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Tribuna
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Ese extraño placer

El hallazgo de un puñado de huesos anónimos en los muros del teatro Calderón de Madrid plantea, una vez más, el tema de la indiferencia española hacia sus personajes históricos y alhajas arquitectónicas.¿Qué fue de las cenizas de Cervantes, de Lope de Vega, de Velázquez? ¿En cuál de sus enterramientos reposan Cristóbal Colón y Pizarro? La tenacidad de algún erudito consiguió descubrir, en Talavera de la Reina, la momia de Fernando de Rojas, autor de La Celestina, y en Montehano de Cantabria, frente a Santoña, el delicado y menudo esqueleto de Bárbara Blomberg, madama de Carlos V.

Limitado el interés al círculo de los investigadores -que, al decir de los enterados, escriben, pero no crean-, ellos nos dirán cómo en el solar ocupado por la sala de varíedades se levantaba la fachada más hermosa de Madrid. La del monasterio de la Trinidad.

En linde con una fundación dominica del más puro estilo churrigueresco, el colegio de Santo Tomás y la prisión de los alcaldes de Casa y Corte, los tres edificios prestaban a la calle de Atocha el empaque y la belleza de admiradas ciudades europeas: Cremona, Toddi, Piazenza. En nuestros días sobrevive la antigua cárcel, transformada en sede del Ministerio de Asuntos Exteriores. A la Trinidad se le llamó siempre El Escorial madrileño, a causa de su traza herreriana, conseguida por el alarife Gaspar de Ordóñez, siguiendo los deseos de Felipe II. Por su claustro magnífico, de 40 arcadas, pasearon en ardorosa plática doña Leonor Cortinas, madre de Cervantes, y el prior fray Juan Gil, artífice del rescate del novelista cautivo en Argel.

La inteligencia, el tacto el valor del trinitario hicieron posible la liberación de aquél y, corno una consecuencia de la misma, el nacimiento del Quijote. Secularizado el convento en 1835, permaneció intacto hasta finales del siglo XIX, destinado a museo de pinturas y más tarde a Ministerio de Fomento. En 1898 lo abatió la furia vandálica de una remodelación de la capital. Mesonero Romanos defendía el proyecto de unir la plaza de Tirso de Molina con Carretas, y había propuesto dos alternativas: ensanchar la calle de la Concepción Jerónima o "romper" -utilizo su palabra- el claustro de la Trinidad. Por increíble que resulte, triunfó la segunda.

Derribadas las prodigiosas arcadas, surgió la travesía de la Trinidad Nueva -hoy del Doctor Cortezo-, mientras en el solar se levantaba, años después, el teatro Odeón. El ámbito del altar, destinado a escenario, produjo la repulsa de muchos madrileños, que consideraron sacrílego el destino final del templo.

Un personaje de nuestra. historia continúa enterrado en la Trinidad, soportando el bullicio y zapateo de bailarines y coristas. Me refiero a María de Peñaranda, la joven enamorada que vino a Madrid desde las tierras del romancero. Amante de don Juan de Austria, su recuerdo llenaba la mente del príncipe las vísperas de la batalla de Lepanto.

A ella se refiere don Juan en las cartas dirigidas a Juan Andrea Doria: "Habrá hombres más dichosos, no más enarnorados". "Hago mil castillos en Francia, y ellos y yo caemos en el aire, sin ninguna esperanza de edificación más segura". Nacida en Soria, había encontrado al hijo del emperador en San Esteban de Gormaz, en la cultivada corte de sus parientes los cuartos condes de Coruña, don Lorenzo Suárez de Mendoza y doña Catalina de la Cerda.

La confesión

El 18 de diciembre de 1571, la muchacha, conocida como María de Mendoza, dispuso, su testamento. Víctima de un aborto de meses mayores, sin cumplir 20 años, ordenó ser "enterrada en el monasterio de la Trinidad, en el altar de Nuestra Señora que está al lado del Evangelio". Seguidamente, y para descargo de su conciencia, confiesa que su hija, doña Ana de Mendoza, es "hija del ilustre señor don Juan de Austria'.,

La criatura vivió un destino trágico. Sacrificada a su entorno y a su condición de mujer, fue encerrada muy niña en el convento agustino de Nuestra Señora de Gracia, de Madrigal de las Altas Torres, negándosele afectos, libertad y amor. Protagonista femenina del proceso a Gabriel de Espinosa, el inquietante desconocido que era o pretendió ser rey de Portugal, los espectadores de TVE pudieron verla elpasado 24 de enero, en un episodic, de la serie Paisaje con figuras. Averiguar si pertenecen a María parte de los huesos encontrados no resulta imposible. Documentos no faltan. Bastaría una investigación responsable y exhaustiva. Ya identificados, se terminaría con ese extraflo placer de aventarlos. Un lugar de sosiego aguarda para recibirlos. El sepulcro vacío de la capilla que su hija fundó en Las Huelgas de Burgos cuando ostentaba el cargo de abadesa perpetua del Císter.

es escritora, autora de La hija de Don Juan de Austria y La ciudad perdida.

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