La economía española no tiene alternativos a la opción comunitaría
A. O. En estos momentos tensos y cruciales de las negociaciones de adhesión a la Comunidad Económica Europea no hay que dejar que los árboles impidan ver el bosque: no hay alternativa a la CEE. Los que más se quejan de la dureza de los términos del ingreso son los que más perderían si España no ingresara: el sector agrícola y el pesquero.
El precio de la adhesión no puede apreciarse en base a la situación actual, sino frente a la alternativa. Y la alternativa es la renegociación del acuerdo comercial de 1970 con la CEE.
Al amparo de este acuerdo, la industria española se ha beneficiado de altos aranceles para las importaciones y bajos para las exportaciones, aunque no ha sido tan favorable para la agricultura.
De fracasar el ingreso, la renegociación se haría en malas condiciones, con ambas partes de mal humor. Y en todo caso, el objetivo de la CEE sería el mismo: una zona de libre cambio industrial con los países vecinos.
La Comunidad no estaría dispuesta a mantener las actuales ventajas en el campo industrial para los intereses españoles y continuaría cerrada a las pretensiones de España en los terrenos industrial y pesquero.
El efecto del desarme arancelario sería similar, ingresemos o no. Y aunque va a ser duro, no es la industria la que se ha quejado de los términos en que se han cerrado los capítulos que le conciernen. En concreto, el sector siderúrgico a mostrado su satisfacción por los términos en que se ha cerrado el capítulo, pendiente, no obstante, del acuerdo global sobre el ingreso.
Pescar más o dejar de faenar
En pesca, la alternativa es clara: o pescar más que ahora en aguas de los diez países comunitarios con la adhesión o, en breve plazo, dejar de faenar en estas zonas.
La inevitable reconversión de la flota española sería más importante y dolorosa fuera que dentro de la CEE. La agricultura española no puede sino ganar con la adhesión, en términos generales. El quedarse al margen de la Comunidad Económica Europea podría dar rienda suelta a la competencia que, para los productos mediterráneos, suponen países como Israel o Marruecos.
La defensa, en este y otros temas, es más fácil desde dentro que desde fuera. Un ejemplo parcial: según cálculos del sector, exportando las mismas cantidades que en la actualidad, los cítricos españoles costarían 100.000 millones de pesetas en concepto de derechos de aduana a su entrada a la CEE. Con el ingreso, en el peor de los casos (10 años de período transitorio) este coste se reduce a la mitad. Cosas similares se podrían decir del vino español -se van a arrancar viñas y olivos con o sin el ingreso-, que tiene un mercado en la CEE hasta ahora mal explotado.
En cuanto a los productos continentales, en los que España es menos competitiva, si no hay desajustes en el período transitorio, y con una adecuada protección temporal, las rentas de los productores se verán aseguradas. Es una cuestión de balanza comercial más que otra cosa. Pero, ¿quién se atreve a vaticinar cómo se transformará a largo plazo la agricultura? Quizá acabemos siendo productores excedentarios de leche.
En todo caso, los consumidores van a salir ganando en la elección de productos, si bien el efecto inflacionista de la adhesión es preocupante. Lo que se plantea con esta adhesión es la modernización de la estructura económica española en su contexto natural: Europa. Pues España necesita el impulso europeo para su modernización.
Todo ello no quiere decir que España no tenga derecho a lo que le corresponde, ni que los negociadores españoles no deban defender con ahínco los intereses del país. Pero, en el fondo, frente a las alternativas, esta negociación no versa sobre lo que se pierde, sino sobre lo que se deja de ganar.
Una CEE distinta
Indudablemente, para bien o para mal, la CEE no será la misma tras el ingreso de España y Portugal. Pero un fracaso de la ampliación de la Comunidad a estos países haría irrisoria toda aspiración a progresos por parte de una CEE a diez, como bien señaló esta semana el presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors.
Para España, la adhesión va a ser un latigazo no siempre agradable. Pero no cabe decir que "no pasa nada si no ingresamos en la Comunidad". Sí pasa. Y mucho. Pues la lista negra de los efectos de la adhesión sería peor si España no ingresara. No hay alternativa.
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