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La aventura suiza de López Cobos y la Orquesta Nacional

La Orquesta Nacional de España, dirigida por Jesús López Cobos, terminó su gira suiza con una actuación, el domingo por la noche, en la Tonhalle de Zúrich. La música española tradicional (Arriaga, Falla y Albéniz-Arbós) y el ya tradicional Bolero, de Ravel, fueron acogidos con entusiasmo y el programa se prolongó con la primera danza de La vida breve, de Falla, y el preludio de La revoltosa, de Chapí.

El público abonado al Klubhouse Konzerte probablemente no ha echado de menos nuestra música contemporánea e incluso sintió que a la sinfonía de Arriaga le faltaba color, garbo, furia y folclor. Sin embargo, me parecía justo el primer proyecto de programa para esta gira, que incluía la Segunda sinfonía de Claudio Prieto. Justo y adecuado cuando el ciclo que ha clausurado nuestra orquesta lo inició la de la radio y el coro nacional de Varsovia con La pasión según san Lucas, de Penderecki, dirigida por su autor.El Klubhouse Konzerte, promovido por la cadena de almacenes Migros, goza en toda Suiza de gran popularidad, pues suele invitar a solistas y formaciones de cuatro estrellas, con frecuencia de cinco y rara vez de tres. Entre las formaciones polacas y la española intervinieron la Philarmonia Hungarica, la Filarmónica de Múnich, con Celibidache, la Sinfónica de la Radio de Viena, las Filarmónicas de Londres y Liverpool y la Nacional del Capitolio de Toulouse.

La Orquesta Nacional de España (ONE) tocó el mismo programa a lo largo de una semana en Ginebra, Berna, Lausanne, St. Galenn y la Chaus-de-Fonds, de manera que llegó a Zurich bien rodado y sonó favorecido y perjudicado a la vez por la acústica de la Tonhalle, brillante pero excesivamente larga en su tiempo de reverberación.

El triunfo del 'Bolero'

El triunfo mayor de la noche y también la mejor versión correspondieron al Bolero, de Ravel, cuya cabecera de tema guarda analogía con una Cantiga de Martín Codax, circunstancia o casualidad que nunca he visto señalada. López Cobos mantuvo un tiempo excelente y logró una gradación exacta de las sonoridades; los solistas de la ONE tocaron con perfección y gran sentido. Así, esta página de prueba para una orquesta en su conjunto y en sus individualidades revalidó el éxito de las interpretaciones de autores españoles.Otra gran baza del concierto fue la versión que de las Canciones populares, de Manuel de Falla, hace la mezzosoprano Alicia Nafé. Apoyada, sobre todo, en la belleza de su voz, y dando la espalda a cualquier exceso pintoresquista, la Nafé sigue, casi al pie de la letra, los deseos de don Manuel, que al escribir sus siete canciones se propuso convertir los temas populares en otra cosa, aun partiendo de una fidelidad a las sugerencias armónicas e instrumentales que entrañan todas y cada una de las melodías. Bien asistida por Jesús López Cobos y la ONE, la instrumentalización de Luciano Berio sonó muy clara, pero incide en no pocas notas folclorizantes, y en ocasiones, como en el caso de la Nana, desvirtúa un tanto la pureza del original. Sigue pareciéndome superior la adaptación orquestal que de las canciones hizo Ernesto Halffter, corregida desde Argentina por el propio don Manuel, que envió a su discípulo una serie de observaciones que, como es natural, quedaron recogidas puntualmente. Una ventaja me parece que posee la versión de Berio: su mayor facilidad para el montaje y, por tanto, la menor ocupación de tiempo en los ensayos.

Bien conocida es la claridad, equilibrio, luminosidad, rigor formal y comedida expresión con que López Cobos entiende la Sinfonía de Arriaga, obra que interpreta con frecuencia y de la que publicó una excelente grabación discográfica. Albeniz, instrumentado por Arbós, nos llegó en sus sonoridades densas y en su orquestación barroco-andalucista, a la que benefició muy poco la acústica de la Tonhalle. Pero aunque López Cobos quitara hierro pintoresco, con muy buen criterio, sonaba España, la España del europeo de la calle en una de sus más poéticas realizaciones: ritmo y copla se suceden y combinan en El puerto, Evocación y Triana, trozos que con otros de la Iberia se proponía orquestar Ravel No pudo hacerlo al mediar el compromiso anterior de los herederos de Albéniz con el maestro Arbós, y entonces inventó su España meridional, somnolienta y un tanto orientalista del Bolero.

El Falla genial de la primera danza de La vida breve y el Chapí de La revoltosa pusieron fin, en medio de un éxito entusiasta, al concierto y con él al viaje de la Orquesta Nacional por Suiza.

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