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Los marcapasos casi inteligentes

Los nuevos estimuladores cardiacos producen un diálogo entre el corazón y el paciente

Desde 1968 se han implantado en todo el mundo dos millones de marcapasos, 40.000 de los cuales corresponden a España. Las primeras operaciones de este tipo en España fueron realizadas en 1959. Sin embargo, a pesar de la experiencia acumulada, la espectacular disminución del tamaño de los aparatos y el aumento de su fiabilidad y prestaciones, muchos pacientes creen que la implantación de un marcapasos significa una operación a vida o muerte y el indicio de que se encuentran en estado gravísimo, explican los organizadores del III Simposio Internacional de Marcapasos, que comenzará el 2 de junio en Torremolinos.

Francisco Pérez Gómez, vicepresidente de la Sociedad Europea de Cardiología y presidente del simposio, explica que un marcapaso tiene por función asegurar que el corazón disponga permanentemente de los estímulos eléctricos necesarios para cumplir su función de bombeo. Estos estímulos son generados normalmente por el marcapasos natural, el nodo sinusal, situado sobre la aurícula derecha, y se transmiten al ventrículo derecho por vías metabólicas. En el 99% de los casos en que está indicado el marcapasos lo que sucede es que el corazón se contrae a un ritmo más lento del necesario para la actividad normal del individuo, lo que se conoce por bradicardia en términos médicos. La causa suele ser un bloqueo entre la aurícula y el ventrículo, que hace que los impulsos generados en el nodo sinusal no lleguen al ventrículo.

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Como explica el cirujano cardiovascular Gustavo Senador, muchas veces el bloqueo afecta a corazones totalmente sanos por otra parte, lo que significa que si no se trata pueden morir personas jóvenes y sanas. En casos de bloqueo auriculo-ventricular, en los años 50 moría más del 50% de las personas que lo sufrían antes de un año después de producirse el diagnóstico. En muchos otros casos existen enfermedades cardiacas asociadas.

Los síntomas mal diagnosticados

En cuanto a los síntomas, suelen darse mareos o pérdidas momentáneas de conciencia —que muchas veces se diagnostican erróneamente— y sensación de fatiga. Hay personas que se encuentran perfectamente adaptadas al ritmo lento de su corazón y no tienen síntomas, pero se les aplica el marcapasos para evitar otros tras tornos.

En un pequeño porcentaje de los casos se aplica otro tipo de marcapasos destinados a frenar la taquicardia (el corazón late demasiado aprisa), pero estos trastornos suelen tratarse mejor con drogas.

Senador explica que en la actualidad la técnica de implantación de un marcapasos es tan sencilla que, salvo complicaciones, exige sólo anestesia parcial y un tiempo no superior a los 20 minutos. Los marcapasos pesan muy poco (modelos actuales apenas sobrepasan los 50 gramos), y la introducción de nuevas pilas hace que puedan durar hasta 10 años sin necesidad de cambiarlos.

En cuanto al nivel en España, no existe tecnología propia, y las cifras de que se dispone, meramente indicativas, señalan que el número de implantaciones se sitúa por debajo de las de otros países europeos. Sin embargo, los especialistas se muestran prudentes en este aspecto y señalan que, aunque es cierto que hay casos sin diagnosticar, también se pueden producir fácilmente excesos en otros países que no convendría copiar.

Los marcapasos presentan el interés, desde un punto de vista tecnológico, de constituir un campo en el que se aplican rápidamente los grandes avances de la electrónica. Se contabilizan ya generaciones de marcapasos, como sucede con los ordenadores, y en el mercado se encuentran ya marcapasos casi inteligentes, que se adaptan cada momento a las necesidades del paciente en que se encuentran implantados.

En la primera generación, el peso era de 200 o 300 gramos, el recubrimiento era de resina epoxv y el generador de impulsos era de ritmo único y fijo, generalmente 70 pulsaciones por minuto. En la segunda generación, los llamados de demanda, el marcapasos ya era capaz de detectar cuando el corazón, por sí mismo, alcanzaba un ritmo normal o superior al suyo, y paraba su funcionamiento para evitar ritmos competitivos. La carcasa pasó a ser de metal (titanio o acero especial).

La tercera generación introdujo las pilas de litio, de larga duración y la posibilidad de programar el ritmo, de forma no invasiva y cambiarlo cuando hiciera falta. La introducción de microprocesadores, a partir de 1982, inicia la cuarta generación, en la que los marcapasos van dotados de uno o varios sensores que detectan cambios en el pH, en el ritmo cardiaco o en el esfuerzo realizado por el paciente, y se autoprograman, iniciando así un verdadero diálogo paciente- corazón. Son los llamados marcapasos fisiológicos o también inteligentes. En la actualidad son autoprogramables en un solo parámetro, pero en el futuro se piensa en aparatos multi-autoprogramables, que, sin embargo, pueden no resultar indicados en todos los casos.

Los marcapasos fisiológicos permiten al paciente realizar un mayor esfuerzo físico que los anteriores. La forma de detectar el esfuerzo varía. En un modelo nuevo, el Activitrax, de Medtronic, por ejemplo, existe un sensor dentro del generador de impulsos (un cristal piezoeléctrico), que detecta las ondas de presión producidas en el cuerpo al tocar los talones el suelo.

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