Los sueños y las pulgas
He leído en EL PAIS un extracto de un escrito de mi amigo Josep Dalmau publicado en el diario Avui, de Barcelona, el día 17 de los corrientes, sobre la "reunificación" de Cataluña.Soñar deseos que no serán nunca realidad (la historia lo impide) es tomar el pelo a los catalanes.
El Tratado de los Pirineos no será revisado nunca, no porque no puedan existir razones para ello sino porque Francia no lo permitirá mientras aquella nación no pierda su entidad nacional, y modestamente creo que hay para mucho tiempo. El amigo Dalmau juzga las cosas en virtud de sus puntos de vista, respetables pero completamente basados en flusionismos cien mil leguas lejos de unas realidades tangibles, de las que se tocan... He pasado largas temporadas por el Rosellón y he tenido relación estiecha con las gentes del estado llano de aquella parte de la Cataluña que quedó disgregada por la poca inteligencia "dels caps de brot" de la sociedad catalana que desde la disgregación de la Confederación Catalano-Aragonesa, que no hicieron nada más que trabajar para que la unidad territorial, política y también económica de nuestro país se fuera al garete... Sabe bien el amigo Dalmau que mediante un análisis exhaustivo de los principales acontecimientos históricos ocurridos en Cataluña muchos incautos, llenos de una fe patriótica para entretener la mediocridad política actual imperante en nuestra tierra, se quedarían con la boca abierta. Allí en el Rosellón serán siempre catalanes a su manera, y puede que un poco más que lo son actualmente, pero nunca dejarán de ser franceses; y esto que digo y afirmo por tres veces, está esculpido en las mentes de aquellas gentes. Pasaron muchas cosas, e importantes, mucho antes del Tratado de los Pirineos para que se decantase la voluntad de la mayoría de los roselloneses hacia el polo de atracción de los franceses. Los catalanes de pro del Cap i Casal de Catalunya (Barcelona) no supieron, y es posible que no quisieran, para que el Rosellón, antes del Tratado de los Pirineos, no deseara ser gobernado por los hombres y las leyes galas de aquella época. El sucursalismo de todos los hombres al frente de los destinos de Cataluña anterior a dicho tratado dio al traste con lo poco que nos quedaba de entidad nacional al producirse la estúpida guerra de sucesión entre el duque de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, y el archiduque de Austria, más tarde emperador Carlos VI, que prefirió, a causa de la muerte de su hermano José I, un imperio que conquistar un reino guerreando por los páramos de la península Ibérica.
Que el amigo Dalmau no sueñe ni pretenda que los demás soñemos con él. Conocemos la historia y ya se nos ha enredado demasiado. En Cataluña hay otras pulgas de que sacudirse que las que en su escrito señala, sobre todo en estos momentos que atravesamos, que parecen un desierto de renunciamientos y de vacío político, que en parte el amigo Dalmau ha coadyuvado a su implantación.-
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.