La suspensión de Contadora
HAY POCOS precedentes de una instrumentalización tan exagerada de un incidente menor como la que ha dado lugar a la suspensión de la reunión convocada en Panamá por el Grupo de Contadora el pasado 14 de febrero. No se trata de discutir las incidencias de una detención, sobre las que hay, como siempre en casos semejantes, varias versiones; ni de negar el significado del hecho. Pero atenta al sentido común utilizar un caso de tales características para bloquear una de las acciones internacionales de mayor trascendencia de estos últimos dos años; concretamente, desde el 8 de enero de 1983, cuando, por iniciativa de México, se reunieron en la isla de Contadora los cancilleres de Colombia, México, Panamá y Venezuela.¿Qué estaba en juego en la fracasada reunión? Los cuatro cancilleres citados han elaborado a lo largo de intensos trabajos un tratado, un Acta, que define las condiciones para una solución pacífica, basada en el respeto de la independencia de los países y en la democracia, de los problemas de América Central. El Acta estaba ya prácticamente terminada el pasado otoño. Es un documento decisivo para el futuro de América. Su aplicación significaría difuminar los factores más agudos que pueden desencadenar un conflicto. Si tomamos concretamente las principales acusaciones de EE UU contra Nicaragua, el Acta de Contadora permitiría controlar el cese de la ayuda a la guerrilla en El Salvador, la retirada de los consejeros militares, etcétera. Recordemos que, en un principio, Nicaragua se resistió al procedimiento propuesto por Contadora: prefería soluciones bilaterales, temía encontrarse aislada entre países poco amigos. Pero se convenció de que era el único camino, y ante el proyecto ultimado, declaró su disposición a firmarlo sin modificaciones. Ello provocó sorpresa en Washington, que preveía el rechazo por Managua de controles internacionales. Surgieron poco después peticiones de Costa Rica y Honduras de que el Acta sufriese serias enmiendas. Ello impidió la firma del Acta en Madrid, en octubre de 1984, cuando los cancilleres de Contadora visitaron nuestro país para recibir los premios Príncipe de Asturias. Lo que queda por resolver, y era el objeto concreto de la reunión convocada en Panamá el 14 de febrero, es el perfeccionamiento del Acta, con la inclusión de las enmiendas que obtengan consenso.
En ese marco, ¿qué lógica tiene el pretexto utilizado por Costa Rica, seguida por Honduras y El Salvador, para no acudir a la reunión? Ninguna. Es una actitud que choca con la tradición negociadora de la diplomacia costarricense. Hace falta buscar otro factor, si no las cosas no cuadran. Estados Unidos no ha propiciado la búsqueda de soluciones negociadas, ha interrumpido los encuentros de Manzanillo y rechazado la competencia del Tribunal Internacional de La Haya. En cambio, el presidente Ronald Reagan acaba de reiterar su voluntad de apoyar a los contras. Se apoya para ello en argumentos que tienen una relación muy lejana con la realidad objetiva. Cuando se dice que los contras defienden la democracia, es inevitable recordar que su principal jefe militar, Enrique Bermúdez, ha pertenecido a la guardia de Somoza.
España y Europa están directamente afectadas por la amenaza de un fracaso de Contadora. Es muy positivo que el Gobierno español haya declarado que estaba desolado por la suspensión de la reunión de Panamá, y que no estaba justificada la razón invocada por algunos para no asistir. Lo que preocupa ahora a la opinión española es cuáles van a ser los pasos ulteriores. Los Gobiernos de Europa han tomado una actitud clara, en varias ocasiones, de apoyo al Grupo de Contadora. De lo que ahora se trata es de salvar Contadora; es decir, salvar en América Central la perspectiva de la paz. Como ha dicho con acierto el canciller de México, Bernardo Sepúlveda, la desaparición de un foro como Contadora aumentaría los peligros de guerra. Europa necesita hablar con EE UU con claridad; y con energía. América Central no es coto particular de nadie. Europa tiene derecho a pedir que Washington modifique una actitud absurda y peligrosa, que no cierre el paso al Acta de Contadora. En su marco, cabe salvaguardar los intereses legítimos de EE UU.
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