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Tribuna:La última frontera del feminismo
Tribuna
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Las mujeres y el Ejército

En 1972 constituían el 1,5% del total. En la actualidad son el 9 4%. En la estación de comunicaciones de la Armada norteamericana de Nea Makri (Grecia) representan ahora el 42% del personal; hace una década no había ninguna. En Alemania Occidental constituyen en la actualidad hasta el 30% de cada unidad, cuando hace 10 años representaban una cifra mínima.¿Quiénes son? Mujeres norteamericanas que han ingresado en alguna de las cinco ramas del Ejército norteamericano: el Ejército de Tierra, la Armada, las fuerzas aéreas, los marines y los guardacostas. Como reacción al cambio de actitud ante el lugar de la mujer en la sociedad, los primeros años de la década de los setenta presenciaron una integración sin precedentes de la mujer en el mundo del soldado. Si bien no se les permite aún hacer el servicio militar en la mayoría de los países, se ha aceptado el ingreso de un pequeño número en unidades no combatientes de algunos países de la OTAN: Canadá, Dinamarca, Francia, Holanda, Noruega, Bélgica, Turquía y el Reino Unido. Pero la mayor participación la han conseguido las mujeres soldados norteamericanas. Con la creación del Ejército Voluntario en 1973 se disolvieron el WAC (Cuerpo Femenino del Ejército norteamericano) y el WAVES (mujeres de la Armada) y se destiné gradualmente a sus miembros a unidades anteriormente formadas exclusivamente por hombres. De manera específica se espera que en 1987 se haya producido un aumento del 24% en el número de mujeres oficiales y un aumento del 27% en los seis grados superiores de la escala".

La exclusión del combate

No obstante, la intención expresada a finales de los años setenta de aumentar la proporción de mujeres militares al 12% se ha dejado de lado, y mientras las mujeres estén oficialmente excluidas de combate todo intento de asegurar la igualdad de ascensos y reclutamientos sólo logrará sus objetivos a medias. Obviamente, es demasiado pronto para contemplar la posibilidad de un ejército de amazonas, aunque se han expresado opiniones favorables a la plena integración de la mujer en el Ejército.

El mayor obstáculo al progreso de la mujer es su exclusión del combate, que constituye el principal punto de polémica dentro de la actual política de reclutamiento y despliegue de las mujeres uniformadas. En las fuerzas aéreas y en la Armada la ley prohíbe la participación de la mujer en las unidades de combate, en barcos de guerra o en cazas. Sin embargo, en el Ejército de Tierra tal participación se ve frenada no por la ley, sino por una cuestión de política general (el título 2 de la ley de Derechos Civiles de 1964 les exime del cumplimiento de los estatutos antidiscriminatorios). Así pues, el Ejército de Tierra se resiste a asignar mujeres a especialidades profesionales tales como la infantería, las unidades de tanques, la artillería, ingenieros o la defensa antiaérea de baja altitud, trabajos que ocupan el primer puesto del código de probabilidades de combate directo, que evalúa la posibilidad de participación en combates. (En contraste, los trabajos situados en los puestos segundo a séptimo están abiertos a las mujeres, que representan más del 90% de todo el personal asignado a estos puestos. Entre ellos se incluyen la artillería de altitud media y alta, ya que contra los misiles y los cohetes que viajan a esas alturas se dispara desde muy atrás de la línea del frente. Igualmente, las mujeres pueden dedicarse a todos los trabajos de aviación, excepto exploración aérea y helicópteros de combate.)

Si bien la política de exclusión de combate del Ejército de Tierra de 1977 es más flexible que la ley, provoca igualmente mayor desacuerdo entre los jefes militares sobre su correcta aplicación. En 1983 estas dudas dieron como resultado un polémico cambio de política que impedía el acceso de las mujeres a 23 especialidades militares, muchas dentro del área de la guerra química, biológica y nuclear, a pesar del hecho de que las mujeres estaban en ese momento trabajando con éxito en esos campos. El Grupo de Revaluación de la Política de las Mujeres en el Ejército quería que tales puestos se les cerraran a las mujeres debido a las grandes posibilidades de riesgo de combate directo en caso de guerra o de emergencia nacional. No obstante, el Ejército de Tierra revisó tal decisión en abril de 1983, después que grupos como el DACOWITS, la Comisión Asesora de Defensa sobre la Mujer en las Fuerzas Armadas, criticaran las conclusiones del estudio. Consecuentemente, se les volvieron a abrir 13 de las áreas cerradas. Según un portavoz de la División de Planes y Política de Personal del Cuartel General del Ejército norteamericano en Heidelberg, tal cambio refleja la revisión de política sobre el papel de la mujer, realizada cada seis meses, cuya función en el marco del Ejército sigue siendo problemática.

¿Qué piensan las propias mujeres soldados sobre su polémica situación? En un reciente artículo aparecido en el periódico del Ejército Barras y Estrellas, titulado 'El coronel espera el día en que el sexo deje de estar ligado a la eficacia', el coronel Evelyn Foote, jefe del Grupo 42 de la Policía Militar, habla por muchas otras cuando señala su resentimiento por el hecho de ser continuamente revaluadas.

Considerando que la mujer "es el elemento más estudiado del Ejército", "las mujeres sabrán cuándo son mayores de edad... Cuando se dejen de sentir objeto de estudio para ver si pueden realizar su trabajo". Pide una moratoria en las investigaciones sobre la utilidad de la mujer, señalando que su actuación ha sido altamente satisfactoria y que cualquier medida que se tome para respetar las intenciones de la política de exclusión de combate, es decir, para proteger a los soldados femeninos, merman su preparación. En realidad, en las actuales condiciones de combate resultaría imposible poner en práctica tal política, ya que presupone la existencia de un frente. El coronel Foote añadía: "Cuando estaba en Vietnam, me preguntaba dónde estaba el frente y dónde la retaguardia. Yo sentía que todos los soldados tenían el campo de batalla totalmente a su alrededor, dondequiera que estuvieran. No había frentes". Y añade: "Me resulta difícil imaginar la guerra del futuro como una guerra en la que las organizaciones, bien dispuestas, de un bando estarán frente a las del otro, igualmente bien dispuestas". Foote reconoce que a la mayoría de las mujeres les falta la fuerza física de torso de los hombres, que limitaría su utilidad en ciertos puestos, aunque expresa la opinión de la igualdad de derechos al pedir una evaluación del rendimiento basada en la capacidad más que en el sexo y desea que se reconozca la profesionalidad de la mayoría de las mujeres soldados; si han realizado el mismo juramento de defensa de su patria que los hombres, no esperan tener privilegios especiales en caso de guerra. Foote agrega: "No quiero que nadie se preocupe de mandarme a casa (en caso de guerra) por ser una mujer, o de sacarme de una unidad y llevarme a la retaguardia". En realidad, es tal la confusión que rodea el tema del papel de la mujer en el combate que muchos jefes y oficiales de tropas tienen grandes dudas sobre si podrán contar con todos sus soldados en caso de guerra. El ejemplo de Granada resulta bastante instructivo La orden de un comandante de que cuatro policías militares femeninos se quedaran en tierra mientras el resto de su unidad se embarcaba fue anulada por un segundo comandante, que aceptó las furiosas peticiones de inclusión de las mujeres soldados.

Argumentos caballerescos

Cuando se les pide su comentario sobre la exclusión de combate, el personal masculino suele dar argumentos caballerescos: que la gente no está preparada para ver cómo los cuerpos de las mujeres caídas regresan en bolsas, o el instinto del soldado masculino de proteger a la mujer y que podría provocar el descuido de sus deberes durante un ataque. Un instructor de West Point menciona la conexión de las unidades masculinas. La presencia de las mujeres destruye la camaradería del cuerpo, tan necesaria para la eficacia en combate. De hecho, en mayo de 1982 el Ejército abandonó la práctica de los pelotones mixtos en la instrucción básica, después de que una serie de pruebas entre los reclutas revelara que un elemento intangible, difícil de evaluar, impedía que los jóvenes se superasen en un entorno en el que había mujeres. No obstante, tal cambio fue acogido por una tormenta de protestas por parte de las mujeres, acusándoles de prejuicios y advirtiendo que tal medida reforzaría la situación como soldados de segunda clase de las mujeres.

Entre los soldados y oficiales femeninos parece existir consenso sobre la necesidad del cambio. Según el coronel Foote, no sólo tales restricciones suponen un obstáculo para la defensa nacional, sino que además influye negativamente en el desarrollo de sus carreras. Si se les impide adquirir una valiosa experiencia en las unidades de combate, las mujeres tardarán más en conseguir los ascensos por los que tanto han trabajado. Al coronel Foote le gustaría que se acabara con el doble rasero. "Como jefe tengo que reconocer las diferencias entre el hombre y la mujer e intentar solucionarlas. Pero cuando se trata del nivel de eficacia como soldados hay un único criterio para evaluar a la gente: si son o no capaces de hacer su trabajo".

Esta exclusión de las mujeres de la plena participación en las fuerzas armadas voluntarias representa una de las últimas fronteras para las feministas defensoras de la igualdad de derechos, que creen que hay que eliminar las limitaciones institucionales que no se basan en. la capacidad sino en el sexo. Los grupos feministas influyentes en Estados Unidos, señalan que el Ejército es uno de los patronos más importantes además de la institución educativa más significativa de la sociedad norteamericana, de manera que la restricción del acceso de la mujer empeora la situación económica y social de desventaja de la mujer.

Mejores que los hombres

Las fuerzas armadas se beneficiarían igualmente de una política más igualitaria hacia las mujeres. Ciertos estudios han puesto de relieve numerosas razones para su inclusión. Aunque las mujeres y los hombres reciben igual salario por el mismo trabajo, las mujeres resultan en realidad menos caras. Son en general más inteligentes, obtienen mayores puntuaciones en las pruebas, tienen más años de estudios y son uno o dos años mayores que sus compañeros varones cuando ingresan en el Ejército. Aprenden con más rapidez, reduciendo consecuentemente el coste de su formación. Resultan más fáciles de dirigir, son más educadas, obedientes y humildes hacia sus supervisores. Se dan menos casos descubiertos de delitos y se casan con menos frecuencia. En resumen, las mujeres son buena inversión.

Sin embargo, hay también problemas. El 46% de las mujeres dejan de alistarse para un segundo período de servicio, un índice de abandono doble que el de los hombres. Estas mujeres no se sienten felices con las presiones de su situación minoritaria y piensan que su aceptación es demasiado lenta. Oficialmente el Ejército combate todo acoso y extorsión sexual. No obstante, los soldados femeninos mencionan una amplia gama de actitudes negativas hacía ellas que hay que superar antes de poder empezar a trabajar. Por ejemplo, una mujer afirma que a un soldado femenino de una unidad se le considera como algo exótico o como un monstruo. Otra afirma que su supervisor no le presta ninguna atención, quizá con la esperanza de que abandone. Una tercera dice haber sido tratada no como profesional, sino como objeto sexual.

Puede que el tiempo lime gran parte del resentimiento que sienten ambas partes. La vieja guardia, para quienes el Ejército es por definición un bastión de virilidad amenazado por la presencia femenina, y las nuevas mujeres soldados, que carecen de modelos con experiencia en su papel. Tanto si uno desea un estilo de vida militar para sí mismo como si no, la apertura de las puertas de los cuarteles a las mujeres representa el primer paso en la conquista de la última frontera.

Tobe Levin es profesora en la unidad europea de la universidad de Maryland y autora de varios estudios sobre la situación de la mujer en el mundo, especialmente en Estados Unidos.

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