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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Vientos más templados en el Este

EL XIII Congreso del Partido Socialista Obrero Húngaro (nombre adoptado, en lugar del de comunista, después de la intervención militar soviética de 1956) era esperado con interés por los observadores internacionales, no sólo por las indicaciones que podría dar sobre la suerte del reformismo original que ha caracterizado la política de Janos Kadar, sino principalmente porque era la primera vez, después del nombramiento de Mijail Gorbachov, que la dirección soviética iba a fijar una posición pública ante cuestiones fundamentales de la llamada comunidad socialista. La prueba no era en ningún caso anodina. Desde 1968, y a pesar de varias etapas de retroceso o vacilación, la política húngara ha llevado a cabo una reforma diferente, en aspectos esenciales, de lo ocurrido en otros países integrantes del Pacto de Varsovía. Sobre todo en el terreno económico, con una autonomía efectiva concedida a los directores de empresa, aplicación extensa de las leyes del mercado, preocupación prioritaria por la agricultura, zonas de empresa privada, etcétera. Lo cual ha permitido un abastecimiento muy superior al de los otros países socialistas y, a la vez, una desigualdad creciente del nivel de vida entre diversas capas de la población. La reforma ha sido mucho más difusa en lo político, pero ha existido un trato con la oposición menos represivo, cierto diálogo discreto con algunos de sus portavoces, una mayor flexibilidad en la actitud del partido con respecto a los intelectuales. En algunas ocasiones, los guardianes más cerriles de la ortodoxia, concretamente en Praga, han criticado presuntas desviaciones del partido de Kadar; incluso una revista soviética, Cuestiones de Historia, reprodujo algunas de estas críticas. Era, pues, importante saber lo que Kadar iba a decir ante el congreso, y qué actitud tendría la delegación del PCUS encabezada por Romanov, precisamente no un aperturista.Kadar ha reafirmado la línea reformista que ha caracterizado su política en los últimos años con una posición prudente ante corrientes que piden que la reforma se desarrolle de manera más radical. En todo caso, el congreso, que, lógicamente, tenía que preparar el poskadarismo, se ha colocado en una línea de continuidad, en el sentido de la reforma. Representa, pues, un fracaso para el sector ortodoxo, que, apoyándose en el descontento que la reforma suscita en ciertos sectores sociales, pretende un retorno a una planificación más centralizada. En ese cuadro, la intervención de Romanov tenía que revestir singular importancia: su apoyo a la línea de Kadar ha sido neto. Ha hablado de la necesidad de diversos caminos para ir al socialismo, según las condiciones en unos u otros países. Es más, ha dicho que la URSS está muy interesada en esas experiencias diversas. Hace mucho tiempo, quizá desde Jruschov, que los soviéticos no utilizan tales argumentos, sobre todo en un caso como éste, en el que dejan en mala posición precisamente a quienes alardean de su fidelidad total hacía Moscú.

Sería engañoso sacar deducciones excesivas del reformismo de los comunistas húngaros; en el mismo informe de Kadar, la parte ideológica es de un talante lamentablemente tradicional: se repiten los discos sobre el control del partido para evitar manifestaciones antisoviéticas, sobre la educación marxista-leninista de la juventud, aunque se reconoce que en el seno de ésta lo que predomina es la despolitización. Se confirma así la incapacidad de encontrar una nueva razón de ser, de cara al futuro, para regímenes que se han establecido sobre todo como consecuencia de la coyuntura de la posguerra, y que se vacían de las legitimaciones históricas que en un comienzo tenían; en ese orden, la reforma no es suficiente. Ello señala la dificultad del problema de la sucesión de Kadar: éste ha logrado una simpatía popular, una especie de contrato con la sociedad, porque ha logrado, dentro de lo posible en el marco del sistema soviético, una originalidad húngara, un nivel superior al de los otros países del bloque. En todo caso, el clima del congreso de Budapest confirma que los vientos que llegan de Moscú son más templados.

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