Un éxito de los socialistas
EL RESULTADO del referéndum celebrado en Italia significa una victoria importante del jefe del Gobierno, Bettino Craxi. Después de unas semanas de vacilaciones, en que llegó incluso a pensar en una campaña por la abstención, Craxi decidió politizar al máximo el referéndum y convertirlo en una prueba no sólo para el Gobierno de coalición de cinco partidos, sino para su propia capacidad de ejercer la dirección de la política italiana. El vicesecretario del partido socialista, Claudio Martineni, fue el encargado de lanzar, una semana antes de abrirse las urnas, una verdadera bomba política: el Gobierno dimitiría si no ganaba el referéndum, abriendo así una grave crisis. Paradójicamente, los dos principales partidos de Italia, comunistas y democristianos, abordaron el referéndum a contracorriente, con cierta desgana; en cambio, el PSI hizo todo lo posible por convertirlo en su batalla, y lo cierto es que la ha ganado. El origen. del referéndum está en la decisión del Gobierno Craxi del 14 de febrero de 1984 de reducir en cuatro puntos la aplicación de la escala móvil a los salarios. Esta decisión suponía tocar una de las conquistas históricas de los trabajadores italianos-que numerosos Gobiernos han venido respetando. El PCI, encabezado entonces por Berlinguer y en una fase de lucha ofensiva contra el Gobierno, contestó con la demanda del referéndum. La posibilidad de ganarlo parecía entonces bastante probable; los electores, al votar, podían decidir -caso insólito en las consultas electorales- una elevación de salarios. El clima se modificó en los meses siguientes. Sobre todo después del retroceso sufrido en las elecciones administrativas del pasado mes de mayo, el PCI estaba menos interesado en el referéndum. Dirigentes sindicales del PCI hicieron reiterados esfuerzos, hasta el último momento, para lograr una solución pactada con el Gobierno. No la lograron; pero esas negociaciones no ayudaron a crear un clima de movilización de cara al referéndum. Una vez conocidos los resultados, el PCI puede, sin duda, argumentar que el porcentaje del sí es alto; pero lo cierto es que no era ese su objetivo al provocar la consulta, sino infligir una seria derrota al Gobierno.
Dentro de la coalición de cinco partidos que integran el Gobierno Craxi, el referéndum ha dado lugar asimismo a un enfrentamiento, más o menos agudo, entre el PSI y la Democracia Cristiana. Ésta prefería disminuir el contenido político del referéndum; mantenerlo al máximo en el marco de una confrontación sobre cuestiones económicas y sociales. Las razones de tal actitud, que molestaba a los socialistas, son obvias: cuando la Democracia Cristiana acaba de cosechar un avance apreciable en las elecciones locales de hace unas semanas, el referéndum poco puede aportarle; porque su influencia propia se confunde con la de los otros partidos del Gobierno. Y en ese marco era previsible que Craxi se llevase la mayor tajada; como efectivamente ha sido.
Los efectos del referéndum no se harán esperar en una situación italiana particularmente compleja, con decisiones políticas importantes en fechas cercanas y con una división de la ciudadanía en partes bastante igualadas, que se manifiesta, de una u otra forma, en cada consulta electoral. Craxi lleva casi dos años al frente del Gobierno; es casi un récord, uno de los Gobiernos más largos de la República Italiana. Actualmente se va a sentir fortalecido, al frente de su partido y del Gobierno, con el resultado del referéndum; ello es significativo en un momento de duras discusiones en torno a los Gobiernos regionales y locales, y casi en vísperas de la elección por las, Cámaras del presidente de la República. La evidente capacidad de Craxi para compensar la debilidad electoral de los socialistas con el arte de ocupar siempre una primera fila en el espectáculo político se ha confirmado una vez más. Pero ello no puede disimular los graves problemas políticos que, sobre todo en el terreno económico y social, pueden dimanar del propio referéndum. De cualquier manera, el Gobierno socialista ha tenido el suficiente coraje político para presentar un cambio real a la sociedad italiana, y no precisamente en un terreno en el que la popularidad de la decisión estuviera asegurada de antemano.
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