Phnom Malay, el último reducto de la resistencia camboyana
La calma llegó el sábado con el amanecer a la zona fronteriza entre Camboya y Tailandia, en el área de Aranyaprathet, después de la ocupación casi total de las principales bases de la guerrilla de los jemeres rojos por el Ejército vietnamita. El día fue bastante tranquilo y sólo se contabilizó una docena de disparos de obuses vietnamitas sobre la zona de la colina Phnom Malay, abanolonada por unos 10.000 jemeres rojos que se reagrupan, al parecer, en la zona montañosa y selvática de Cardamone, según fuentes del Ejército tailandés. Por su parte, la radio jemer captada en Tailandia anunció el derribo de un avión y un helicóptero vietnamitas, con un resultado de 55 muertos.
"No", dijo el responsable de las acreditaciones especiales para pasar los controles militares desde Aranyaprathet hacia el sur, "no es posible visitar la zona porque el Ejército la ha declara do escenario de operaciones y está vedada a los periodistas" De nada sirven los certificados tramitados en Bangkok. La última palabra depende del mando militar tailandés, el Buraplia Task Force, encargado de la seguridad en la frontera este tailandesa, escenario de la última ofensiva entre vietnamitas y guerrillas durante estos tres últimos meses de estación seca. La ofensiva se considera esta vez definitiva para desarticular a la guerrilla jemer, al menos de sus bases permanentes, tras la caída en la tarde del viernes de Phnom Malay, principal centro de la guerrilla de Pol Pot, desplazado del poder en Camboya hace seis años por la invasión vietnamita.Sin embargo, China calificó ayer de "fracaso" las operaciones militares vietnamitas del viernes. Las tropas vietnamitas no han alcanzado su objetivo, que era "exterminar" a los jemeres rojos en Pliom Malay, publicaba ayer el Diario del Pueblo. Para el órgano del Partido Comunista Chino, "la toma de algunos campos (de la resistencia) no cambiará nada la trágica situación en la que se encuentran las tropas vietnamitas" en Camboya, según AFP.
Los controles se multiplican desde la salida de Aranyaprathet, localidad situada a unos 250 kilómetros al este de Bangkok. Nadie escapa a los controles, desde los vehículos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados hasta los tuc-tuc (nombre que dan los tailandeses a sus coloridos motocarros), destinados tanto al transporte de viajeros como al de frutas o gallinas para el mercado. La zona es una mezcla de ambiente de escenario bélico y sosiego de la campiña tailandesa. A lo largo de la estrecha carretera que va hacia el sur, bordeando la frontera camboyana, soldados tailandeses instalan una improvisada línea telefónica.
"No", dice el chófer e intérprete, "el permiso que nos han dado no sirve para visitar este campo de refugiados". De nada sirve la insistencia ante los jóvenes soldados vestidos de camuflaje, armados con fusiles estadounidenses M-16, que rodean las instalaciones del improvisado campo, invisible a través de las plantaciones de plataneros pero perceptible por el barullo que organizan los últimos 15.000 refugiados llegados desde el pasado martes para buscar abrigo a un kilómetro y medio de Camboya, en territorio tailandés.
250.000 refugiados
Un nuevo intento de visitar el último campo de refugiados se convierte en un ejercicio de paciencia. Ordenes y contraórdenes entre los militares, para finalmente llegar a un pacto. Los cuatro periodistas de la expedición podemos ver el campo, sin cámaras fotográficas y sin entrar en el recinto. Una vez atravesada la plantación de plataneros, un foso de unos dos metros nos separa del campo, al que se accede por una simple tabla. Con el foso y los soldados de por medio, se establece un diálogo con un camboyano de 22 años de edad que, en inglés, explica que las condiciones del campo son soportables, que llegaron el pasado lunes y que sólo hay civiles "porque nuestros militares continúan en la guerrilla". En Nung Pru, nombre del área donde está el campo, el sol se pone y produce reflejos destellantes sobre el barrizal formado en torno a los depósitos de agua donde las madres lavan a sus bebés, y sobre las centenas de toldos de plástico azul que albergan a unas 15.000 personas de todas las edades. Junto a ellos, una tienda de campaña con las siglas de UN (Naciones Unidas) hace de improvisada enfermería.
Los camboyanos no renuncian a regresar a su país, pero, entre tanto, Tailandia debe afrontar una nueva oleada de refugiados a sumar a los 250.000 instalados en la frontera, para los que el Gobierno de Bangkok pide una ayuda urgente de 37 millones de dólares (cerca 6.700 millones de pesetas). Los vietnamitas han ocupado Phom Malay con fuerzas de la novena y séptirna división. La guerrilla jemer se ha dispersado y quizá sufrido una derrota irreparable, mientras el pueblo camboyano sigue sufriendo las consecuencias de la guerra.
Un solo objetivo, con un triple frente
La resistencia de los camboyanos ante el Ejército vietnamita, que invadió su país en enero de 1979, está prácticamente decapitada, según observadores militares y organizaciones humanitarias internacionales con sede en Aranyaprathet.El 18 de noviembre, el Ejército de Vietnam comenzó una ofensiva que tenía como objetivo liquidar a la guerrilla camboyana. Los primeros ataques se dirigieron contra las bases del Frente Nacional de Liberación del Pueblo de Kampuchea (KPNLF), a cuyos guerrilleros lograron desarticular desde finales del pasado diciembre. No obstante, muchos de ellos se encuentran ahora infiltrados en las filas del Gobierno de Phnom Penh -que respalda Vietnam- para acciones de sabotaje en el interior de Camboya.
Poco después comenzó la ofensiva contra la más temible y mejor organizada de las tres fracciones de la guerrilla camboyana, los jemeres rojos, fieles a Pol Pot, calculados entre 150.000 y 170.000 hombres. Vietnam logró ocupar Phnom Malay en la jornada del pasado viernes, considerada como la plaza fuerte de los jemeres rojos, que no renuncian a sus combates y se han dispersado en pequeños grupos por la jungla. Sin embargo, en esta ocasión Vietnam parece decidido a ocupar permanentemente las bases de Phnom Malay y a crear una larga zona tampón a lo largo de los 800 kilómetros de frontera entre Camboya y Tailandia.
Queda la guerrilla de los denominados sihanvikistas, o nacionalistas fieles al príncipe Norodom Shianuk, cabeza moral del triple frente de resistencia. Se trata de una guerrilla menos activa que las anteriores y cuya base de Ta Tum, en el norte de Aranyaprathet no ha sido todavía objeto de ataques. El hecho de que Ta Tum se vea reservado de la ofensiva vietnamita ha originado susceptibilidades entre los dos restantes núcleos de resistencia camboyana.
Sihanuk pidió el sábado a China que "dé una lección urgente" a Vietnam porque, aseguró, la situación es lo suficientemente mala como para justificar una interverición directa de las tropas de Pekín.
Mientras tanto, en Phnom Penh, el Gobierno provietnamita, que carece del reconocimiento de la comunidad internacional, continúa sin aceptar las resoluciones de las Naciones Unidas que exigen la retirada de todas las fuerzas extranjeras de Camboya.
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