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Reportaje:

No hay una verdadera 'liberación de las costumbres' según Jean-Jacques Pauvert, editor de las obras completas de Sade

El filme 'Pauline à la plage', de Rohmer, clausura hoy un ciclo sobre erotismo en el Instituto Francés

No hay ni es probable una verdadera liberación de las costumbres, al revés de lo que se suele creer, según piensa el editor Jean-Jacques Pauvert, primer editor de las obras completas del marqués de Sade, que ha participado en el ciclo sobre erotismo organizado por el Instituto Francés de Madrid durante la semana pasada. Para el escritor Pierre Bourgeade, otro de los conferenciantes, las grandes ciudades están pobladas por millones de hombres y mujeres solos que se desean mutuamente, imposibilitados de conocerse., en una castidad impuesta por el entorno. La liberación de las costumbres no es, pues, en su opinión, más que una frase publicitaria inventada por el comercio. El ciclo concluye hoy con la proyección de la película Pauline à la plage, de Eric Rohmer.

Para Pauvert, el hombre no ha hecho otra cosa desde el principio que sustituir unas represiones por otras, sin una verdadera liberación interior, que por lo demás ningún tiempo ha conquistado ni es probable que alcance. Así, quién sabe si el desnudo de los senos de las mujeres en las playas, por ejemplo, representa de verdad la ruptura con un tabú sexual.Pierre Bourgeade, novelista y dramaturgo, autor de La fin du monde, una ficción sobre la posibilidad de que sólo nazcan varones, cree que el hombre se debate en la contradicción entre su cuerpo, la materia, y su espíritu, que ansía el infinito: desearía ser todos los hombres. Para salir de esa contradicción se le presentan tres caminos: la muerte, el espíritu y el acto amoroso. A través del otro busca escapar a su cuerpo. En el momento del amor se acerca a la muerte, lo sagrado. Mas pocos hombres y mujeres viven realmente su sexualidad, y sí abunda una castidad a veces impuesta.

Bourgeade es un hombre tímido de 57 años, cuya primera experiencia intensa fue la visión del bombardeo de Irún, durante la guerra civil. Tenía siete años y vivía no muy lejos. Para dar salida a su emoción, al llegar a su casa se puso a escribir. Su aire tímido, modesto, se corresponde con su amor por las antigüedades, a cuya búsqueda por el Rastro dedicó las pocas horas que estuvo en Madrid, pero desentona con un pasado batallador: fue el único condenado, bajo la presidencia de Pompidou, por injurias al presidente; el escritor discrepó, con palabras fuertes escritas en Combat, con el perdón otorgado a Paul Touvier, colaborador de los nazis durante la ocupación.

Es un gran admirador de España y de sus clásicos -las va caciones del último verano las pasó en Ronda en compañía de Baltasar Gracián-, y se sonríe de los frecuentes clichés franceses sobre España. Observa que hace 10 años en España la Prensa publicaba la lista de las misas. Ahora incluye mensajes eróticos en los anuncios por palabras; una fórmula anglosajona que no existe en Francia.

Autor de Ultimum mortens, libro de poemas y prosas eróticas, Bourgeade llegó al erotismo.con la explosión de fiteratura que se produjo en los setenta, tras el largo período del nouveau roman, ese arduo intento de hacer literatura sin contar. Los escritores se volvieron a interesar por el hombre, como siempre lo habían hecho, y a Bourgeade -en cuyo primer libro, Les immorielles, ya hablaba de las mujeres- no le quedó más remedio que estudiar el erotismo, pues "si me intereso por mi historia, llego siempre a mi sexualidaC. Ese interés sólo terminará con la muerte.

Las buenas costumbres

Jean-Jaeques Pauvert tropezó con la censura francesa en 1947, a los 21 años, cuando pensó que si muchos buenos escritores -y los conocía a casi todos- hablaban bien de Sade, sus obras merecían ser editadas. El proceso se prolongó 10 años y Pauvert tuvo tiempo de sobra para preguntarse qué podían significar conceptos como ultraje a las buenas costumbres, pornografía, libertinaje. Se le acusó de corromper a los niños. Preguntó por qué se autorizaban los libros policiacos, donde priman la sangre y la muerte. Se le contestó que -y esto es histórico- "porque todo el mundo los lee".A fuerza de ediciones y, de procesos -también publicó Histoire d'O-, y sobre todo de preguntas, terminó por convertirse en un especialista. "La etiqueta no me molesta demasiado", dice. Al final ya no le perseguían los tribunales, pero lo hacían con otros editores, que le citaban a él como agravio comparativo. Los jueces respondían: "No es lo mismo. Él publica erotismo, y usted, porno graria". Pauvert ha publicado tres de los cuatro volúmenes de su Antología histórica de las lecturas eróticas.

Casi todas las lecturas son peligrosas, opina, y especialmente la de los periódicos. La solución no está en prohibir, sino en preparar para que lo que se lea no perturbe. En esto ha coincidido, según dice, con algunos sacerdotes católicos.

Pauvert tuvo ocasión de conocer a los grandes escritores franceses tras la guerra, cuando se tuvo que poner a trabajar de vendedor de libros en Gallimard. Le habían expulsado del colegio por leer demasiado y no estudiar", como Balzac, que para poder leer, una actividad inútil según sus padres, se hacía castigar en el cuarto de los trastos. Es un hombre sonriente, de ironía suave que no llega al sarcasmo, y accede a la petición del fotógrafo de posar junto a una lámpara alusiva que ha encantado a su compañera y que más tarde proyectan buscar en el comercio.

Bourgeade y Pativert acceden con paciencia a intentar buscar la diferencia entre pornografía y erotismo, viejo tópico obligado, aunque a ninguno de los dos les satisface su respuesta, siempre provisional. Para el primero se trata de tina diferencia de intensidad. La pornografía nace cuando se pierde la conciencia del acto. Pauvert intenta una primera aproximación: la pornografía, siempre la representación bruta del acto, es la sexualidad pura. Pero ésta no existe. Luego cita una frase: atribuida a Robbe Grillet -aunque éste le dijo que nunca la hábia pronunciado-: "La pornografla es el erotismo de los demás". Finalmente se decide por una fórmula casi matemática: "Pornografía más arte igual a erotismo", pero de inmediato se impacienta: "Es demasiado teórico".

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