Noches de lujo y risas
El espectáculo musical sigue siendo un gran atractivo para el público
No hay espectáculo tan perdurable como el musical. Ni una película de Georges Lucas ni una obra de William. Shakespeare consiguen permanencia tan larga en la sección de cartelera de los periódicos como un cómico con popularidad o una supérvedette llamativa; ambos, casi siempre aderezados con los ingredientes clásicos del género: el lujo, la sorpresa, las esculturales chicas del ballet, las plumas de avestruz, la cena cara y el número de ilusionismo. El musical que consigue dar en la clave, a pesar de la crisis, es rico en afluencia de público y millonario en ganancias.
A veces, cuando la publicidad de una sala de fiestas anuncia "llenos diarios", es literalmente cierto. Es igual que sea miércoles, que sábado, que domingo. Que mañana sea día laborable no es cortapisa para que el público, la mano ensartada en la penúltima copa, llene la sala, aun siendo las 3.30 Y así, durante un año, dos o cinco, se anuncian con luminosos infatigables los espectáculos del mítico Broadway, de París o del Paralelo barcelonés. En Madrid, Moncho Borrajo ha cumplido ya año y tres meses en Cleofás, donde antes triunfaron Tip y Coll. Bibí Andersen es el boom del momento, en el mismo escenario donde el humorista Raúl Sender obtuvo un éxito ininterrumpido de cinco temporadas. Martes y Trece cumplen su cuarta temporada en Caribiana.Para Raúl Sender, el hecho de que el género musical coseche tales éxitos no es una casualidad. "Es un axioma que el hombre busca siempre la felicidad. Tenemos crisis económica y estamos rodeados de desgracia; no tienes más que ver los informativos o leer los periódicos. Por eso, la gente necesita refugiarse en la magia del espectáculo, que ha de tener unos elementos imprescindibles: lujo, belleza y risa. Porque son cosas que no se tienen".
"Esta noche cumplimos un sueño. / La ilusión no es un mundo pequeño. / Noche de gala. / Noche de magia. / Noche de ilusión". Ésta es la canción que cantan los artistas en el escenario del Scala Meliá de Madrid para terminar el espectáculo. Scala es el preclaro exponente de lo que es el clásico musical. El rutilante, lujoso y sorprendente espectáculo capaz de hacer sentir a muchos de los que de allí salen que han vivido una noche especial, ajena al crudo y real mundo exterior. "¿Te has fijado con qué cara de felicidad sale la gente de aquí?", dice un responsable del Scala. "Alguien me dijo un día que lo que más le gustaba de mi espectáculo es la cara con la que la gente sale después de ver a Moncho Borrajo", dice el propio cómico desde el escenario. "Y es que los humoristas rascamos un poco y conseguimos descubrir a ese niño que todos llevamos dentro".
Fuerte inversión
El Scala comienza su espectáculo descolgando un auténtico tiovivo adornado de guapas amazonas. Por el enorme escenario pasarán después un tigre, un precioso caballo blanco (ambos de carne y hueso), y aparecerá una pista de hielo, y fuentes -que producirían la envidia de muchas ciudades españolas-, y escaleras hidráulicas. Las girls y los boys -o sea, las chicas y chicos del ballet- miden un mínimo de 1,70 metros de altura y lucen en hora y media los más diversos, lujosos y exóticos vestidos. El vestuario, siempre en impecable estado, se lleva siempre un buen pellizco del presupuesto. Sender asegura que uno de los trajes que llevaban 12 bailarinas de su espectáculo costaron 400.000 pesetas cada uno.
Los diversos números del Scala se suceden a gran velocidad, sin una fisura, sin respiro para el público, al que hay que sorprender continuamente. Los números de ilusionismo son la guinda del pastel. El Scala de Madrid, el teatro Llantiol o el Arnau de Barcelona, con más o menos despliegue de medios, ofrecen una estructura similar de espectáculo. Sin embargo, no para todos luce el sol.
Dicen las malas lenguas que Dolly van Doll, la dueña del Belle Époque, de Barcelona, se está arruinando. Con todos los elementos tradicionales del music-hall, como también le llaman algunos, Belle Époque ofrece, sin embargo, un espectáculo muy renovador, vanguardista, basado en la plástica y el maquillaje y con la actuación del espléndido humorista Mimí Pompón.
Para el Scala Meliá, en cambio, todo va viento en popa. La temporada de su actual espectáculo supuso una inversión que superó los 150 millones de pesetas. Para el de la próxima temporada, que se estrenará en noviembre o diciembre, han presupuestado más de 200 millones. En 1984, según los responsables del Scala, los beneficios han superado ampliamente el riesgo de la inversión. "Para un buen espectáculo musical es necesario arriesgar mucho dinero", dicen.
Pasodobles y contratos
"En esto no aciertas nunca", dice Rafael Pradillo, director de Florida Park de Madrid. El Florida, concesión del Ayuntamiento, es una sala de fiestas con restaurante y pista de baile que tuvo su esplendor en los años cuarenta y cincuenta, cuando no había televisión. Pradillo lo lleva desde hace sólo uno, pero su sabor es el mismo de siempre. El espectáculo comienza con un cuadro flamenco, sigue con ballet español y termina con una actuación especial: Dyango, Rocío Jurado, Chiquetete... La semana pasada estuvo Elsa Baeza; la que viene, Nati Mistral. El Florida Park no acaba de dar con la clave del éxito en los años ochenta, aunque la noche de presentación de Elsa Baeza la sala estaba casi repleta -a 5.000 pesetas la cena- y el público bailaba encantado con la orquesta.
Los de la cadena Windsor no pueden decir que nunca se acierte. En todo caso, que no siempre se acierta. Bibí Andersen y Moncho Borrajo están consiguiendo sendos éxitos de taquilla en Xenon y Cleofás, respectivamente. Sin embargo, la tercera sala de la cadena, la Windsor, no ha dado esta vez en el clavo. La misma compañía sueca presentó la pasada temporada un espectáculo de gran éxito: After dark. Su nuevo montaje, El mundo y la magia del transformismo, no está obteniendo el respaldo deseado. Tiene una espléndida coreografía y un ballet muy actual, además de unos bailarines fastuosos, pero el juego de las adivinanzas -¿hombre o mujer?- no parece que atraiga ya a un público que está acostumbrado a vivir entre la ambigüedad, ésa que se respira incluso en la esquina de la calle y, además, gratis.
No obstante, la gente acude, incluso los días laborables, a estos espectácuios verdaderamente nocturnos -la mayoría de ellos, salvo la sala Scala, con dos sesiones, comienza a partir de la una de la madrugada-, cuyos precios oscilan entre las 1.500-2.000 con copa y las 4.000 pesetas si incluyen cena. Son lugares propios, casi exclusivos, de la gran ciudad. Y siempre hay gente de paso que acude a participar en el acontecimiento. Una sala de fiestas, además, es lugar idóneo para el festejo posterior a una boda o para los compromisos del alto ejecutivo que quizá está formalizando un impirtante contrato mientras la vedette levanta una pierna sugestiva en lo alto del escenario.
Solo ante el peligro
"Yo hice dos carreras y cuando terminé le dije a mi padre: 'Papá, ahora me voy a dedicar a ser cómico, que se gana más'. Y es verdad". La gente sonríe ante la frase de Moncho Borrajo, quizá con fundiéndola con otra más de las gracias del humorista. Borrajo posee la particularidad de contar muchas verdades en el escenario y ésta es una de ellas. "Sí, es cierto, el cómico gana más dinero en el mundo del espectáculo porque no tiene gastos", dice Raúl Sender. Según el director del Florida Park, un cómico no famoso cobra entre las 20.000 y 30.000 pesetas por actuación, que no tiene que repartir como el músico. A cambio de ello no tiene trabajo todos los días y, además, está solo ante el peligro."Siempre hay alguien en el público, generalmente acompañado de muchos amigos, que se cree en la obligación de ser más gracioso que el gracioso oficial", dice Sender. "A mí me ha pasado de tener a alguien que va contando tus chistes antes que tú, porque ya se los sabe, o que se siente en el derecho de meterse contigo. Y tú, que lo que tienes es ganas de mentarle a su madre, tienes que darle un corte con el mayor ingenio y la gracia posibles".
Moncho Borrajo era antes más agresivo, según él mismo confiesa. "Hasta que me di cuenta que el odio y el resquemor sólo repercuten negativamente contra ti mismo". Según los cómicos, un cierto atrevimiento y un cargamento de ingenio es lo que más valora el público. Mantenerse dentro de un margen no ofensivo es lo que persiguen para no echarlo todo a perder. Quizá por eso, Moncho Borrajo termina su largo espectáculo de casi tres horas de exitosa soledad con una declaracíón exculpatoria: "Si a alguien he ofendido, que me perdone, porque no es esa mi intención", dice entre otras cosas.
El disfraz y, en especial, la imitación de personajes populares, son ingredientes habituales del cómico. La renovación es la norma. Los Martes y Trece, trío reducido ahora a sus dos componentes Josema y Millán, llevan cuatro meses con su nuevo espectáculo. La ausencia de un tercer componente ha sido cubierta con diversas parodias de anuncios televisivos previamente grabados en vídeo. Martes y Trece no cuentan con tanta aceptación como antes, quizá por ser ya demasiado conocidos, pero su espectáculo sigue siendo una bien hallada recreación de personajes y situaciones. Que su trabajo no sea valorado como otros que cuentan con subvenciones y halagos es cosa que no les preocupa en exceso. "Mira, nuestra única pretensión es hacer reír", dice Millán.
Para arrancar risas y aplausos al público hay en España un buen puñado de cómicos que nada se parecen entre sí. Para todos ellos -Tip y Coll, Pedro Ruiz o Andrés Pajares- tiene Moncho Borrajo alabanzas que incluye en su número diario. Pero es Moncho el que triunfa ahora. Moncho Borrajo aguanta en el escenario casi tres horas sin parar de hablar. Entre sus muchas cualidades, quizá una de las más festejadas por el público es su agilidad mental, su facilidad para la improvisación. Capaz de quedarse con 20 nombres de 20 mujeres de la sala en la cabeza, hacerles un poema hilando los mismos es un número suyo habitual que arrebata a su público.
El espectáculo de Moncho Borrajo no sólo se desarrolla sobre el escenario. Todas las noches, tras la actuación, aunque sean las cuatro de la madrugada, una parte del público hace cola ante la puerta del camerino. Moncho los recibe en su camerino en grupos de dos, les pregunta por su vida, les firma el autógrafo y, además, les hace un dibujito, su autocar¡catura. Y entonces ellos se van contentos.
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