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Tribuna:La contumacia en el error del Museo Español de Arte Contemporáneo
Tribuna
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Una nueva decoración para un caos permanente

Si no fuera porque igual es tomado como excusa, uno se sentiría inclinado a sospechar que sobre el Museo Español de Arte Contemporáneo pende el más siniestro maleficio. Es cierto que desde su origen no pudo arrancar con peor pie, pero tanta contumacia en el error, incluso cuando los cambios políticos de nuestro país parecían haber allanado un camino de otra manera impracticable, desborda la expectativa racional para entrar de lleno en lo gafe. No es que sea supersticioso, mas cómo si no explicarse que, tras las graves crisis sufridas recientemente por la malhadada institución y la consiguiente renovación de cargos, sigamos sin percibir ni siquiera un plan de viabilidad futura que sea mínimamente fiable.Independientemente de la calidad de las personas que se esfuerzan en la actualidad para hallar una solución a esta fábrica del caos, basta con echar una ojeada al organigrama directivo vigente para comprender que es, desde un punto de vista funcional, un disparate. El actual director, Aurelio Torrente, una personalidad estimada y respetada en medios culturales de nuestro país, aunque sin especial vinculación conocida al mundo del arte contemporáneo, se ve atrapado en un mare mágnum de mediaciones interpuestas, que suman entre los miembros del nuevo patronato investido ahora con insólitos poderes, quizá para compensar los inexistentes de la anterior formación, y los conservadores, que no pueden renunciar así como así a su misión técnica, cerca de la veintena de potenciales responsables ejecutivos. Pongan a todo este personal junto, pero no cohesionado; añadan los que presionan por arriba y a la multitud errática y desconcertada de los que padecen por abajo y, en fin, agiten la explosiva mezcla al ritmo de sobresalto que ha caracterizado la trayectoria última, y veremos si son capaces de mantener el equilibrio físico o psicológico.

Veamos: lo que estoy tratando de racionalizar es mi postrer susto al estilo MEAC. Resulta que el pasado viernes día 22 se convocó allí una conferencia de prensa con el objeto de informar a los medios especializados de la Exposición de los fondos permanentes del museo, cuya apertura oficial estaba anunciada para el siguiente lunes, día 25, junto a la inauguración de la monográfica dedicada a Arp. Conociendo la desigualdad e incoherencia de sus fondos y las limitaciones estructurales de su espacio (que ahora, por cierto, ha sido agrandado con una especie de alargado istmo, de más de 400 metros cuadrados, en forma de hangar o almacén rectangular, cuyo espacio utilizable, sin embargo, da la impresión de no ser paradójicamente muy capaz), la verdad es que no acertaba a explicarme el porqué de semejante convocatoria. ¿Qué se pretendía con ella? ¿acaso refrendar con un nuevo decorado la voluntad de cambio?

Impertinencia

No sé si era esta o cualquier otra la razón que avalaba el empeño, pero desde luego el resultado del experimento no va más allá de poner en evidencia, quizá con una. punta de regodeo masoquista, las deficiencias supuestamente consabidas. ¿Cómo se va a poder transformar mediante un simple cambio escenográfico una colección formada sin criterio alguno por pedestres adiciones, en las que se mezclan las rifas de medallas de las desaparecidas exposiciones nacionales, lotes testamentarios, donaciones no solicitadas, becas intercambiadas por obras, dudosas manías personales y un centón de compras alocadas? Evidentemente, en los fondos del MEAC ni están, ni mucho menos, representados los mejores artistas españoles de nuestro siglo ni muchas de las obras de los que sí lo están pueden ser consideradas, a su vez, como representativas del quehacer de los mismos. ¿De qué se trata, pues? ¿De cambiar de sitio los cuadros o de cambiar de cuadros? Lo segundo no es posible hacerlo en unos meses, estoy de acuerdo; pero lo primero, además de inútil, resulta, dadas las circunstancias, una enfática impertinencia que podría haber sido ahorrada a los sufridos contribuyentes.

Dicho lo cual solicito permiso para ahorrarme la descripción de un montaje que sólo puede contribuir a escarbar en la herida. Imaginen, por un acaso, una batería en línea formada por Olga Sacharof, Campigli y Bacon; los Valverde revueltos con los Dalí; y, en fin, una monumental cruceta, en cuyas jambas cuelgan superpuestos una penosa, por desigual, representación de nuestro cacareado arte joven, elevado a las alturas no se sabe si queriéndolo proteger con la distancia aérea. En definitiva: una nueva decoración para un caos permanente.

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