Muertes y ejecuciones
26 de enero de 1975
En Velintonia. Me cuenta Aleixandre que ha recibido la visita de Carmen Martín Gaite, a la que conoce desde cuando era estudiante y novia de Rafael Sánchez Ferlosio, en los años cuarenta. Carmen le ha visitado para pedirle la firma en un escrito dirigido al Gobierno -que han firmado, entre otros, Joan Miré, Tápies, Laín, Lapesa y Buero- solicitando que se investigue si es cierto que Eva Sastre ha sido torturada por la policía, y que el proceso a ella y a Alfonso Sastre, por supuestas complicidades con los terroristas, tenga todas las garantías jurídicas. Aunque al principio dudaba, Vicente acabó firmando. Me confiesa que le convenció la entrañable humanidad de Carmen, sus justos argumentos, aparte de su extraordinaria simpatía. Y como va de firmas, yo mismo le paso otro escrito que hemos preparado ayer en casa de Aurora de Albornoz pidiendo libertades democráticas, y que ya han firmado Miró, Tápies, Halfter, Marsillach, Laín, Lapesa, Buero y otros académicos. El escrito ha sido corregido por Dionisio Ridruejo, moderando su tono. Me dice Vicente que está dispuesto a firmarlo, pues lo encuentra razonable y nada estridente.
29 de junio
Muerte de Ridruejo en la clínica de la Concepción, donde estaba pendiente de una operación de coronarias. Por la tarde llamo por teléfono a Vicente y le doy la noticia, que le impresiona. Me habla con admiración de Dionisio y elogia su valor cívico, su honestidad y su valiente actitud en la lucha por la democracia. Me dice que se alegra ahora de haber colaborado en el número homenaje que le dedicó la revista Litoral y me autoriza, cuando se lo pido, a reproducir su texto en Ínsula.
La muerte de Dionisio me ha afectado mucho y me ha dolido no poder ir al entierro por una bronquitis que me retiene en casa con fiebre. Pero he hecho un poema a su memoria, que envío a Informaciones. Me llama por teléfono Ricardo Guilón, lamentándose de que en el entierro apenas si había 200 personas.
20 de septiembre
En Velintonia. Hablamos del tema del día. Las 10 condenas a muerte impuestas por los tribunales militares. Piensa Vicente que no se cumplirán todas, pero sí algunas, aunque el crimen es el mismo. "Estoy en contra de la pena de muerte y esas ejecuciones colman la imagen represiva de este régimen, que sólo sabe defenderse con la represión política y la represión cultural. La suspensión de la revista Triunfo es un ejemplo más de esa represión que trata de amordazar las ideas".
28 de septiembre
Encuentro a Vicente muy impresionado por la noticia de las cinco ejecuciones, a pesar de la petición directa del Papa a Franco para que no se cumplieran las condenas a muerte. "Se ha demostrado una vez más", me dice, "la frialdad y la crueldad de Franco, y su intención de que el país sepa que él está dispuesto a seguir firmando sentencias de muerte siempre que lo estime necesario. Puesto en el papel de los ministros, yo hubiera sentido vergüenza y bochorno, y no me explico cómo de los 20 o 25 ministros ninguno haya tenido el valor de dimitir. Muy católicos todos, sí, pero la voz y el ruego del Papa se lo saltan a la torera. Por otra parte, parece claro que el llamado espíritu del 12 de febrero, con la tímida apertura que inició Pío Cabanillas, está ya enterrado y bien enterrado, y que hasta que Franco muera o deje el poder vamos a estar con la cerradura bien echada a todo aire de libertad. Lo triste es que, mientras los jóvenes saben que van a presenciar más tarde o más temprano el final del bunker y el comienzo de otra etapa que ojalá sea la democracia, para mí, dada mi edad, esa posibilidad de vivir el cambio es dudosa, y es muy poco seguro que yo pueda realizar mi ilusión de vivir los últimos años de mi vida en una España democrática y libre".
Nunca he encontrado a Vicente tan preocupado por la situación política, ni siquiera cuando el proceso de Burgos. Le pregunto por los motivos concretos de su preocupación y me dice que no son otros que el temor a la posible radicalización de los extremismos de la izquierda y la derecha, que puede desembocar de nuevo en otra guerra civil, lo que sería terrible, o en un golpe de los ultras ayudados por los militares, que impediría el proceso hacia la democracia y la sucesión del
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Príncipe. "Pero también temo que, al caer Franco, la extrema izquierda se desborde y consiga el poder, instaurando una dictadura de izquierdas que acabaría con el intento democrático, como ha estado a punto de ocurrir en Portugal". Intento convencerle de que tal cosa no podrá ocurrir en España porque el Ejército se opondría con toda su fuerza a una dictadura comunista en el país, aunque sí apoyará al Príncipe en su camino hacia la democracia.
25 de octubre
Comentamos la gran noticia del día: la enfermedad de Franco, que tiene en vilo a España. El último parte habla ya de gravedad e incluso de empeoramiento. Me dice Vicente que su médico, Ortiz Vázquez, le ha dicho que lo que ha tenido Franco es un infarto de miocardio, repetido a los pocos días, y que, aunque logre superar la enfermedad, lo que es dudoso, quedará tan deteriorado que no podrá seguir gobernando. Por otra parte, Dámaso le llamó para decirle que sabe de buena tinta que el Príncipe está de acuerdo con su padre, y que don Juan, en cuanto muera Franco, abdicará en Juan Carlos, para que éste comience en seguida a desarrollar el proceso hacia la democracia, que implicará la formación de un Gobierno provisional, el reconocimiento de los partidos políticos y unas elecciones libres para unas Cortes Constituyentes por sufragio universal.
20 de noviembre
Pongo el transistor a las nueve de la mañana y oigo la noticia largamente esperada: Franco ha muerto hace unas horas -a las cinco de la madrugada- tras una agonía que ha durado un mes. Termina con él la pesadilla franquista, una época de oprobio, de represión política y cultural, de ausencia total de libertades. Llamo a Vicente para comunicarle la noticia y me dice que ya la sabe, pues Dámaso le ha llamado para darle la buena nueva. "Nunca pensé", me dice, que iba a morirse antes que yo. Su muerte va a significar, estoy seguro, el final de una dictadura de 40 años, la más larga de España, que no sé cómo hemos podido soportar. Para mí es una buena noticia, pues me va a permitir lo que tanto ansiaba: vivir los últimos años de mi vida en un régimen democrático y con libertades. Estoy seguro que Juan Carlos emprenderá ese camino, de acuerdo con su padre. España dará un gran cambio y empezará otro período de su historia".
21 de noviembre
Me llama Daniel Zarza para darme la noticia de que ha muerto Luis Felipe Vivanco esta madrugada, a consecuencia de un infarto de miocardio. Es una noticia triste, que me ha apenado mucho. Pienso que le ha llegado el tumo a los poetas de la generación del 36, que es la mía: primero, Panero; luego, el verano pasado, Dionisio, y ahora, Luis Felipe. De lo que ha llamado Macrí "la trilogía cristianísima" sólo queda Rosales. Luis Felipe era el más,afin ideológicamente a Dionisio, y en los últimos años había ido tomando conciencia de que la dictadura estaba ahogando a España y no ocultaba, sino al contrario, su posición política contra ella. Se confesaba católico liberal y republicano, como su tío Pepe Bergamín, a quien admiraba y quería mucho. Recuerdo el valiente poema que publicó en el número homenaje a Dionisio en Litoral, poema que ahora tiene gran actualidad: "Dionisio, las libélulas del Pardo desarman nuestro asco predicando desfiles y efemérides que no merecen la pena...".
Mary Vivanco, la hija del poeta, a la que fui a dar el pésame, me cuenta algo increíble. Al saber la familia que Luis Felipe se moría decidió hacer una gestión -la hizo un hombre bueno y honesto: Paco Montes- para que su hijo Juan, en Carabanchel desde hace meses acusado de hacer propaganda del FRAP, pudiera ver a su padre antes de morir. Juan Vivanco fue llevado en un coche celular, esposado y rodeado por media docena de grises con metralletas, como si fuera un criminal. Así fue conducido por los guardias hasta la clínica de la Concepción. Al llegar a la planta de la UVI, donde se hallaba el poeta, le quitaron las esposas para que se pusiera una bata blanca, y así pudo entrar y darle un beso a su padre, que ya en coma estaba inconsciente. Sin embargo, Luis Felipe pudo saber, horas antes de morir, la muerte de Franco. A su amigo Pedro Laín, que le visitó en la UVI, le dijo al comunicarle aquél la noticia: "Es una buena cosa para España; ahora todo va a cambiar y será mejor para mi hijo".
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