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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La revolución sandinista cinco años después / 2

En esta segunda parte de su trabajo el autor describe la situación en la que se encuentra la economía nicaragüense, que pertenece con toda claridad al sistema mixto, con una potenciación del sector público que coexiste, sin embargo, con extensas parcelas de economía privada. Hoy los campesinos comen considerablemente mejor que en tiempos de Somoza, aunque el volumen de la agricultura comercial, esencial para los beneficios del comercio exterior, ha decaído muy deprisa

Nicaragua fue un gran exportador de café, algodón, azúcar y, frutas tropicales bajo la familia Somoza. También producía importantes excedentes de ganado, aves de corral y arroz. La propiedad de la tierra estaba fuertemente concentrada en una pequeña elite tradicional, además de la familia y de los aliados inmediatos de Somoza. Las exportaciones estaban financiadas y administradas en su mayoría por compañías norteamericanas y las ganancias iban a esas compañías y a los propietarios de la tierra. Los campesinos ganaban salarios para subsistir y casi no tenían tierra.El Gobierno revolucionario distribuyó las propiedades de los Somoza y de sus colaboradores más cercanos, con el resultado de que los campesinos recibieron entre el 40% y el 50% de las tierras cultivadas del país, tierras que desde entonces han sido diversamente cultivadas como granjas familiares, estatales y cooperativas. Los que antes eran campesinos sin tierra., ahora están cultivando su propio arroz y sus frijoles, criando sus propios cerdos y pollos y, por tanto, comiendo considerablemente mejor que en tiempos de Somoza. Pero el volumen de la agricultura comercial, esencial para los beneficios del comercio exterior, cayó rápidamente. Tanto, que en 1984 Nicaragua estaba exportando una tercera parte del volumen de exportaciones de 1978. Un dirigente del partido socialista me explicaba que la producción de arroz era el doble por manzana en las granjas privadas que en las estatales y que el total de la producción de maíz había caído alrededor de dos tercios desde 1978. Los dirigentes conservadores y los hombres de negocios ratificaron estas afirmaciones y dieron muchos ejemplos específicos de la baja de eficiencia y de productividad desde 1978.

Los costes de defensa

El hecho de que los costes de la defensa absorban más de la mitad del presupuesto nacional reduce drásticamente la disponibilidad de divisas para comprar fertilizantes e insecticidas, para financiar envíos al exterior, para reparar camiones y maquinaria agrícola, etcétera. Una alta proporción de hombres, que de otra manera podrían estar trabajando el campo, está sirviendo en el Ejército. La actividad militar contra ha interferido muy considerablemente en la recolección de las cosechas cerca de las fronteras de Honduras y Costa Rica. Pero incluso los economistas del Gobierno con los que hablé no aseguraban que los factores relacionados con la guerra explicaran totalmente la caída de la producción y de la productividad. Por lo menos tan importantes como la guerra son los factores intrínsecos del. proceso revolucionario mismo. Muchos ingenieros agrónomos, directivos agrícolas, agentes navieros y representantes comerciales de compradores extranjeros eligieron vivir en Costa Rica, Honduras o Florida antes de aceptar la incertidumbre y los bajos beneficios que estaban asociados con la revolución social. El Gobierno nacionalizó los bancos y restringió mucho la repatriación de beneficios por parte de las compañías extranjeras que operaban en Nicaragua. Por consiguiente, los bancos y las empresas extranjeras redujeron grandemente sus operaciones, con la consiguiente destrucción de la red comercial a través de la cual se comercializaban en el exterior las exportaciones nicaragüenses.

El 23 de abril la Prensa informó sobre la devolución a sus dueños legales de una hacienda de ganado, Las Mercedes, que había sido rápida e injustificadamente confiscada. Los empresarios acusan, y escuche a varios funcionarios económicos sandinistas que reconocían que había habido demasiados incidentes como ése. Más allá de los celos, la venganza, los no probados alegatos de actividad contrarrevolucionaria y los dogmas "izquierdistas infantiles" sobre las virtudes de la colectivización (que decididamente no son la política del Gobierno sandinista), muchas granjas y empresas han sido confiscadas erróneamente y ha llevado meses de acciones legales y apelaciones directas a los ministerios económicos revisar tales hechos. Obviamente, el clima de incertidumbre sobre los derechos reales de la propiedad privada bajo el nuevo régimen interfirió con la eficiencia económica.

Otro problema endémico del régimen se refiere a la supervisión de la economía, tanto en los sectores públicos como en los privados. Es comprensible que en circunstancias de crisis económica el primer Gobierno revolucionario de Nicaragua estuviera preocupado por el bienestar de su pueblo y deseara asegurar la disponibilidad y el control de precios de los alimentos básicos, los medicamentos y los artículos para el hogar. Pero los controles económicos son efectivos sólo si se aplican a unos pocos sectores clave y si pueden funcionar sin excesivo papeleo. Hoy en Nicaragua, para una actividad comercial, el granjero necesita media docena de permisos de las autoridades nacionales y regionales de dos o tres ministerios diferentes. Los funcionarios de la banca y las autoridades políticas le dicen cuánto de qué cosecha tendrá que levantar si desea ser calificado para un préstamo. Supervisan cuidadosamente si no está completa su inversión de capital, sus costes de producción, su margen de beneficio, sus fuentes de fertilizantes, insecticidas y combustible, el número de sus empleados y los salarios que les pagará. Una supervisión detallada en esa forma significa, inevitablenente, una falta de incentivo para el productor.

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La escasez de divisas y la virtual destrucción de la red comercial con las firmas norteamericanas anterior a 1978 ha tenido efectos devastadores en el uso de la maquinaria. En el hospital Óscar Dando Rosales, que atiende a la ciudad y a la provincia le León, el director me llevó a dar un recorrido por el sótano para mostrarme las máquinas de lavar, paradas por falta de juntas y cojinetes de bolas; las secadoras, paradas por falta de condensadores de repuesto; las máquinas de planchar trabajando sólo a un tercio de su capacidad por falta de correas para extender las sábanas y las toallas.

La extensión de la educación

Aunque la situación económica está llena de importantes problemas a largo plazo, el Gobierno ha establecido muchas líneas con buenas posibilidades de tener éxito, que son más importantes que el comercio exterior o la estabilidad financiera para una población que siempre ha sido pobre y que está dispuesta a aceptar las continuas dificultades económicas a cambio de una recién lograda libertad y de bienestar social. Desde el momento de su triunfo en julio de 1979, el Gobierno se concentró en la extensión de la educación a todos los niveles. Educación recibe el 10% del presupuesto nacional, segundo después del dedicado a defensa, y los gastos totales en educación aumentaron un 500% en relación a 1978. El número de estudiantes e más del doble y el número de maestros se ha cuadruplicado, con salarios que han sido elevados sustancialmente. En 1978 la inscripción preescolar totalizaba 9.000 solicitudes y en 1984 es de 60.000. Una campaña nacional de alfabetización entre adultos redujo el analfabetismo de alrededor de un 507. a un 13%.

Entre los modernos movimientos de izquierda, el movimiento sandinista es único por la inclusión de un gran número de católicos practicantes y por su completa ausencia de anticlericalismo. El Gobierno hizo numerosos acuerdos con escuelas católicas de barriadas pobres, para aumentar las inscripciones y mejorar las instalaciones a cargo del Gobiemo, para apoyar con subsidios los salarios de los maestros, para que su matrícula sea libre y para utilizar tanto a los maestros religiosos como seglares sin cambiar la orientación religiosa de estas escuelas.

Uno de los primeros errores del Gobierno revolucionario, que ahora está siendo activamente corregido, fue su relación con la población de la costa atlántica, específicamente con los 100.000 indios miskitos, los 25.000 negros criollos y los 5.000 indios sumu. El movimiento sandinista y la lucha armada contra Somoza tuvo lugar casi totalmente entre la población mestiza de la costa del Pacífico y las provincias montañosas del Oeste, como Estelí, Nueva Segovia, Jinotega y Matagalpa. Las apenas pobladas zonas selváticas de Zelaya y Tasba Pri y la costa atlántica prácticamente no fueron comprometidas en la lucha revolucionaria. Las diversas minorías étnicas de las provincias atlánticas siempre fueron culturalmente diferentes de la mayoría de la costa pacífica. Los comerciantes ingleses y los piratas del siglo XVIII, la Iglesia morava y las numerosas comunidades negras del Caribe en los siglos XIX y XX crearon esa diferencia cultural. Tradicionalmente, los miskitos emigraban en cualquier dirección sin tener en cuenta la frontera hondureño-nicaragüense. Los sandinistas son los primeros en admitir que ellos subestimaron el nivel de identidad cultural particular, y por eso apartaron intensamente a esa población. Los miskitos sintieron que eran las víctimas, tanto de los hondureños como de los nicaragüenses, en las acciones militares cercanas a la frontera. Los voceros de Estados Unidos y de Honduras lanzaron acusaciones de genocidio totalmente infundadas contra el Gobierno sandinista, pero es un hecho que muchos miskitos se resistieron a los esfuerzos sandinistas de establecerlos temporalmente lejos de la zona fronteriza militarizada.Quejas de los miskitos

Sus quejas estaban presentadas principalmente por la coalición Misurasata, dirigida por Brooklyn Rivera. Bajo los auspicios de México, Misurasata y el Gobierno nicaragüense firmaron un primer acuerdo para establecer paz y confianza mutua entre las minorías de la costa atlántica y el Gobierno. El Gobierno se comprometió a permitir que los miskitos vuelvan a sus pueblos evacuados y restablezcan sus tradicionales comunidades pescadoras y agrícolas. Se amnistiaron varias docenas de prisioneros que habían sido capturados en las primeras escaramuzas entre Misurasata y las tropas del Gobierno. Misurasata aceptó negociaciones posteriores, con la expectativa de una región autónoma bajo un Gobierno nacional presidido por Ortega. El Gobierno está montando escuelas en lenguas miskita y sumu. Es muy pronto para saber cuánto éxito tendrán los sandinistas en su reconciliación con los miskitos, pero lo que está claro es el final de los enfrentamientos armados y el interés político de lograr comprensión sobre la base de una considerable autonomía local.

Probablemente el logro sandinista más importante, además del programa educativo, es el servicio de salud. Antes de 1979 prácticamente no había cuidados médicos al alcance del poblador rural pobre y los médicos de las ciudades dedicaban un máximo de dos horas por día a las clínicas públicas. Los sandinistas mandaron médicos jóvenes y técnicos médicos a las poblaciones y aumentaron el servicio de los hospitales públicos a cinco o seis horas por día. Las campañas de vacunación masiva redujeron mucho la incidencia de la malaria, la difteria, el sarampión y la polio. Pero los funcionarios de hospital que hacían estas afirmaciones declaraban inmediatamente después que las enfermedades víricas, especialmente la diarrea infantil y la bronconeumonía continuaban siendo una plaga para la población. El Ejército había sido usado para llevar leche, vacunas, parteras y estaciones de primeros auxilios ambulatorios a los más lejanos pueblos. Hay varios cientos de médicos cubanos en Nicaragua, y el ejemplo de la educación médica en Cuba, además del servicio de salud cubano, son muy admirados como ejemplo de lo que se puede lograr en este campo en un país relativamente subdesarrollado. También hay varios cientos de médicos, dietólogos y enfermeras de todas partes de Europa, Canadá y Estados Unidos. Ciertamente no hay área en la cual la ayuda internacional, tanto oficial como privada, haya sido más significativa y más apreciada que en el campo de la salud pública. Las carencias de equipamiento, por otra parte, han limitado mucho los servicios sofisticados en los hospitales, pero los cuidados preventivos, la nutrición, la sanidad y la higiene personal han sido ampliamente mejorados en los últimos cinco años.

Gabriel Jackson es historiador.

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