La elipse
3 LunesMercedes Licer es bella y vulgar. Mercedes Licer García dice que está 'hasta el coco" de no sé qué. Cuando se ha nacido para princesita, no se deben decir ciertas cosas, Mercedes, niña equivoca da, niña apresurada, niña con prisa por dejar el "García" en una papelera nocturna. Mercedes, amor. Eres una princesa natural de las cosas, Mercedes, pero tú no lo sabes, no puedes saberlo, porque no te ves a ti misma (no hay otro talento que el de verse uno a sí mismo en los negros espejos interiores). Eres vulgar, Mercedes, y esto me duele casi más que decírtelo, aunque hayas emparentado convencionalmente con un Borbón. Todos, en España, Mercedes, hasta los que posamos de gauchistes, llevamos dentro un Borbón, o un Austria, o un Habsburgo. Y eso es lo que hay que cultivar en uno, en una, Mercedes, amor (y qué bella eres): el Austria interior y escurialense. Azaña, en El Escorial, pensaba que Felipe II, en su cuarto, miraba más para la campiña que para la misa. Uno, Mercedes, carece casi patológica mente de nociones morales. Uno no se rasga las vestiduras (sería una pena rasgar un Pierre Cardin) porque hayas posado desnuda, qué bobada, ni porque te defiendas atacando a la Preysler, ni porque reces para que Dios archive tus desnudos, ni porque te hayas improvisado princesa, ni porque vayas a quedarte sin los 40 millones de Zeta, ni porque hables demasiado, como te dice tu marido. Uno, Mercedes, sólo se decepciona y deprime porque eres vulgar, crudamente vulgar, y porque entre tu vulgaridad y tu belleza / encanto hay un desajuste que crea malestar en la cultura interior (y nada freudiana) del alma. Pasa con otras, Mercedes, no eres la única. Me traen más o menos flojo las princesas de leyenda. Me importan las princesas naturales que da el pueblo, Mercedes. Por eso me importas (me importabas) tú.
5 miércoles
Lo que hay, sobre todo, es un dulce contraste entre el juez Lerga, con su honradez de gabardina antigua, y la baraja internacional de procesados en la evasión de capitales, picas, corazones, reinas de diamantes y ases de trébol. Es decir, Enterrías, Gamazos, Figueroas, Varelas y siguen las firmas. Es la clase media, honesta y opositora, torso moral de España, corrigiendo una vez más la grandeza de nuestros grandes. Entre Groucho Marx y abogado pasantillo de un registrador de la propiedad de cabeza de partido judicial, el juez Lerga, con el pelo mal cortado, las gafas demasiado grandes, el bigote antiguo, la barbilla débil y la sonrisa burocrática, es, por ahora, la última corporalización de esas clases medias españolas y profesionales que, a falta de la revolución que nos falta, periódicamente le imponen un correctivo, municipal o jurídico, a los grandes de España, que Proust veía tan pequeños. Resulta conmovedora y casi hasta divertida -si no fuera por el respeto- la imagen de este funcionario que cree en sus funciones (cosa insólita y casi absurda en un funcionario español), la tenacidad silenciosa y cotidiana con que está siguiendo el caso. Lo dijo maestro Laín hace muchísimos años, y no me he cansado nunca de repetirlo: "El problema de la Universidad es el problema de las clases medias españolas". Ahí tienes, Pedro, un hombre de clase media, que no ha superado la gabardina de grandes almacenes (ahora que el fascinante Paco Nieva canta a la "derecha estética") y que se mantiene fiel a la raíz latina de su cargo.
7 Viernes
Eugenio d'Ors. Magín. Jardín botánico 3. Tusquets Editores. Maestro d'Ors compuso estos cuentos filosóficos y humorísticos a la manera de Voltaire, pues que dijo alguna vez que le habría gustado hacer "un diccionario filosófico como el de Voltaire, pero contra Voltaire": Voltaire, en fin, le fascinaba. Aquí va nada menos que contra el intuicionismo de Bergson, de que nace toda la narrativa de Proust: "Cada día creo menos en la inteligencia". La bastardilla dorsiana es racionalista, pero el desarrollo es irracionalista, irónico, lúdico, irreverente, actual.
9 domingo
Parece que se ha desvelado el tercer secreto de Fátima. Este sistema que tradicionalmente ha tenido la Virgen de comunicarse con nosotros mediante cartas selladas y paquetes postales certificados en la estafeta del cielo, paquetes cuyo lacre sólo debe romperse a fecha fija, o a siglo fijo, nos descubre que la Iglesia, que levantó San Pedro según teología, más que según arquitectura, cuida asimismo, por el otro extremo, la fe del carbonero o, lo que es peor, de la carbonera, porque los carboneros son ya casi todos de Comisiones. Mediante una división del trabajo sabiamente patriarcalista, la Iglesia tiene a los grandes albañiles de la teología -Hans Kung, Guardini, Teilhard, Rahner- renovando incensamente el artesonado de sus cúpulas, pero al mismo tiempo que la gran escritura de las Escrituras (libro circular que se está enmendando siempre a sí mismo, como los viejos libros de contabilidad), cuida la caligrafía picuda y monjil de los mensajes de vírgenes, pastorcillas, viudas, videntes y toda una confusa y anovelada feminidad ágrafa. Es la teología menor en letra inglesa para la mujer del carbonero, ya digo. Y del herrero y del chapista y del metalúrgico. Todos ellos cambiaron la cofradía por el gremio y, hoy, el gremio por el sindicato. Pero los sindicatos andan muy levantiscos, de Walessa a Comisiones / UGT pasando por Érase una vez en América. Es el momento de volver sobre vírgenes, pastorcillas, viudas y marquesas, sobre ese resto cofrade y gremial de la mujer, con el sobrecito azul de Fátima.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.