Un coso para el presente y el futuro
Georges Bataille reflejaba en su insólita novela Historial del ojo, aunque dentro de un discurso estéticamente sádico, lo más arriscado de la fiesta taurina en una secuencia sobre la mitológica cogida de Granero. Detrás de la muerte accidental, y por encima de ella, estaba la pasión ibérica hacia este arte, como un paseo circular de colores y luces entre el deseo (la vida) y la muerte. O, por decirlo con otras palabras, de José Bergamín, además del juego deportivo, artístico y mágico, el rito que trasciende por "la inevitable presencia mítica y sagrada de la muerte".Por fortuna -y también por previsiones sociales-, cada vez es menor el número de desenlaces trágicos, hasta llegar a situarse por debajo incluso de los índices que arrojan las denominadas profesiones peligrosas. Tienen su peso las escuelas taurinas, la evitación de espontaneidad, el afeitado justo -sin degollar, claro está, la capacidad agresiva del toro-, entre otras medidas prácticas.
Valencia siempre ha sido un gran centro de afición taurina. Además de por el espectáculo maestro del toreo, raro es el pueblo de estas latitudes en que pueda asistirse a una fiesta patronal sin toros. El valenciano es, en principio, un ser vital, festivo, de sensible e inquieta retina. El arte del capote y las astas está, pues, hecho a su medida.
Pero la afición hay que mantenerla viva. Hace falta que los gestores sociales de las plazas se encuentren invariablemente a la altura del público. Sin embargo, es evidente que la fiesta del toreo atraviesa una profunda crisis, hallándose ante dos únicas alternativas: renovarse, como un capote recién bordado, o extinguirse, como, en sus postreros resoplidos, el toro. Por la primera apostamos.
Consciente de los desniveles entre afición y espectáculo, la Diputación Provincial de Valencia ha querido, quiere, elevar la dimensión de la fiesta. Elevarla para que el público, en lugar de verse defraudado con frecuencia, se eleve él mismo en el coso para ovacionar a los vistosos y entregados protagonistas.
Como punto de partida hay un esquema claro de la tipología de los espectadores: los que acuden al festejo como si de militantes de un partido político se tratara; la afición que, aun cuando con convicciones recias y conocimientos tauromáquicos, se de cepciona y abandona, influida por la calidad del medio, pero que resulta obviamente recupe rable a breve plazo.
Por último, hay también en los toros una gran mayoría que ha visto alguna corrida por curiosi dad pero sin las condiciones que podrían integrarla como asidua. En este sentido, reafirmar a los convencidos, recuperar a los disidentes y seducir a un público potencial capaz en el fondo de vibrar festivamente son nuestros objetivos.
El hecho de que, cuando desde otras vertientes se pide insistentemente la intervención de las instituciones, la gestión directa de la diputación provincial haya levantado tanta polvareda es una muestra de los esquemas ancestrales por los que está condicionado el mundo del toro.
Lo que se pretende con el apoyo institucional, paralelo al que están dando intelectuales y artistas, es que el espectáculo salga de la situación precaria en que se encuentra y alcance una rentabilidad idónea, como forma más lógica para que la fiesta vuelva a remontar su nivel y no decaiga, procurándole un soplo de modernidad.
Babelia
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