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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Bolivia, la crisis perpetua

HASTA ESTA cuarta presidencia de Víctor Paz Estenssoro, Bolivia había tenido tantos Gobiernos democráticos como Gobiernos militares de facto; Bolivia, con justicia, se había ganado el calificativo de golpilandia y había sentado plaza de nación institucionalmente inestable. País nacido de las destnesuras de Simón Bolívar -que desgajó el Alto Perú para crearla, y con su nombre-, ha tenido una historia incierta y ha sufrido el maltrato de sus vecinos, que entre otras depredaciones territoriales la privaron de su salida al océano Pacífico -Chile- y del chaco boreal, Paraguay.Encerrada y ensimismada en sus altiplanos andinos y con una población avasalladorámente quechua y aimará sometida desde la colonia, Bolivia continuó sufriendo el despojo de su oligarquía criolla nacional aliada con las compañías internacionales extractoras de las ingentes reservas minerales del país. El cultivo histórico, tradicional, religioso y hasta benéfico de la coca derivó por el enviciamiento occidental de los países ricos en su transformación química en cocaína y en pasta básica de cocaína, originando un comercio ilegítimo que ha destruido la economía de la nación y disparado su inflación hasta límites incalculables de los que nace la circulación de billetes de cinco millones de pesos bolivianos.

Nada puede explicarse sobre Bolivia sin aludir a sus antecedentes de desvertebración social y a sus continuados y desafortunados intentos de articular un Estado moderno sobre la base social -intacta- del incanato. Así, por ejemplo, se han realizado ímprobos esfuerzos por alfabetizar en castellano a la población -el quechua y el aimará carecen de expresión escrita- con el mismo resultado que si a un analfabeto español se le hubiera alfabetizado en chino.

País feudal hasta la revolución socialista del Movimiento Nacionalista Revolucionario que Paz Estenssoro, Siles Zuazo y Juan Lechín hicieron triunfar en 1982, el paso de los revolucionarios por el poder sólo atemperá las abisales desigualdades económicas y la tremenda pobreza de la mayoría de la población de un país inmensamente rico pero impedido tecnológica y financieramente de elaborar sus propios productos.

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Ya dividido el MNR, Siles Zuazo fue incapaz de gobernar el país ante la prepotencia de los sindicatos obreros y campesinos, cargado de razón pero sin conciencia de sus límites, y la multidivisión cancerosa de la izquierda. Siles llegó a protagonizar huelgas de hambre y fue rocambolescamente secuestrado y liberado por militares golpistas. La Iglesia católica boliviana, temerosa de una nueva matanza civil, concitó un acuerdo gubernamental e interpartidario para adelantar las elecciones y encontrar así una salida por la vía de las urnas. Se logró un paréntesis, pero nada más. La oposicion del general Bánzer, que domeñó al país bajo su férrea dictadura entre 1971 y 1978, creció en votos populares hasta superar por algo más de 37.000 sufragios a su inmediato contrincante, Paz Estenssoro y su MNR de centroderecha. El MNR de izquierdas gubernamental se hundió electoralmente y sólo surgieron, pero sin la suficiente fuerza, partidos como el socialdemócrata Movimiento de Izquierda Revolucionaria o el MNRI de vanguardia.

Volvió a cocinarse la sopa de letras de la izquierda, incapaz de llegar a ningúñ acuerdo positivo preelectoral pero que cerró filas negativamente en el Congreso para impedir con su voto mancomunado la presidencia del general Bánzer. Todo, pues, ha quedado como estaba, pero con el ex dictador erigido en triunfador moral y en víctima propiciatoria del rencor del rompecabezas izquierdista.

Las fuerzas armadas están ideológicamente divididas, y sus cuadros jóvenes -banzeristas-, dolidos por la decisión del Congreso; sectores importantes de las clases medias urbanas -no fascistas- han votado por Bánzer hartas de asambleísmo revolucionario y con él han perdido; el ciclópeo sindicalismo obrero y campesino continuará paralizando periódicamente al país, y Paz Estenssoro asume la presidencia sin mayoría parlamentaria ni popular, aupado por quienes le odian un poco menos que a Bánzer. El nuevo Gobierno lo será fundamentalmente de transición y dedicará sus mejores esfuerzos a ganar tiempo. La rueda de la crisis perpetua boliviana continuará girando inexorablemente.

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