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Hermetismo en las pesquisas sobre la filtración del examen de ingreso en la Administracion

Javier Valero, director general jefe de la Inspección General de Servicios de la Función Pública, respondió con un lacónico "sin comentarios" a la pregunta de este periódico sobre si ya existía un sospechoso de la filtración de uno o varios ejercicios de la oposición.Hasta el momento, sólo existe constancia de que hubo filtración del texto de inglés que el pasado 30 de junio, por la mañana, tenían que traducir al castellano los opositores a ingreso en los ya señalados cuerpos administrativos. El ejercicio de traducción e a voluntario, dado su carácter de prueba de mérito, y, por tanto, no eliminatorio. Tampoco existe la menor constancia de que la filtración se realizara a cambio de dinero ni que el texto en cuestión se entregara a más personas que a aquella que encomendó su traducción a quien, finalmente, acabó poniéndolo a disposición de EL PAÍS el pasado día 29, es decir, varias horas antes de la fijada para realizar el examen.

Fuentes de la Administración revelaron a este periódico que una empleada de una oficina de Educación y Ciencia había asegurado en voz alta que en su momento ella había rehusado la posibilidad que alguien le brindó de comprar los distintos ejercicios que iban a salir en cada una de las partes del concurso-oposición para el ingreso en los cuerpos de la Administración del Estado y de la Seguridad Social. Conviene advertir que en estas oposiciones han participado, junto a miles de personas que querían acceder por primera vez a la amplia oferta de empleo público que ha supuesto este concurso, numerosos funcionarios que pretendían promocionarse pasando de un escalón a otro superior.

La persona que hizo las citadas manifestaciones en voz alta fue llamada a declarar por las autoridades ministeriales, ante las que -siempre según las mismas fuentes- confirmó la veracidad de las mismas, pero sin revelar en ningún momento, por miedo a posibles represalias, la personalidad de quien presuntamente le ofreció en algún momento el acceso directo, o indirecto, a un eventual vendedor de los ejercicios.

Al parecer, y tal vez con la intención de inducirla a mayores precisiones, quienes dirigieron el interrogatorio dieron a entender a la declarante que tarde o temprano se acabaría llegando hasta la persona que había filtrado el ejercicio de inglés, puesto que ya había una pista y que esta conducía hasta uno de los empleados que manipularon los exámenes en la fase de reproducción mecánica.

Las mismas fuentes aseguraron que la empleada llamada a declarar fue recogida por un coche oficial, pero Javier Valero, encerrado en su lacónico "sin comentarios", no confirmó ni desmintió tales extremos y ni siquiera si este interrogatorio había llegado a producirse.

Por su parte, Jaime Montalvo, director general del Instituto Nacional de la Función Pública, aseguró no estar informado de los pormenores de la investigación, dada la autonomía de que dispone el inspector jefe de servicios al que se ha encomendado la misma. Montalvo añadió que desconocía si existía dicha pista, sobre cuya verosimilitud manifestó abrigar fuertes dudas debido al tinte especulativo de cuanto no parecía pasar de un simple rumor.

Historia de 'el Taquil'

Lo que no pudo ni quiso desmentir el director general es la historia de la existencia de otra irregularidad observada, y resuelta contundentemente, esta vez con motivo de las pruebas de acceso a los cuerpos de auxiliares de la Administración del Estado y de la Seguridad Social. La historia corre de boca en boca, desde hace unos 15 días, por los pasillos, ascensores y despachos de los diversos organismos madrileños de la Seguridad Social.Es la historia de el Taqui, abreviatura de Eustaquio, con la que un ordenanza de la Seguridad Social es conocido familiarmente entre los funcionarios de los diversos organismos de esta entidad estatal, en la que trabaja desde hace varios años. A Eustaquio le fue invalidado el ejercicio de mecanografia que realizó en la segunda de las pruebas eliminatorias para el acceso al cuerpo de auxiliares.

Sucedió que el ejercicio de mecanografía de Eustaquio fue inicialmente puntuado con un 10, calificación justísima si se tiene en cuenta que llegó a alcanzar cerca de 600 pulsaciones por minuto, cifra muy próxima a las alcanzadas en los campeones nacionales de la especialidad., Los opositores tenían que reproducir mecanográficamente un determinado texto, para lo que disponían de un tiempo máximo de 10 minutos. Para calibrar la excepcionalidad de las numerosas líneas aparentemente mecanografiadas por Eustaquio, baste señalar que el siguiente ejercicio puntuado también con un 10 se encontraba a unas 1.400 pulsaciones del suyo.

Nadie sabe a ciencia cierta por qué el tribunal número 2, encargado de corregir el ejercicio de el Taqui, decidió reconsiderar la puntuación otorgada a su exámen tan sólo después de que se publicaran las listas. Existen diversas versiones al respecto. La presidenta del tribunal manifestó a este periódico que la revisión se hizo por iniciativa de otros miembros del tribunal, a quienes llamó poderosamente la atención, una vez publicadas ya las listas, que uno de los escasos dieces del ejercicio de mecanografía hubiera sido obtenido por un ordenanza cuya debilidad en el dominio de la técnica mecanográfica era, al parecer, bastante notoria. El saber que muchos de los ordenazas que habían acudido a estos exámenes suspendieron precisamente por esta prueba no hizo sino aumentar las sospechas de que algo raro había sucedido.

De todos modos, ya debió resultir suficientemente extraño que el texto presuntamente mecanografiado por el Taqui en el examen de las once de la mañana fuera distinto del de los restantes opositores y que correspondiese, en realidad, al que se propuso a los probos aspirantes a auxiliares administrativos que se habían examinado en el llamamiento de las nueve de la mañana. Parece que Eustaquio tuvo dificultades para llegar a la hora, y, pese a que intentó examinarse con sus compañeros del primer turno, no pudo ser, pero fue autorizado a hacerlo con los del segundo.

Salto inocente

Pasados unos días, cuando los miembros del tribunal se reunieron para reconsiderar el caso, alguien intentaría explicarse a sí mismo y a sus compañeros que tal vez el examen se dio inicialmente por bueno, al pensar que podía tratarse del salto inocente de un montón de ejercicios a otro, salto hasta cierto punto comprensible entre la cantidad inmensa de exámenes que se barajaban.Hay que advertir inmediatamente que el sistema previsto para la realización de los exámenes excluía la posibilidad de que el tribunal tuviera conocimiento sobre la identidad del autor de un determinado ejercicio. En teoría, ésta sólo debía conocerse cuando los funcionarios encargados del final del proceso -distintos de los que componían el tribunal- confeccionaran, con ayuda del inevitable ordenador, las listas con los nombres de los concursantes y sus calificaciones, una vez emparejados los exámenes corregidos y puntuados por el tribunal con los datos del opositor. Éstos figuraban en una matriz que, en el momento de iniciar la prueba, había sido separada del ejercicio y encomendada su custodia a funcionarios distintos de los que corregían los exámenes.

Tal vez esto pueda explicar que no hubiera levantado mayores sospechas el ejercicio de Eustaquio en el instante mismo de su corrección. Desde luego, cualquiera podría pensar que el autor de un ejercicio resuelto tan espectacularmente bien había obtenido el texto a reproducir mecanográficamente de otro opositor que se hubiera examinado en la primera hora, pese a la tajante y expresa prohibición de sacar los planteamientos de los ejercicios del aula una vez resuelta la prueba. Desde luego, esta estrategia debería partir de una suposición elemental: que el texto que se iba a proponer en la segunda convocatoria de esa mañana sería el mismo que el de la primera.

Según esta hipótesis, este texto podría haber sido furtivamente reproducido en el interior de un automóvil oculto tal vez en la fronda de la Ciudad Universitaria, o en el aseo de caballeros, o simplemente en un banco de cualquier pasillo del centro donde se realizaban los exámenes. Lo que sin duda no pensaron en ningún momento los furtivos mecanógrafos es que podría acabar levantando algunas sospechas el hecho de haberse acercado tanto a las prohibitivas marcas mecanográficas de un campeón.

Otras versiones apuntan a que la necesidad de revisar el ejercicio de Eustaquio sólo se planteó después de que aparecieran en las paredes de varios organismos de la Seguridad Social unos carteles firmados por Comisiones Obreras en los que se llamaba la atención sobre el 10 de el Taqui.

'Dazibaos'

"Estamos seguros", decía, entre otras cosas, el cartel de CC OO, "de la limpieza de las oposiciones, de la equidad de los tribunales y de la honradez de los afiliados al PSOE-UGT". Este texto se acompañaba con la reproducción de una viñeta bastante popular de un conocido humorista, en la cual unos apesadumbrados manifestantes portan una pancarta con la leyenda "Nos tenéis contentos". Támbién se reproducía, convenientemente ampliada, la relación de aprobados en el ejercicio segundo de las oposiciones, con el nombre y la calificación de Eustaquío convenientemente subrayados.Los autores de este dazibao intentaban transmitir el mensaje de que el 10 de el Taqui era fruto de su notoria militancia política y sindical, y la verdad es que el propio Eustaquio daría posteriormente pábulo a esta hipótesis cuando, en presencia de los 10 funcionarios que lo citaron para aclarar las cosas, intentó explicarse a sí mismo tan alta puntuación, de la que aseguró sentirse sinceramente sorprendido.

Parece ser que el Taqui, que se presentó ante el tribunal con un número de El Socialista debajo del brazo y con algún otro inequívoco símbolo de su militancia, apuntó allí la suposición de que tal vez algún desconocido amigo del tribunal habría querido favorecerle a sabiendas de su identidad política y sindical. Ni que decir tiene que los miembros del tribunal no quisieron seguir oyendo semejantes explicaciones.

Por lo demás, los intrigados funcionarios se quedaron con las ganas de saber cómo había sido posible que Eustaquio hubiese presentado un texto del llamamiento de las nueve de la mañana habiéndose examinado a las once, si lógicamente se le entregó únicamente el correspondiente a esta hora, pero tampoco lograron ,saber qué milagro había hecho posible un tan elevado número de líneas mecanografiadas en los 10 minutos más importantes de su vida.

Hubo una segunda reunión de Eustaquio con los funcionarios del tribunal, pero aquél decepcionó sus esperanzas de asistir a una demostración mecanográfica, pues para entonces el abogado de el Taqui le había aconsejado que no se sometiese a prueba alguna y que no reconociese absolutamente nada que pudiera ser usado posteriormente en su contra.

La presidenta del tribunal anunció al ordenanza la anulación de su ejercicio, su exclusión del concurso oposición -por lo que ya no podría presentarse a la tercera prueba- y la remisión de un oficio con el relato de los hechos a la autoridad, por si existieran motivos suficientes para la incoación de un expediente, dada su condición de funcionario.

La historia tiene un epílogo cruel. Los enemigos políticos de Eustaquio ahora se empeñan en llamarle Taqui-meca.

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