidad. Tal vez haya quien añore el rito para iniciados que suponía poseer un disco de Aute, y no faltará quien crea que es facilidad lo que no es sino accesibilidad. El cantante y su público no caen en divagaciones diletantes.
Babelia
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