Andresin
Plaza de Valdemorillo. 5 de febrero. Segunda de feria.Novillos de Justo Nieto, grandes, deslucidos.
José Antonio Carretero. Vuelta. Aviso y silencio. Andrés Caballero. Oreja. Dos orejas. José Andrés González. Aplausos. Aviso y silencio.
Andrés Caballero y José Andrés González alternaban en la interesante novillada de ayer en Valdemorillo, pero no hay que confundirlos. Entre ambos andreses, sólo uno es Andresín: el más bajo. O aunque fuera igual de alto: Andresín no se despinta, porque es torero bullidor y omnipresente. Podrá estar bien o mal, pero nunca le permitirá que pase desapercibida su personalidad arrolladora. Hasta al toro arrolla. Le salieron dos que eran resabiados -uno de ellos toro verdadero, aunque habían anunciado novillada- y a fuerza de consentirles, de pisarles el terreno, en definitiva de imponer su mando, consiguió torearlos. A su primero lo enceló de tal forma, que el novillo acabó tomando el engaño como si fuera bravo y pastueño. Para metamorfosear en pastueño un ejemplar de media casta no sólo hace falta valor, sino también técnica. Decían de Domingo Ortega: un toro malo lo convierte en bueno; y tal virtud lo elevó a la categoría de "maestro de Borox". A Andresín habrá que elevarlo, en justa correspondencia, a "maestro de Valdemorillo".
Consumada la proeza, Andresín incurrió en el error habitual de toda la torería: prolongar innecesariamente las faenas. Sus toros ya tenían agotado el repertorio, lo mismo en versión barrabás que en versión hermanita de la caridad, y ya no acertaban a satisfacer los afanes muleteriles del maestro de Valdemorillo. De manera que, en desacuerdo final toro y torero, los trasteos concluyeron sin la brillantez debida.
Llenaba el espectáculo
De cualquier forma, la personalidad arrolladora de Andrés Caballero, Andresín en el mundillo taurino, llenaba el espectáculo. Es torero ágil, dotado de formidables facultades físicas, excelente intuición para medir terrenos y conocer querencias, vista de águila para ganarse las simpatías del público, estrechar la mano de un abuelete que le aplaude, echar un trago de coñá, saludar a la afición. Vive la lidia, presto a intervenir, e interviene con acierto. Valiente en todas las suertes, incluida la de banderillas, también sabe dar el pasito atrás con disimulo, cuando la embestida le viene comprometida.
Es decir, que conviene contar con Andresín. También poseen torería Carretero y el otro Andrés, González. Carretero liga y gana terreno en los lances a la verónica como pocos saben hacerlo en la actualidad y González es diestro pundonoroso. Ambos se vieron seriamente obstaculizados por el apabullante trapío y mal estilo del ganado, y más seriamente aún por la alegría bullidora de Andresín, que era ayer en Valdemorillo el torero omnipresente. La plaza se llenó hasta la bandera, soplaron con fuerza los músicos de las bandas, la gente lo pasó bien. Y esos novilleros que busca la afición empiezan a tener nombre, apellidos y apodo.
Babelia
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