Aniversario
Los sandinistas celebran el quinto aniversario de su triunfo, y el fondo de amenazas crecientes o decrecientes sigue siendo la música constante de esta revolución cercada y cínicamente examinada a través de microscopio o telescopio por viejas y nuevas derechas. La revolución sandinista sobrevive en parte por la solidaridad internacional, ejercida sobre todo mediante una actitud vigilante de la temperatura de la agresión. Si el termómetro sube, el coro vigilante grita; si la temperatura baja, se pone la sordina en el clarín, pero el ojo sigue avizor, porque Nicaragua es un test universal delicado y frágil.A pesar del cerco que persigue hacer de la revolución sandinista una revolución parasoviética convencional, ejemplo, pues, a exhibir como prueba de a dónde llevan los excesos de la tolerancia liberal del imperio, los sandinistas se han mantenido muy sabiamente dentro de un marco democrático plurafista máximo, según las circunstancias de país en guerra, con todas las fronteras hipotecadas y con un manual de sabotaje de la CIA mordiendo cada día las entrañag económicas del país. El hostigamiento USA no se debe tanto a la voluntad de hacer fracasar una revolución contagiosa como de frustrar la posibilidad de un nuevo modelo revolucionario democrático que sí sería inapelable e indiscutiblemente contagioso para toda la zona. Dejar hacer el modelo sandinista significaría tolerar la construcción de un modelo de sociedad socialista y democrática que pondría en entredicho la coartada doctrinal intervencionista de Estados Unidos. A pesar de todos los esfuerzos de la Administración Reagan, un factor importante para mantener la solidaridad internacional con el sandinismo ha sido el compromiso explícito asumido por algunos Gobiernos socialdemócratas, y sobre todo el Gobierno sueco, que ha dado una lección de moralidad internacionalista al servicio de las causas de emancipación. Palme ha sido hasta ahora el socialista occidental que más se ha comprometido a favor del Gobierno de Managua, secundando así el esfuerzo de importantes núcleos de jóvenes suecos que se fueron a Nicaragua no a ver la revolución, sino a hacerla.
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