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Otro obsceno pájaro nocturno

Cierta fosca medianoche mientras luchaba con el insomnio a brazo partido, pero sin fracturas, oí un repiqueteo en el cristal de mi ventana.Me declaré durmiente vencido y espié; bajo la lluvia o garúa un gran pájaro de presa interrumpía los picotazos para repetir: "Ore, ore, ore...". No demoré más de un minuto en reconocerlo y abrir del todo la ventana. Era mi amigo de la infancia, el viejo Never More, única ave inmortal, bendición o condena de la que estaba orgulloso aunque disimulara. Durante la charla que duró hasta el final de la noche, cloqueó una vez sin esconder el triunfo: "Porque, dios y todo, el cisne de Leda nunca murió de consunción. Y la alondra de Shelley nunca pasó de pretexto literario. Yo, en cambio, aun pronunciando el inglés con fuerte acento de Bowery, tuve bastante con dos palabras para revivir en la memoria y en la desdicha de los hombres mientras sigan poblando este planeta tantas veces condenado por profetas o fabricantes de armas. Sin ir más lejos..."

No lo dejé ir más lejos porque no siendo cobarde soy prudente. Levanté una mano pidiendo suspenso, dije perdón con una sonrisa y fui escondiendo todos los animales más o menos doméstícos que me acompañan en mi soledad. Regresé con mis anteojos de pesca submarina asegurados contra mordiscos oblicuos de tiburón y contra "cría cuervos que te sacarán las ejos" y continuó la forzada entrevista que, sin que se enterara mi visitante, fue grabada en su totalidad. Entonces noté que el cuervo tenía manchas verdes en un ala y amarillas en la otra. Él interpretó mi mirada y dijo:

-Una verdadera estafa del tintorero. Me aseguró teñido indeleble y bastó el chubasco para desmentirlo.

-¿Y por qué quiso teñirse?

-Ah, ésa es otra historia. Después le explico.

Las parrafadas sobre la teoría de la composición que él audazmente sostenía haber dictado a Poe fueron copiadas y hoy están en poder de la revista literaria Ápice. No sé si las publicará. En cuanto a las penas amorosas que tuve que soportar esa noche, las dirigí a una revista del corazón que promete pagarme una millonada desplumada. Porque en esta verídica historia corresponde un papel fundamental a un cuervo hembra.

Dijo el cuervo:

"En aquella también fosca medianoche yo no tuve intención de molestar a Mr. Poe. Simplemente busqué cobijo para huir de agua y viento, así como para evocar mi terrible pena. Porque horas o minutos antes mi cuervita me había dicho: 'Never more' y me sacó del nido a picotazos. Esas dos palabras quedaron impresas en mi cabeza y en mi pico. Olvidé las demás y durante mucho tiempo mi discurso quedó mutilado. Volé muchos países buscando consuelo inútilmente. Ahora, en procura de alivio y olvido, estoy dedicado a las bellas letras. Pero nada de escribir. Jamás. Soy crítico literario".

Al oír esto llegué hasta mi escritorio de un solo salto y volví con el grueso maletín donde guardo narraciones, ensayos, dramas en verso y en jornadas, poesías vacías, artículos periodísticos. Todo hermanado por su alta calidad y la irreductible voluntad ajena de permanecer inédito.

Vi el resplandor de sus ojos y, sin haber muerto, clavó el pico en el maletín.

-Esto -dijo- Estas hojas agredidas por la audacia. Aunque indignantes son buen remedio para la melancolía. Y le confieso, aunque parezca un vicio vergonzoso, que las prefiero así,

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crudas pero tiernitas, como si acabaran de escapar de muchas noches de trabajo de cualquier ser al que llamaremos autor.

Nada sabía yo de los antecedentes del pajarraco, pero comprendí que había tenido tiempo para aclimatarse, porque se puso solemne, habló de congresos, mesas redondas y recitales poéticos. Más ambiguo que un político, no pude saber si aprobaba o reía silencioso.

Dijo el cuervo:

"Comencemos, señores, por la novela. Aquí me es forzoso hacer un paréntesis para recordar un hecho histórico. Muchos siglos atrás, el país de los Goliats tuvo noticia que el país de los Liliputs no estaba civilizado. O que, por ignorancia o maldad, continuaba civilizándose de una manera distinta, dolorosamente heterodoxa. Así que los Goliats fueron obligados a civilizar ortodoxamente a los liliputienses. En nombre del Dios que habían elegido pero nunca consultado sin transitar vicarías cómodas".

"Nunca se supo o ya se olvidó quiénes fueron los vencedores. Tucídides nos cuenta que los Goliats emplearon todos los artilugios asesinos de que disponía su civilización. Los liliputienses se defendieron sin otras armas que la inteligencia que habían estado heredando milenio tras milenio: poblaron la tierra de agujeros y exactamente en el centro de cada uno clavaron una estaca tan vertical como afiladísima. Los disimularon con ramas y hojas y se escondieron en sus chozas y se hundieron en su antiquísima paciencia para esperar".

"Papiros de lectura trabajosa tratan de informarnos de cuántos goliats de fuerte pisada resultaron ensartados. Esto ya no interesa. Pero comparo esos pozos dramáticos con la novela. Los pozos novelísticos tienen, además, un temible poder de atracción. Consulte catálogos, librerías, publicaciones culturales y comprobará la preocupante cantidad de personas que, no satisfechas con haber descollado en sus respectivas profesiones, pisan en falso y caen en el foso de la novela con lamentables consecuencias. Y hasta hay algunos que reinciden. El resultado es que estos personajes, dañados por la dicha estaca, inventan a su vez personajes dañados. Y, como es inevitable, éstos se enamoran. Si el adorado objeto sin fisiología es rubio, la solución es simple. Sus cabellos serán siempre de oro sin precisión de kilates. Ya el mismísimo Quevedo escribió: 'El cabello más dorado'. Es tonto pero no ofende. Pero si el botarate se enamora de una morena, dirá sin remisión: su cabello, negro como el ala del cuervo. Esto me resulta intolerable. Llegó la explosión cuando leí, traducción castellana, que en la segunda página de París era una fiesta, mi ex amigo Hemingway mezcla sin rubor, él también, cabellos con alas de cuervo. Por eso procuré teñirlas; y que busquen negrura en sus propias almas".

Dijo el cuervo. Y en ese momento los restos de la tormenta abrieron con furia la ventana, lo que aprovechó el pájaro protervo para huir llevándose el maletín pesado de tesoros. Ahora, día tras día, noche tras noche, espero recibir sus noticias, su inapelable juicio crítico.

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