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38º FESTIVAL DE CANNES

La edición de este año se presenta como un estrecho abrazo entre Hollywood y Francia

El ministro de Cultura francés, Jack Lang, cuya presencia está asegurada para dentro de unos pocos días, ha encontrado en Hollywood un buen aliado para conseguir llevar a buen puerto su empeño de que Francia recupere el protagonismo cultural perdido. Tres títulos franceses y dos de directores árabes -Charef y Chahine- como responsables artísticos de unos productos en gran parte financiados con capital galo -el año pasado el certamen se abrió con Fort Sagan, una arenosa superproducción francesa rodada en el desierto-, componen el equipo con el que se aspira a conseguir una Palma de Oro que Francia no logra desde hace 19 años.

Para que el relieve de esta búsqueda del protagonismo perdido sea aún mayor, los dirigentes del cine francés se han buscado buenos competidores, todos ellos económicamente fuertes y profesionalmente de prestigio, al otro lado del Atlántico, en el mítico Hollywood, en esos Estados Unidos que, en otras ocasiones, son la gran preocupación del ministro de Cultura, Jack Lang, siempre que se habla de medidas para proteger el mercado interior francés de la competencía extranjera.En la anterior edición, tan sólo el último filme de John Huston, inspirado en la novela de Malcolm Lowry Bajo el volcán, representaba a los Estados Unidos. Ahora, por el contrario, son tres los títulos estadounidenses que han sido seleccionados para la competición por el comité encargado de ello, amén de los muchos de la misma procedencia que han sido incluidos en la selección oficial pero ajenos a la carrera por los premios.

Contradicciones

A cambio de esta ostensible generosidad francesa, los todopoderosos distribuidores del cine de Hollywood aportan a los escaparates del festival de Cannes las presencias de los populares actores norteamericanos Harrison Ford, Sylvester Stallone, James Stewart, Cher o June Allyson, junto a otras stars de menor fuste.El encuentro de Cannes, que nunca ha querido convertirse en un festival de los llamados de "arte y ensayo" -recuérdense sus premios para Z, de Costa-Gavras, o para Señoras y señores-, galardonó hace doce meses, en su edición de 1984, al filme París-Texas, del director alemán Wim Wenders, un melodrama norteamericano concebido desde la mentalidad de un teutón desarraigado.

Fue ésta una coronación que no agradó demasiado en los poderosos círculos cinematográficos de los Estados Unidos -recuérdese, esto resulta muy revelador, que el éxito de la pelicula de Wim Wenders ha quedado circunscrito practicamente sólo a Europa, sin apenas incidir en el público estadounidense-, y ahora se busca una reconciliación de la que han sido víctimas indirectas algunas cinematografías tan poderosas como son la soviética o la germana y también, de carambola, la española, con su ausencia ya tan comentada de la selección oficial a competición.

Los organizadores del festival de Cannes saben que les conviene practicar la técnica del funambulismo, moverse en la cuerda floja de la alternancia del cine de gran espectáculo y alta calidad de producción con el cine de autor; el cine del Oeste con el drama psicológico; América con Europa; el dinero con la cultura; lo clásico con lo exótico; en definitiva, la industria con el arte.

Sólo esta condición calculadamente híbrida, esta práctica sistemática del eclecticismo, garantiza a la ciudad de la Costa Azul el continuar, como hasta ahora, siéndolo todo como plataforma cinematográfica.

Marginación

En este contexto, todas las especulaciones que se hagan sobre cuáles son los filmes favoritos y sobre cuáles son las intenciones son sólo eso, nada más que especulaciones. A la hora de la verdad, en el festival de Cannes la sorpresa a veces se convierte inesperadamente en la norma y tampoco eso es muy importante.Lo que cuenta es que en los próximos doce días, y en el marco de todas las secciones, ya sean oficiales o no, van a desfilar por las pantallas de Cannes más de 600 películas y que, por adelantado, todas ellas son capaces de llamar la atención del público profesionalizado, que aquí se da multitudinariamente cita y, de esta manera, escapar de un destino oscuro y minoritario en los mercados interiores.

Padre nuestro, el filme de Francisco Regueiro, que ha quedado acogido dentro de la sección Un certain regard, es, por ejemplo, una película que contiene suficientes valores y elementos atractivos como para que no sólo los españoles que la hemos visto nos sorprendamos un poco de su relativa marginación en la selección de Cannes.

Y todo lo dicho también sirve para la otra película española seleccionada, La noche más hermosa, de Manuel Gutiérrez Aragón, que participa en la llamada Quincena de los Realizadores. Se trata de una sección que cada año ha lanzado internacionalmente a algún cineasta únicamente conocido en unos pocos países.

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