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El Ejercito soviético, impotente para vencer a la guerrilla afgana

ENVIADO ESPECIAL La presión de las acciones de la resistencia guerrillera afgana contra las tropas soviéticas y afganas puede favorecer una salida política al conflicto de Afganistán, tras casi seis años de ocupación militar soviética, iniciada con la invasión del 28 de diciembre de 1979. Después de la mayor ofensiva soviética contra la guerrilla, lanzada a mediados de junio con la movilización de 10.000 soldados, aviones, tanques y helicópteros, en el valle de Panchir y las montañas de Kunar, fuentes diplomáticas occidentales confirman en Islamabad las versiones de la guerrilla de que las tropas soviéticas han sufrido notables pérdidas e iniciado una retirada hacia Kabul.

Los muyaidin, guerrilleros musulmanes de la resistencia afgana, han incrementado también sus acciones con emboscadas en la carretera de Salang, que une Afganistán con la Unión Soviética y que permaneció cortada entre el 2 y el 3 del presente mes. Kabul, la capital afgana, es objeto de ataques frecuentes con morteros y, siempre según fuentes diplomáticas occidentales, unos 500 soldados del Ejército regular afgano han desertado en el valle del Panchir y se han pasado a las filas de la guerrilla de los muyaidin.

Eventual negociación

"Los soviéticos nunca ganarán esa guerra y la única salida es la negociación", asegura el director del Centro de Información de Afganistán, Syed Bahauddin Majrooh. "El problema", en su opinión, "es que cada bando quiere una negociación hecha a su medida".

El pasado 25 de junio finalizó, en la ciudad suiza de Ginebra, la cuarta ronda de conversaciones sobre el conflicto de Afganistán. La Unión Soviética pidió que Pakistán deje de apoyar a la guerrilla musulmana, en tanto que Pakistán solicitaba que la URSS retire sus tropas en el país.

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Moscú insiste en que Pakistán debe entablar negociaciones directas con el régimen de Kabul, que dirige al menos sobre el papel el presidente, Babrak Karmal. Islamabad, por su parte, rechaza todo gesto que pueda equivaler a un "reconocimiento" táctico del régimen prosoviético de Afganistán. La negociación de Ginebra, convocada por iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas, continuará el 27 de este mes. Entretanto, los diplomáticos están de vacaciones y la guerra continúa su curso en Afganistán.

Los responsables de la guerrilla no rechazaron la posibilidad de contactos políticos con los soviéticos en la próxima ronda de las conversaciones de Ginebra, según anunció la semana pasada en Islamabad Muaului Mohamed Nabi, del grupo guerrillero Harkat Inquilabi.

Navi reconoció que la guerrilla musulmana no rechaza "totalmente" el contacto diplomático con los soviéticos y que, de llevarse a término, correspondería a Yunuj Khalis -jefe de la coalición de los siete principales grupos de la resistencia- participar en las conversaciones en representación -y bajo el nombre común- de la Resistencia Nacional Afgana.

En el contexto internacional, los soviéticos aumentan su presión sobre el régimen de Pakistán, país considerado como santuario para la retaguardia de la guerrilla afgana, al igual que corre con Irán para otros grupos que actúan sobre la frontera común entre el país del ayatollah Jomeini y Afganistán.

La carta india

Los soviéticos juegan también la carta india para presionar sobre Pakistán. La semana pasada el presidente de Afganistán, Babrak Karmal, realizó una visita oficial a Nueva Delhi, único Gobierno que mantiene un vuelo regular con Kabul y buenas relaciones políticas y comerciales, a pesar de que la India -enemigo tradicional de Pakistán- sostiene que Afganistán debe volver lo antes posible al estatuto de país no alineado. Pakistán teme quedar atrapado entre el bloque soviético y la India si en el futuro se radicalizan los conflictos latentes entre ambos países, a propósito de la zona fronteriza de la provincia de Kachemira.

Por su parte, Estados Unidos ha aumentado el apoyo militar y económico a Pakistán, país que se sitúa en la categoría de los vulnerables por los analistas políticos de Washington. EE UU ha incrementado el envío de misiles Sidewinder y Stinger a Pakistán y podría acceder a las peticiones de Islamabad de suministrar más aviones de caza F-15 para aumentar la actual flota, de 40 unidades.

Washington, al que interesa mantener un equilibrio entre la India y Pakistán, se resiste, sin embargo, a entregar aviones equipados con el sofisticado sistema de control de radares volantes (AWACS) y ha concedido este año una ayuda militar a Pakistán del orden de los 325 millones de dólares (unos 53.000 millones de pesetas).

En relación con la guerrilla afgana, EE UU parece que cuenta con un presupuesto secreta de unos 250 millones de dólares anuales para el apoyo, a través de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de la resistencia afgana, según informaciones publicadas el pasado mes de enero por The Washington Post.

La internacionalización del conflicto de Afganistán es un hecho con incidencia en las relaciones entre las dos superpotencias, con problemas suplementarios para Pakistán, en una guerra que no parece que vaya a concluir en un próximo futuro.

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