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Toros en la tercera edad

Plaza de Valdemorillo. 10 de febrero. Quinta corrida de feria.Toros de González de la Puerta, grandes, viejos, poderosos y broncos. Sexto, muy bravo. Gallito de Zafra. Pinchazo, estocada delantera atravesada que asoma, otro pinchazo y bajonazo (vuelta). Pinchazo y media delantera (silencio). Vicente Yesteras. Estocada atravesada y cuatro descabellos (aplausos). Pinchazo hondo, estocada corta caída, dos descabellos -aviso- y cuatro descabellos más (silencio). Carlos Aragón Cancela. Pinchazo y estocada corta caída (vuelta). Bajonazo descarado y descabello (aplausos).

JOAQUÍN VIDAL

Según el carné de identidad del toro, los de ayer en Valdemorillo tenían seis años, excepto el primero y el quinto, que tenían siete. El primero tenía además unos espolones de a palmo. Toros adultos quiere la afición, y por eso dice aquello de "el toro de cinco y el torero de veinticinco"; pero que pertenezcan a la tercera edad, ya resulta excesivo.

Resulta excesivo y es insólito. Cuando en alguna plaza aparece el toro de cinco años, la afición lo saluda con admirativos gestos y se apresura a comunicar el dato al vecino de localidad: "¿Se ha fijado usted?. Es cinqueño, madre mía". Ayer, en Valdemorillo, la gente hubiera querido echarse las manos a la cabeza cada vez que saltaban a la arena los toros de la tercera edad, pero no podía porque las tenía metidas en los bolsillos, guarecidas del frío glacial que hacía en aquellos parajes.

Los toreros también hubieran querido echarse las manos a la cabeza, o mejor aún, estar de viaje por Bélgica, pues un toro en la tercera edad siempre es un peligro añadido al propio del ganado de lidia, con mayor motivo cuando ese toro, como era el caso, tiene un trapío impresionante, y aún más si amenaza con sus espolones. Cualquier torero ve esos espolones y echa a correr, pero el torero de turno era Ayer Gallito de Zafra, que no se arredra, y en vez de poner pies en polvorosa, dio naturales.

Gallito de Zafra, igual que sus compañeros Vicente Yesteras y Carlos Aragón Cancela, hicieron frente a los peligros del toro en la tercera edad, con mucho valor y no menos decoro. Incluso estuvieron a punto de cortarles las orejas, y ahora presumirían de ellas si hubiesen empleado los recursos que requiere el toro cuando ha entrado en la jubilación.

Los tres practicaron un toreo moderno y ese fue el error. Para toros antiguos, lo propio es el toreo antiguo. El toro de edad, sobre todo si es reviejo, desarrolla sentido, que le facilita el aprendizaje acelerado de todas las suertes. En cuanto mira a un peón dos veces, ya sabe su nombre y apellidos. En cuanto mira a un matador dos veces, además de la filiación personal, ya sabe si milita en la escuela rondeña o en la sevillana.

Lejos de memorizar estas reglas, los tres diestros incidieron en el empeño de ligarles derechazos y naturales a los toros reviejos. Naturalmente, al principio les salían bien, pero luego eran los toros reviejos quienes querían ligarles derechazos y naturales a los diestros. El primero también quiso pegarle un espolonazo a Gallito de Zafra. La corrida tuvo la emoción de una lidia planteada entre toros fortachones, encastados y difíciles, y unos toreros pundonorosos, de ejemplar profesionalidad. Y este fue un positivo valor, que convirtió en irrelevante la falta de variedad y el escaso brillo de las faenas.

Entre los tres espadas, Gallito de Zafra pareció el de más oficio, y Vicente Yesteras, el de menos recursos. Carlos Aragón instrumentó en su primero la mejor serie de naturales que hubo en la tarde. Los seis reviejos ejemplares recibieron durísimo castigo en varas, y ninguno se cayó, sino que se fueron arriba, aunque sangrasen por dos vías, hasta la pezuña y, por el canalillo del lomo, hasta la penca del rabo. Todos exhibieron casta en el primer tercio, y el sexto una bravura excepcional, en el transcurso de un puyazo tremendo de varios minutos de duración, en el que recargaba encelado bajo el peto, sin hacer caso de quites ni coleos. Y aún se quedó sin picar. A sus años y en Valdemorillo, ante una afición congelada, es donde al fin pudo demostrar que se trataba de un toro de bandera.

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