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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Dificultades técnicas impidieron una buena audición de 'Otello' en el Vicente Calderón

Anuncios publicitarios en pantallas gigantes de vídeo se intercalaron durante la función

El Otello de Plácido Domingo, en el estadio Vicente Calderón de Madrid, ante un público calificado por él y los organizadores un día antes como "el mayor concentrado en un espectáculo de ópera", encontró serias dificultades técnicas en el sonido, que impidieron a los cerca de 40.000 espectadores disfrutar de la voz de los intérpretes y la magia de la obra de Verdi. El público que acudió a ver a Plácido Domingo en una representación extraordinaria tuvo que aguzar los oídos y su sensibilidad para poder superar los graves problemas de reproducción del sonido en la función.

Las toses de los espectadores, inconveniente siempre presente aunque llevadero en los teatros, no fueron el problema que perturbó la puesta en escena de Otello, la ópera de Verdi representada anoche en el estadio Vicente Calderón.El estadio presentaba un aspecto hasta cierto punto contradictorio. La escenografía montada en el campo de fútbol reconstruía el exterior del castillo de Otello en Chipre como unas ruinas misteriosas, entorno apropiado al drama que se iría a desarrollar.

Hacia el lado derecho del escenario, y al fondo del estadio, dos pantallas gigantes de vídeo reprodujeron imágenes de los sanfermines, de focas nadando en piscinas y de carreras de coches, antes de que empezara la función. Luego, tras las advertencias de un retraso de media hora, a través de los altavoces, apareció en las pantallas de video un anuncio colorido y electrónico del Otello, con la recomendación de guardar silencio durante la función.

Cables y reflectores

La tormenta que precede y acompaña el inicio del primer acto no se sintió. El castillo del moro no lograba apoyar la fantasía de los espectadores con los cables que cruzaban el escenario y los reflectores que coronaban irrealmente las torres. Dos micrófonos que colgaban de los cables como arañas boca abajo, más que colaborar a la difusión del sonido, captaban con igual intensidad los más mínimos ruidos del movimiento de los actores en el escenario, y apagaban las voces de los protagonistas.

A pesar de ello, el público, al principio sorprendido y esforzado, escuchó con respeto las escenas, hasta quedar apaciguado en parte con los duetos de Otello y Yago, y luego el final del moro con su amante esposa.

Los aplausos saludaron esta difícil etapa. El breve intermedio entre los dos primeros actos, mientras se cambiaba el escenario, fue premiado con anuncios publicitarios proyectados en las pantallas de vídeo, recordando la existencia de cierto aceite de automóviles y una no menos conocida marca de whisky.

El segundo acto fue algo mejor, en términos de sonido, aunque los matices sutiles de las privilegiadas voces de Pilar Lorengar, que hacía el papel de Desdémona; Silvano Carrolli, Yago; y Plácido Domingo, Otello, eran todavía un recuerdo, más que la presencia memorable que se hubiese querido para la noche de ayer. Hacia el final del segundo acto, y tras el saludo de los intérpretes, el público aplaudió de pie, aunque no se prodigó demasiado. Parte de la audiencia abandonó el estadio en este intermedio.

En el escenario montado para la representación de anoche, de 18 metros de altura, 35 de largo y 23 de profundidad, se movieron cerca de 300 personas. 150 personas se encargaron de la seguridad de los espectadores, de los intérpretes, y de los complejos aparatos electrónicos.

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