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La novela 'La metamorfosis', de Franz Kafka, transformada en obra de teatro

, "Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en su cama convertido en un monstruoso insecto". Así comienza la novela La metamorfosis, de Franz Kafka, cuya adaptación al teatro, realizada por Santiago Paredes, que la ha dirigido, se estrena hoy oficialmente en el teatro Lara, de Madrid. Luis Hostaldt interpreta a Gregorio Samsa; Maruchi Fresno, a la madre, y Luis Prendes, al padre.

La plasticidad de La metamorfosis es evidente, y de ahí la tentación de trasladarla al teatro, pues la doble visión sobre la que se desliza el libro es esencialmente teatral. Gregorio Samsa se encuentra convertido en un monstruoso insecto -del que no se dice que sea una cucaracha, como observó Juan Carlos Onetti hace poco-, pero él parece ser el único en observar esa realidad incómoda.Santiago Paredes, entre cuyos recientes trabajos figura la dirección del Amadeus, de Shaffer, explica que durante mucho tiempo pensó llevar La metamorfosis a la escena. Una primera propuesta experimental pareció alentadora y en cinco meses terminó la adaptación teatral.

Una pobre exposición

Junto con la representación se anuncia una exposición sobre Kafka y su tiempo, que no debe confundir a quienes hayan tenido noticia de la muestra con este mismo tema realizada este verano en el Centro Pompidou de París. No hay comparación posible.

La de París ocupó un gigantesco hangar cuyas paredes reproducían, casi a escala natural, los tejados de Praga. Por caminos obligatorios, el visitante descubría las etapas de la vida de Kafka, bien explicadas con documentos originales, y podía sentarse en unos bancos que permitían la audición de las obras de Kafka leídas en diferentes idiomas. Este rumor de voces, junto con bombillas débiles que colgaban del techo semejando un viejo juzgado o una vieja comisaría, hacia comprender el adjetivo kafkiano.

La exposición del teatro Lara, cedida por la Embajada de Austria, es tan sólo una parte minúscula de aquella del Centro Pompidou, e intenta ilustrar la vida de Kafka mediante fotos, reproducciones de primeras ediciones o artículos de prensa y fotocopias de esos manuscritos que han hecho la felicidad de numerosos grafólogos: Descripción de una lucha, El proceso, El fogonero, Carta al padre, y, con letra más cuidada, la dedicatoria a Felice de la primera edición de Contemplación.

Un documento curioso sería la reproducción del contrato que unió a Kafka con la compañía de seguros Assicurazioni Generali, en 1907, cuyo edificio macizo, rococó, agobiante, sugiere la angustia que padeció Kafka en su interior. Se exhiben igualmente fotos de las mujeres que le importaron. Felice, en la época de su segundo compromiso; Ottla, la hermana favorita; Milena; y Dora Diamant, la última, con quien vivió en Berlín y Viena en 1923 y 1924, antes de morir. En una imagen tomada con otros enfermos en el sanatorio de Tratanske Matliary, en 1921, Kafka sonríe vagamente.

Límites difusos

La metamorfosis es una de las novelas que, junto con el Ulises, de James Joyce, A la búsqueda del tiempo perdido, de Marcel Proust, y las obras de William Faulkner, Virginia Woolf y Samuel Beckett, suelen ser citadas como definitorias de nuestro tiempo. Obras de límites difusos por sus enormes implicaciones, que no sólo se han adelantado al siglo, sino que éste, según algunos teóricos, se ha inspirado en ellas para hacerse a sí mismo.

Si es cierto que toda novela se deduce, en su tono, en su ritmo y hasta en su extensión, del primer párrafo, y aun de la primera frase, ello es particularmente cierto en La metamorfosis: su comienzo famoso conmocionó al joven estudiante Gabriel García Márquez, cuando la leyó en su cama de una pensión para estudiantes en Bogotá, y le hizo pensar que, sí era lícito escribir así, él también quería hacerlo. Hasta entonces sólo se había interesado en la poesía, pero a partir de esa lectura se propuso leer la buena literatura que se hubiera escrito, para lo cual dejó de lado, para siempre, su carrera de Derecho.

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