Tropas para la paz
La fuerza de la ONU en Chipre funciona como 'bombero' de un polvorín permanente
LUIS MATÍAS LÓPEZ ENVIADO ESPECIAL, Chipre es un polvorín con la mecha encendida junto a un barril de pólvora. Los cascos azules de las Naciones Unidas la han apagado en muchas ocasiones, aunque no siempre, durante los últimos 20 años. Su papel se ha hecho tan cotidiano que con frecuencia ni siquiera se aprecia claramente por los habitantes de la isla el peligro de explosión.
La tarea de la Misión de la Fuerza de las Naciones Unidas para el Mantenimiento de la Paz en Chipre (conocida por sus siglas inglesas, UNFICYP) no es la de un ejército convencional. Sus principales armas son la vigilancia constante, el sentido común y el tacto. Poca cosa cuando no existe voluntad de paz entre las fuerzas en conflicto. Vital cuando se trata de mantener un statu quo, aunque sólo sea provisionalmente, mientras se negocia o se intenta imponer una solución estable."La UNFICYP no tiene una varita mágica", asegura James Holger, diplomático chileno que ocupa interinamente el cargo de representante especial del secretario general de la ONU en Chipre. "Los soldados", dice, "no tienen orden de hacer frente a destacamentes militares de gran envergadura y ni siquiera están equipados para tal eventualidad. No es ése su papel".
Cuando 40.000 soldados turcos invadieron la isla en 1974, inmediatamente después de un golpe de Estado contra el presidente Makarios promovido por la Junta Militar griega, los cascos azules quedaron al margen. Sólo en el aeropuerto de Nicosia, ahora cerrado y convertido en el cuartel general de la Fuerza de Paz, mostraron los soldados de la ONU intención de resistir. Las tropas turcas bordearon la zona (muy a su pesar, ya que era uno de sus objetivos esenciales) y no intentaron ocuparla, prudencia extensible a la base británica de Dhekelia, cerca de Larnaca, al este de la isla. "En estas situaciones críticas", afirma Holger, "la Fuerza tiene que limitarse a ser un testigo".
Y es que, por su propia naturaleza, la UNFICYP no puede tomar partido. Cuando se creó, en 1964, poco después del estallido de graves enfrentamientos entre grecochipriotas y turcochipriotas, el Consejo de Seguridad de la ONU fijó como sus objetivos esenciales evitar el recurso a la violencia, ayudar a mantener la ley y el orden y promover el retorno a condiciones normales. El mandato de la Fuerza ha sido repetidamente renovado, habitualmente por períodos de seis meses.
Once años de partición
Desde 1974, la isla está partida en dos. Jóvenes anatólicos, de aspecto rudo, uniforme verde y casco chato, vigilan al Norte, fusil al hombro, con más curiosidad que antagonismo, a los efectivos de la Guardia Nacional grecochipriota, al Sur, mediterráneos de aspecto risueño que todavía iban a la escuela cuando se produjo la invasión turca.
Entre ellos se encuentra la zona tampón (buffer zone), de 217 kilómetros de largo, que sigue aproximadamente la línea ole alto el fuego del 16 de agosto de 1974. Es una zona que comprende el 3% del territorio chipriota e incluye tierras de gran valor agrícola, que sube y baja, se estrecha y ensancha: apenas diez metros en algunos puntos de la amurallada ciudad vieja de Nicosia, casi siete kilómetros en la semidesértica llanura de Mesaoria. Una expansión para englobar el aeropuerto de la capital, otra para no dejar fuera a Athienou, donde viven unos miles de grecochipriotas, un desvío para bordear Dhekelia...
Todo el mundo está de acuerdo. Incluso las partes en conflicto, que no han cuestionado jamás en estos diez últimos años la necesidad de mantener la UNFICYP. Turquía, Grecia y el Gobierno internacionalmente reconocido de Chipre incluso contribuyen a la financiación de la Fuerza, "que crea las condiciones sobre el terreno para que avancen los contactos políticos entre las dos comunidades", asegura Holger, quien recuerda que la ONU juega en Chipre un papel "de buenos oficios, no de mediación o arbitraje".
Los efectivos de la Fuerza de la ONU, actualmente al mando del general austríaco Gunther Greindl, ascienden a 2.382 personas y comprenden, además de 2.311 militares, 36 policías (20 australianos y 16 suecos) y 35 civiles de 21 nacionalidades, entre ellos una secretaria española.
Los dos mecanismos utilizados por la Fuerza para cumplir su misión de paz son las patrullas y los puestos de observación. Los prismáticos, equipados con rayos infrarrojos para la visión nocturna, son en ambos casos más importantes que los fusiles. La zona tampón está atravesada por una senda, no siempre fácilmente practicable para los vehículos, y que la escasez de fondos mantiene en mal estado de conservación. El helicóptero, el jeep, pero también la bicicleta o el coche de san Fernando, son los habituales medios de locomoción.
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