Reagan pide el respaldo del Congreso y del pueblo para su programa de reducción del déficit público
Derrotada en el Congreso su política hacia Nicaragua, Ronald Reagan ha decidido por fin enfrentarse con el principal problema de este país: el déficit presupuestario de más de 200.000 millones de dólares. El presidente, en su discurso televisado en la madrugada del jueves (hora peninsular), pidió apoyo al pueblo norteamericano para "poner orden financiero en nuestra casa". Reagan trata de que el Congreso apruebe un compromiso, que reduciría el gasto público en los próximos tres años en 300.000 millones de dólares, de los que 52.000 millones se ahorrarían en el año fiscal que se inicia en octubre. El Senado comenzó a debatir ayer este compromiso, al que ha llegado la Administración con los líderes republicanos de la Cámara alta.
El presidente pidió a los ciudadanos que inunden con cartas y telegramas a los legisladores para que acepten su plan de reducción del déficit, que supone acabar con 17 programas sociales, reducir drásticamente otros 20 y limitar a un 3% el aumento del gasto de Defensa, frente a casi un 8% solicitado en un principio por la Casa Blanca. Todo esto se hará sin subir los impuestos.Reagan advirtió que el país "no puede continuar con este rumbo inmoral y sin salida del déficit", y explicó que están en juego todos los logros económicos de los últimos años. Por primera vez Reagan reconoció que el déficit presupuestario tiene una relación directa con los tipos de interés y el valor del dólar, y amenaza el crecimiento económico. En su discurso no admitió, sin embargo, que la escalada del déficit presupuestario hasta las abrumadoras cotas actuales se haya producido fundamentalmente bajo su Administración.
El presidente está atravesando el momento político más difícil desde su reelección el pasado noviembre. Su popularidad está en el punto más bajo desde 1983 (aunque todavía un 58% de norteamericanos cree que está haciendo un buen trabajo), y el optimismo mágico que inundó al país tras su histórica victoria comienza a diluirse. La economía está dando signos claros de desacelaración en su crecimiento (en el primer trimestre, el producto nacional bruto sólo creció en un desesperanzador 1,3%) y el fuerte déficit comercial propiciado por un dólar sobrevalorado está poniendo en peligro el futuro. Hasta ahora el presidente pensaba que el crecimiento de la economía serviría por sí solo para equilibrar el presupuesto. Pero esta teoría se está revelando falsa, y la Administración comienza a preocuparse de que este año la economía no logre crecer un 3,9%, como estaba previsto.
La derrota sufrida en el Congreso sobre la ayuda a los contra y la reiterada serie de torpezas que han metido a Reagan en el callejón sin salida de la visita a un cementerio nazi, poniendo en peligro el éxito de un viaje a Europa que debía estar asegurado, han creado en Washington la impresión de que el presidente comienza a no dominar la situación.
El Congreso cerró finalmente el miércoles cualquier posibilidad inmediata de que EE UU siga ayudando a los contra en un voto que el presidente de la Cámara de Representantes, Tip O'Neill, calificó del deseo de que concluya "la política de la cañonera". El presidente manifestó su "profundo disgusto" por lo ocurrido, que, en su opinión, daña la seguridad nacional, pero prometió volver a la carga e insistir en su política beligerante hacia Nicaragua. Finalmente, los sectores liberales del Congreso han optado por la inacción y se han declarado incapaces de presentar una alternativa a la política de la Administración. La contradicción y la mala conciencia de los demócratas reside en que no quieren apoyar la ayuda a los rebeldes, pero, al mismo tiempo, no desean ser acusados de ayudar a los sandinistas.
Por otro lado, 250 parlamentarios norteamericanos han dirigido una carta al canciller de la RFA, Helmut Kohl, en la que le "imploran" que anule la visita que éste, junto con Reagan, proyectan hacer al cementerio de Bitburg, donde se hallan enterrados miembros de las SS, informa France Presse. Tal decisión, dice la carta, permitiría poner fin a una "controversia que amenaza tener serias repercusiones para los EE UU".
Reagan pide ahora a la inmensa clase media, sobre la que basó su espectacular victoria electoral, una serie de sacrificios que suponen acabar o recortar programas de becas a estudiantes universitarios, viviendas, ayudas a las grandes ciudades y sanidad. El presidente ha prometido mantener la red de seguridad para los más necesitados, pero trata al mismo tiempo de limitar los beneficiós de la Seguridad Social, que hasta ahora se ajustaba cada año a la inflación. Reagan prometió en la campaña electoral no tocar la Seguridad Social, que afecta a 46 millones de personas, y ahora afirma que tendrá que incumplir su promesa.
Para compensar estos amargos recortes, el presidente volvió a prometer en su discurso televisado que no subirá en ningún caso los impuestos. Reagan ha accedido a desacelerar su proyecto de rearme, convencido por su propio partido de que es imposible reducir el déficit, recortando sólo los programas civiles. El presidente calificó de "modesto" el incremento del 3% sobre la inflación del presupuesto del Pentágono.
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