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El Papa propone la 'teología de la bendición' como recurso frente a la violencia

Juan Arias

JUAN ARIAS Lima, la capital de Perú, con casi cuatro millones de habitantes, babel de razas y de lenguas, con nueve meses al año sin sol, con una mortalidad Infantil del 58%, con los barrios y miserias quizá más espantosos del mundo, se echó materialmente a la calle desde el alba para aclamar al Papa, que llegó desde el cielo" en un atardecer en el que lucía un disco solar imponente, color oro puro, símbolo de la gran civilización inca. En ese ambiente, Juan Pablo II habló de una teología de la bendición como recurso frente a la violencia y a la teología de la liberación que tanto le preocupa.

Se calculan en tres millones los limeños que abarrotaron calles y plazas para ver al rey de los católicos, como han apodado aquí al Papa. Se subraya que nunca Perú otorgó a ningún personaje humano una "apoteosis tan delirante y grandiosa". A su llegada al aeropuerto, ante el presidente de la República, Fernando Belaúnde, Juan Pablo II puntualizó en seguida los objetivos de esta importante visita a la agitada tierra de viejas civilizaciones y de nuevas biologías: robustecer la fe del pueblo peruano; promover la causa de la paz; reivindicar el derecho de todos y de cada uno por vías de diálogo y no de violencia.Las medidas de seguridad, garantizadas por 25.000 agentes que protegerán al Papa en un país casi en pie de guerra, a causa de la dura guerrilla de grupos como el maoísta Sendero Luminoso, fueron extraordinarias desde el momento mismo en el que el avión papal tomó tierra en el aeropuerto de Lima.

El primer discurso importante lo pronunció el Papa en la plaza de Armas, ante sacerdotes y religiosos. Les habló fuera, en la calle, no en la catedral tapizada de oro y plata, donde se conserva, como una reliquia religiosa, la momia de Pizarro. Y ya en este primer discurso el papa Wojtyla fue claro y decidido poniendo en guardia al importante ejército peruano de eclesiásticos acerca de lo que él considera las "tentaciones de la Iglesia del Perú", que tanto están quitando el sueño al Vaticano-.

Podrían sintetizarse así: sin la unidad con "el obispo de Roma y sucesor de Pedro", sacerdotes y religiosos serían como "un sarmiento que se seca sin dar fruto". Se puede trabajar por la causa de la justicia al lado de los pobres, pero sin olvidar que "la misión propia de la Iglesia es revelar Cristo al mundo"; hay que huir de todo intento de "secularizar la vida religiosa" y más aun "de embarcarla en proyectos sociopolíticos que le deben ser ajenos". Pero la tentación más grave apuntada por el Papa al clero peruano ha sido la de pensar que existe en la Iglesia una doble jerarquía o un doble magisterio", la de ser "portadores de incertidumbres, en vez de propagandistas de certezas de fe".

No fue difícil adivinar en este discurso una respuesta indirecta al teólogo y padre de la teología de la liberación el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, que en estos días ha desaparecido de Lima, anunciando que no hablará hasta que no finalice la visita del Papa. El problema de esta nueva teología, que tanto preocupa a Roma, es aquí sin embargo tan vivo. y hasta tan de actualidad que en el piso 19 del hotel donde se aloja la Prensa internacional y donde ha sido instalada por los obispos la sala de prensa, hay una oficina sobre el tema de la teología de la liberación, llevada por los cristianos más progresistas.

Quizá para neutralizar tanta expectativa, Juan Pablo II, en el último acto celebrado en la catedral de Guayaquil, en Ecuador, antes de subir al avión rumbo a Perú, habló, por sorpresa, de otra teología, a la que llamó teología de la bendición. La explicó así el Papa: "durante este viaje he sentido resonar, más que ninguna otra, la palabra bendición. Todos piden que les bendiga. Por eso, he pensado que puede existir una teología de la bendición que será necesario profundizar". Y añadió que la bendición es un gesto de devoción popular, pero también algo mucho más, porque "habla de las relaciones íntimas entre el Padre, el Hijo, y de éstos con el Espíritu Santo".

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Por ahora, en Perú ningún teólogo ha querido comentar oficialmente estas palabras del Papa. Preguntados algunos intelectuales católicos de Lima, unos han respondido que podría tratarse sólo de "una simpática ocurrencia". Para otros, al revés, podría ser un modo de querer desmitificar la fuerza de la teología de la liberación que mal soporta el papa Wojtyla. Para los más críticos, la ocurrencia de Juan Pablo II podría ser más importante de lo que parece, ya que ante la teología política y social de Gutiérrez, de Leonardo Boff, de Jon Sobrino y otros ha querido presentar otra de signo opuesto, "mágica". Y hay hasta quien especula con la posibilidad de que el Papa escriba un documento sobre esta nueva teología de la bendición.

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